viernes, 31 de diciembre de 2010

Neverending.

El problema con pretender un proyecto de resumen de este año es que al año como medida de ciclo no está funcionando nomás. Semestres, trimestres quizás. Cada porción de este año pareció estar tan cargada de cosas que da para un recuento en sí. Un vistazo simple incluye cinco cambios de vivienda, uno de país, el final del trabajo y el comienzo del estudio; inestabilidades sentimentales, financieras y geológicas; un total de partidos jugados que no da para los dos dígitos, una semifinal de Copa Libertadores y una sucesión de desastres después de eso; la atomización del núcleo familiar y la cohesión de otros sectores de la familia. Fue el año de Doctor Who, de Kanye y de Grant Morrison. El año del lujo excesivo y del hambre en la pobreza. Fue un año con un verano y fracción, dos otoños, dos inviernos pero sin primavera.
Fue un año de muchas derrotas, en retrospectiva, y eso me hace atesorarlo y quererlo más que a otros años. La inmensa mayoría de las derrotas fueron más bien devastadoras y buena parte de las victorias fueron pírricas. Así, pude conocer más de mis límites y expandirlos en formas que un buen año no me habría dejado. Eso es lo más satisfactorio de todo. Satisfactorio así como un pan crocante y recién horneado, expediendo un vaporcito suave de entre cada mascada.
El más grande de los triunfos.



Ahora mismo, me tomo un descanso. La ODP de anoche me tuvo en pie hasta el amanecer y más allá. Ese fue el auténtico fin de mi año. Todos, pero es que todos los detalles más adelante. Mañana, sin falta.
Hoy descanso, disfruto de empezar el año no desde el uno, sino desde el cero.

La última del año la trae Marvin. Me la encontré en un Potbelly (mejores sandwiches en masa de DC hasta el momento) poco antes de partir mi periplo fuera del tiempo. Más que adhoc para los días que se fueron y, espero, más aún para los que están por venir.

(feliz año nuevo, mi querido lector)
(gracias por leer)
(siempre)

jueves, 30 de diciembre de 2010

En pocas palabras.

De anoche puedo decir muchas cosas. De ayer, del día de ayer, también. Otras cosas, todo como un continuo eso sí.
Podría listar el reparto de viejos conocidos que hicieron apariciones estelares, e incluso un par de cameos especiales por ahí. Fue un día largo, que terminó bien pasada las cinco de la mañana, tras haber caminado por un sexto de Manhattan, bailado en un lugar, tomado en otro, cenado en otro, tomado un tren, almorzado con el grupo con el que me vine finalmente a Brooklyn a casa de Ryan, y así.

Para el día de ayer la palabra es "unhinged", como desvencijado de las bisagras del Tiempo mismo. Para la noche de ayer, la palabra es "Neverending".

Escribo esto en el sofá de Ryan, Tom Perry está al lado, leyendo The Ultimate Hitchhiker's Guide to the Galaxy, más allá John Hill lee una guía de fisicoculturismo que había por acá. Natalie lee Cooking for Geeks, mientras Ryan y Reed cocinan para este grupo de geeks en particular. Yo me dispongo a volver a mi libro, el de la Nicole Krauss, pero no quería pasar sin dejar una pequeña marca. Como casi todos en la vida, intuyo.

Ryan pone a Inti-Illimani y a Rolando Alarcón. Yo me río nomás y canto de tanto en tanto. La conversación cada tanto me recuerda que la inmensa mayoría de mis amigos y conocidos de ese entonces estudiaban Ciencias (Ciencias que sí respetan el método científico, no como las "ciencias" humanas, pero eso es tema para otro día). La conversación va de partículas a procesos de hibridación del agua a los domos geodésicos (te quiero Buckminster Fuller) a la búsqueda de fuentes de energía alternativa. Cuatro años después y algunos de los chicos Ozone están en eso. Da gusto.

Ahora, casi a las dos de la tarde, vamos a desayunar. Después ni idea, juntarnos con más gente, tomar el tren y partirá Westchester. Nos espera una bodega preparada especialmente para la ODP de esta noche.

Y si usted es un lector nuevo y no tiene idea qué es una ODP, le daré la versión corta.

Ozone.
Dance.
Party.



Detalles. Más. Adelante.





miércoles, 29 de diciembre de 2010

Mirando por la ventana hacia adentro.

En la casa de los Tagarelli. Sentado al lado de un árbol de Navidad con todos los decorados del caso (varios hechos a mano por las niñas cuando aún eran niñas - mi favorito no deja de ser el de Harry Potter preparando una poción ante la atenta mirada de Snape), en un pueblo pequeño, con el silencio apenas interrumpido por la guerra de nieve de las vecinas en la mañana. Así, el tiempo se sigue deformando y me sigo saliendo de él.
En el sillón de al frente, Liz revisa un álbum de fotos. Hay un silencio que no es incómodo. El par de hijos únicos. Pero el tiempo parece no estar moviéndose. Es Navidad, quizás en esta casa sea por siempre Navidad.
Esta es mi postal del día.


Desde el subsuelo.

Tras un viaje que tomó dos horas más de lo esperado, cortesía de la nieve, llegué a Manhattan justo a tiempo para que la mitad de mis amigos estuviera en camino desde Hawthorne, NY y la otra mitad desde Brooklyn, ídem. Como tal, me fui a tomar un café y esperé un par de minutos antes de salir a caminar por la nieve en pos del bar donde habríamos de encontrarnos.

Aproveché esos minutos para rememorar lo que había sido el largo viaje: la historia de la pareja que se sentó detrás mío, que se subieron al bus en nuestra única parada previa, en Baltimore, y desde ahí mismo empezaron a llamar a los servicios de asistencia varios de la aerolínea que habría de devolverlos a San Francisco. Para colmo eran de esos servicios automatizados que utilizan software de reconocimiento de voz, así es que lo primero que escuché fue un:

- Domestic.

Seguido al rato de un:

- Agent.

Todo esto dicho con la voz más robotizada del mundo. Porque los humanos somos así, les hablamos como guagua a las guaguas, como robots a los robots y grabamos mensajes de espera en nuestro buzón con la misma voz timorata con la que dejamos mensaje en los buzones de otros.
En medio de mi viaje hablé por teléfono, mandé mensajes de texto (muchos varios, porque en NY se desataba la crisis del cansancio crónico de Ryan, organizador del evento y que había tenido que trabajar de emergencia como consecuencia de la tormenta, lo que derivó en una serie de tira-y-aflojas durante los cuales nuestra junta se corrió a Hawthorne, Brooklyn y finalmente encontró su sintesis en Manhattan), jugué boggle, vi dos capítulos del Dr. Who de Tom Baker, dormí un buen rato, tomé bebida, intenté leer el último libro de la Nicole Krauss (duré dos líneas, pero es culpa mía, no del texto). Entre cada una de mis actividades podía oír de fondo un:

- Domestic.

Seguido al rato de un:

- Agent.

Hasta que ya nos aproximamos a la gran ciudad y los llamados a la aerolínea se volvieron llamados al hotel. Todo esto lo sé no sólo por mi afición a las conversaciones ajenas, acostumbrado como estoy a viajar sola, sino además porque el muchacho se inclinaba hacia adelante para hablar, en un afán que supongo iría ligado a su interés de que la máquina entendiera lo que estaba queriendo decir. Que llamaba por un vuelo local y que quería hablar con un agente.

La historia es más larga y la contaré en otra ocasión, lo interesante es que al final del día la pareja en cuestión se terminó quedando por la semana entera en NY, cuando iban básicamente al aeropuerto a buscar un vuelo que los llevara de vuelta a casa. Para cuando encontraron solución, suspiraron aliviados y algo, un ligero esbozo de sonrisa más allá del alivio en la voz de él me hizo pensar que la semana extra con la chica le venía increíble. Pensé que podría ser uno de esos casos en que una semana afecta a una vida por años y si acaso, cuando viejos y agotados, no mirarían atrás y encontrarían en todos estos malos ratos el catalizador de una vida distinta y nueva.


En el otro plano de la noticia, estoy tipeando esto en el subterráneo de la familia Tagarelli. Liz duerme en el sillón de arriba y a mí me tocó el futón de abajo. Conocí a la hermana del medio (a la menor la había conocido hace todos esos años) de Kait en el cierre familiar de una noche redonda: comimos delicioso y lo pasamos increíble. Fue bueno volver a ver (y hablar de fútbol) con Mamadou, reírme con Lorlette y a la vez compartir de nuevo con Kyle y Heidi, a quienes no veía desde un par de meses, en DC. Curiosa(y también muy típica)mente, el organizador, Ryan, no llegó. No es tan terrible porque el Jueves tenemos lo que promete ser una auténtica ODP (una Ozone Dance Party, para los lectores que no seguían este blog hace cuatro años) por estos lados. Ahí nos veremos las caras y nos reencontraremos con otro grupo, Liz vuelve mañana a su casa y Kait y Kyle tienen un matrimonio, pero será el turno de Natalie, Ian y otros tantos.

La postal del día, en un día que tuvo muchas postales, no deja de ser ese retorno en el tren interurbano. Kyle y Kait dormían al frente y Liz cabeceaba al lado mío. Más allá jugaban unos niños y sus papás procuraban que el ruido no despertara a su hermano menor. Afuera la nieve lo sepultaba todo y cada tanto andar alguien estaba intentando limpiar el camino con pala. En ese momento, y no antes como las chicas habían dicho, sentí que empalmaba con una línea de tiempo alternativa, como si no me hubiera ido nunca de vuelta a Chile. Antes, las chicas habían dicho que era como si el tiempo no hubiera pasado, pero para mí no: el desgaste de la experiencia lo percibo hasta en el roce mismo y mi mirada está bastante más pesada. Tus marcas en mi piel, cantaba el otro, pero no creo que le cantara al tiempo mismo.

O quién sabe.





lunes, 27 de diciembre de 2010

Uno, dos...

Probando, probando, ¿Qué? ¿Se esperaban la canción de Los Violadores? El equipo técnico-creativo de este blog se halla testeando una nueva plataforma para escribir, mientras [El Autor] mismo está terminando de hacer su maleta. Mañana emprendemos rumbo a Nueva York, en lo que promete ser una reunión de la nunca-bien-ponderada Ozone House. Lorlette, Ryan, Liz, Kait, Mamadou y otros clásicos de la provincia ya han confirmado su asistencia. Como tal, semejante evento de cierre de año no puede quedar sin su respectiva cobertura y estamos trabajando para poder escribir de la mejor manera posible.

Este post y sus respectivos cambios de formato no le van a hacer ningún sentido, mi querido lector y como tal le pido disculpas. Pero, si todo sale bien, mañana estaré contándole del fin de año arriba del bus.

Terminadas las pruebas, aquí están, Los Violadores - Uno, dos, ultraviolento:

sábado, 25 de diciembre de 2010

A Whovian Christmas

No es secreto para nadie que haya pasado más de tres posts por este blog la fulminante devoción que [El Autor] de este ha experimentado por Dr. Who, la serie de televisión inglesa más larga de esta vida. La sugestión habiendo sido implantada en su cabeza hace años, en esos catálogos que le llegaban promocionando productos para pernos, pues era la única serie sobre la cual no tenía la menor idea de nada; fue a-principios-tirando-para-mediados de este año que la chispa se encendió y se catalizaron todos los gases que se tenían que catalizar y se condensaron todos los vapores que tenían que condensar: Alguien dijo en Algún lado "conozco a [el nuevo productor de la serie] Steven Moffat y sé que diseño esta temporada para que fuera un buen punto de partida para audiencias nuevas" y así, sin más, estaba bajando el primer capítulo de esta temporada, sin entender mucho, viendo entremedio las temporadas anteriores, poniéndome al día obsesivamente con la continuidad y descontinuidad, la importancia histórica del personaje, etecé, etecé, etecé...

Fue un año duro el 2010, no pueden quedar dudas de eso, como se verá en algún recuento futuro, y todas las tormentas en todos los frentes que viví se hicieron un poco más suaves con la compañía del Doctor. El poder de la ficción es una de esas fuerzas que hacen que los seres humanos seamos...bueno, humanos. Y a mucha honra. Por eso, es importante ser cuidadoso con las ficciones que elegimos, por la influencia que ejercen sobre nosotros y la cantidad de tiempo que pasamos con ellas. Es importante, creo yo queridos míos, buscarse unas ficciones lo más complejas y amables posibles, hechas con cuidado por manos expertas. No deja de ser como elegir una cama o un colchón: un lugar importante donde vas a pasar tiempo importante de tu vida, donde van a pasar cosas importantes en tu vida; y más vale que sea un lugar amable.
Doctor Who, este año que está ad portas de entrar en los descuentos, fue un lugar más que amable.

Y el broche de cierre de mi tranquilo día navideño, día en que la nieve no llegó como había sido anunciado, fue ver el especial de Navidad, poquito después de que lo emitiera la BBCOne al otro lado del Atlántico, poquito antes de que lo diera la BBCAmerica por estos lados. Un buen capítulo, balanceadito, que usted puede ver sin tener que saber mucho; es, mal que mal, uno más de esos covers de A Christmas Carol que circulan por la tele en estos días. Pero es un cover bien hecho, donde todo cuadra, Michael Gambon está tremendo como artista invitado, y, como bonus, el espectador habitual puede empezar a intuir qué es lo que viene el próximo año para el buen Doctor. No sólo por el minuto de trailer que sigue al episodio, sino por el último minuto del mismo, donde Matt Smith mira el cielo y se despacha esa (profética, se los firmo hoy) "Halfway out of the dark".

Amen.

An Astonishing Christmas!

ADVERTENCIA: La siguiente historia explota el lado consumista de las celebraciones navideñas. Utiliza abiertamente la asociación entre el constructo cultural de las emociones positivas de la estación con el incentivo que representa, en una sociedad capitalista, adquirir bienes. Si usted es sensible a estos temas, por favor vuelva mañana (o más tarde) a este, su blog amigo.


Esta historia comienza años atrás. Comienza con la decisión de la Marvel Comics de resucitar un formato medio alicaído y publicar Omnibuses, libros gigantescos que reimprimen historias completas, sin importar cuán largas sean estas, en forma contraria al clásico sistema de reimpresión cada 6 u 8 números. Para añadirle sabor a la cosa, la editorial decidió hacerlo en un formato grande, más cercano al tamaño de papel en el que los dibujantes hacen lo suyo, que en la versión reducida que sale a la venta finalmente cada mes. Para añadirle más sabor a la cosa, dado el volumen de estos microcolosos, la Marvel no los ha re-editado mucho y si bien uno puede ir a su tiendita local y encontrarse con las aventuras de Danny Ketch, the Ghostrider en este formato, la verdad es que cuesta encontrar las más populares. Al punto que el Omnibus que contiene los tres años de Morrison en los X-Men es imposible de encontrar y cuando el milagro se produce, el palo llega a doler 500 dólares (!). Es cierto, son 800 páginas en tapa dura, en la edición que el autor llama "el libro que se puede usar para matar gente", pero con un costo original de ciento y tantos dólares, el salto a los quinientos da para decir... ¿No será...mucho?

Yours truly tiene los dichos números en tapa blanda, sin tamaño especial, en tres tomos, cada uno de los cuáles le costó cerca de veinte dólares. Como tal, la idea de pagar 500 dólares por semejante cachalote cultural no entra dentro de mi rango financieroideológico. Los cientos y tantos originales, quizás.

La cosa es que, meses de meses atrás, cuando decidí encargar los ya mencionados tomos, Amazon.com se mandó una de esas típicas sugerencias del corte "Los que han comprado esto, han comprado después esto otro". Esto otro siendo el Omnibus semi-gigantesco de los Astonishing X-Men de Joss Whedon y John Cassaday, que [El Autor] de este blog adora y no deja de recomendarle a cuanto cristiano interesado en los cómics se encuentra. Con un manejo del ritmo entre paneles exquisito y una simpleza bien diseñadas, los 25 números funcionan como una contrapunto excelente a las historias más complejas e hipertelenovelizadas de Morrison. Vino blanco y vino tinto, respectivamente. Con esto en consideración, o quizás semi-intoxicado del vino tinto aquél, decidí hacerle click a la recomendación y me encontré con un Omnibus a precio de oferta (40 dólares por un objeto que, si no para matar, sirve  para aturdir tranquilamente) y me la empecé a pensar. Eso sí, había un inconveniente, menor: el ítem podría tomar hasta seis meses en llegar, dado lo escaso de su producción, Amazon dixit.

Considerando que ya en ese entonces mi estadía por estos lados se veía difícilmente extendible a tan largo plazo, decidí jugar a la ruleta rusa. Encargué el pedido completo, pedí que me lo mandaran en cargamentos separados (bendito sea el Amazon Prime gratuito para estudiantes) y decidí que si llegaba antes de que me fuera, llegaba y si no, lo cancelaría, costo cero, nadie se enoja.

Fue recién el lunes pasado que recibí el correo de la compañía, diciéndome que mi pedido iba a poder completarse antes de lo previsto, que esta era mi última oportunidad de cancelarlo y que de no hacerlo el Omnibus estaría llegando el 24 de Diciembre a casa...

- ¡VEINTICUATRO DE DICIEMBRE! - dijo [El Autor] de este blog.

- Sí, veinticuatro de diciembre - pareció decirle la pantalla de su computador, ostentando el correo electrónico de la casa comercial.

-Vein-ti-cua-tro de Di-ciem-bre - repitió [El Autor], un tanto aturdido, mientras, con cada sílaba, su mente se volvía más y más difusa, como el efecto borroso de los recuerdos en una serie de TV de los 70s...

Un auténtico regalo de Navidas, pensó. O, al menos, un auténtico auto-regalo. Un envoltorio que abrir a las doce quizás, o quizás antes. . .

 Y ya estáaaaquíííííí...

Este es el momento preciso en que explota Wham! con "Last Christmas" y usted monta en su cabeza una serie de imágenes, felices todas, en las que nuestro cocodrilo favorito se deleita con su regalo navideño, como la siguiente, en que lo podemos observar solazándose del arte de Cassaday, incluso en secciones simples.


Y así fue como nos hicimos de un libro que, si no matar, al menos puede atontar con su peso y forma. Nos vamos a leerlo ahora, mientras esperamos que la nieve caiga de una vez y que empiece el especial de Navidad de Dr. Who.


El trabajo estilístico-capilar de George Michael en esa época es motivo de un post aparte. O de un blog propio.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Se aproxima la fecha aquella...

Y mis planes son un poco los del Sr. Scrooge, aunque sin tanto trabajo ni señor Bob Cratchit. Mañana voy a buscar un pequeño encargo familiar, caminaré despacito por el frío día y me tomaré las cosas más lento. Cocinaré algo para la noche y veré alguna que otra película. Quizás escriba, finalmente, ya lejos de los propósitos académicos. Llamaré a los amigos que espero ir a ver la próxima semana y me dormiré temprano. La nevazón está anunciada para el sábado, así es que quizás vaya a comprar provisiones al día siguiente viendo el especial de navidad del Doctor.

Hoy andaba por Target realizando la primera parte de la gestión de provisiones y en el aparador de artículos de oficina me encontré con una carpeta de lo más chora. Será, de ahora en más, mi compañera inseparable y ya me encontraré la excusa para usarla en público. A continuación la foto, que como la tuve que tomar yo, tiene de presentador a un amigo nuevo que llegó hace poco, golpeando la puerta en busca de calor y queriendo escaparse del manto blanco:

Días de descanso. La escritura pausada y moderada, ya habrá noticias más sustanciosas.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

El remix.

Esta es el post scriptum del post anterior, mucho me temo. No quise editarlo para, más encima, salir con una pescada completamente diferente. Nunca he sido muy amigo de los remixes. Su grado de eficacia es ciertamente muchísimo menor que el de los covers y por lo general no tienen mucho sentido si no los está ejecutando un DJ en vivo, ajustando las canciones para lo que el percibe que su audiencia quiere o para generar lo que el quiera en su audiencia. Pero, de vez en cuando la vida, Joan Manuel, nos presenta por total y completo accidente una excepción que le sube el promedio ponderado al género. Blank&Jones son un duo tecnotrance o electrotrance alemán que, entre otras cosas, hace remezclas como esta, de Love Comes Quickly de los Pet Shop Boys. Me gusta más que la original. Disfrutad.

Dando la vuelta.

Y ya no más sacando la vuelta, querido lector. Terminó el semestre, terminó hace algunas horas conmigo mandando ese último paper para Postcolonial Studies. Un lindo remate, con un ensayo modestito en el que [El Autor] examinaba la importancia de no prevenir el monopolio de ciertas culturas extranjeras (i.e. la de este país desde donde escribo) sobre el resto del mundo. Esto asociado con las dictaduras continentales de los 70s y la necesidad de aunar la economía con el estudio de la cultura. Me di el gustito de citar a la Naomi Klein hablando de la Chile como la mejor universidad del país y de la Católica como "una universidad menor". Para que le voy a decir que no se sintió bien si sí. Pero basta de eso.

Cuando era chico la expresión "darse vuelta" un juego apareció un día en mi vida y yo, que nunca me había dado vuelta un juego porque no iba mucho a los videos y no tenía consola casera, deduje que si uno llegaba al final del programa, el juego empezaría de nuevo y de ahí la expresión. Tenía compañeritos de colegio que decían que el juego empezaba pero al revés, pero nunca me quedó claro que tan en serio creían eso. Ya de adolescente la expresión "darse vuelta" a alguien no requirió mayor explicación y eso que la primera vez que la oí tenía menos experiencia en esas lides que en los videojuegos cuando chico. Para entonces sí me había dado vuelta uno que otro juego, eso sí.
Curiosamente, la acepción de "darse vuelta" que quiere decir convencer a alguien fue la última en entrar en mi vida. Quizás porque la privilegiada vida de los hijos únicos hace que esto no sea tan necesario...o acaso será porque la malcriada vida de los hijos únicos hace que esto sea el estado natural de las cosas. Especulaciones en otro momento.

"Dar vuelta" la página es otra de esas, más difíciles a veces, demasiado fáciles en otras. Por lo general cuando a uno le es fácil dar vuelta la página, a alguien más le va mal con eso. Como si la vida fuera leer un libro en conjunto y esto de pasar la hoja coordinadamente sí que es difícil. "Dar vuelta" la cara es una actitud lamentablemente muy común en nuestros días. Lo "dio vuelta" de una patada es algo propio de los domingos de fútbol y "dar la vuelta" es algo propio del fin de ciclo futbolístico.

Terminó mi primer ciclo por acá en DC, uno de tantos. Di la vuelta, le doy vueltas, me dispongo a dar vuelta muchas cosas. Pero antes. . .

Antes me pasó que seguía con el corazón a mil, un poco de bebidas energéticas, un poco de haber pasado la última semana semi-recluido escribiendo y recolectando citas y cosechando el año. Como un salto temporal bien dado, en algún momento fue Jueves y nos estábamos emborrachando y cantando y bailando a cuenta de Joel, que se había ganado un Happy Hour para sus amigos y de repente fue hoy, una semana después.

Miércoles 22, cinco de la mañana.


No queda NADA para Navidad.


Me quedaba poco por hacer después de enviado ese paper, jugué videojuegos sin la esperanza de darme vuelta nada; intenté leer, pero no pude dar vuelta muchas páginas, cansado como estaba de hacerlo por profesión. Dejé aparte el libro de Orlando Patterson sobre la esclavitud y me quedó pendiente leer a la Naomi Klein en sus capítulos sobre Asia. Pensé en ver algo, pero no quería ver nada repetido, ni tenía cabeza para ver una película como corresponde. No quería ver nada muy denso ni tampoco demasiado insulso. Un viejo mañoso de mierda. O el producto de la refinada educación como hijo único. O las dos cosas.
Resumiendo, quería ver algo de calidad, que me entretuviera pero que tampoco me hiciera pensar en las ramificaciones superiores de su historia tanto más allá...algo episódico para quedarme dormido quizás.

Me quedaban tres capítulos sin ver de Cristopher Eccleston como el Doctor Who. Ja ja ja, qué felicidad (lo que me recuerda que tengo todas las temporadas de Cha-Cha-Chá, pero ahí sí que me habría dado un aneurisma). Así es que me dije: aquí vamos y nos quedamos dormidos en el primero y a nadie le va a importar.

Pero estaba bueno el primero, medio flojo, pero igual bueno, justo lo que necesitaba. El siguiente era la primera mitad de ese final de temporada y una cosa fue llevando a la otra. Entretenido, ni demasiado denso ni demasiado insulso. Eccleston se va no sin antes decirle a la Billie Piper en el capítulo en que está más linda y mejor actuada de todos sus años que "tenga una buena vida, una vida fantástica" y está perfecto y preciso todo. Me di cuenta que iba a ver a Tennant asumiendo el rol de nuevo por primera vez y no pude dejar pasar el momento. Antes de que llevara ni diez minutos del último capítulo, puse la pausa y ajuste el reproductor para que, una vez terminado ese, empezara el primero de la siguiente temporada.

Lo di vuelta.


Y me reí, y entendí todas las referencias que antes había tenido que deducir y las cosas que antes no tenían carga alguna venían ahora con un peso por saber lo que había ocurrido antes y tener claro lo que va a pasar después. Es bueno darle una vuelta a las cosas, te da esa perspectiva, te hace girar sobre tu propio eje para salir jugando, para salir más rápido y más claro. Te puede hacer, sin duda, quedarte pegado en los mismos ciclos de siempre y hacer que te olvides de probar cosas nuevas, te olvides del mundo inmenso que está allá afuera, que es tan pero tan inmenso. Eso puede ser, ciertamente un problema.


Pero, se sabe, los problemas no son más que la parte del medio.
Allons-y!

martes, 21 de diciembre de 2010

[El lector]

Hoy, queridos y queridas míos y mías, está de cumpleaños un buen amigo de este humilde espacio.

Cuando lo conocí a Lautaro, este recién había entrado a la Pontificia Universidad y tenía el pelo más rojizo de lo que lo tiene ahora. En retrospectiva, puede ser que hasta lo tuviera medio verdoso. Corría el año 2003. Al año siguiente yo era su ayudante en el mítico curso de Contemporary Literary Theory, donde hacía cosas como vestirme completamente de negro salvo por un chaleco que yo percibía como amarillo intenso (pero que, se me ha hecho saber, era más bien verde limón). Y Lautaro se me acercaría en el recreillo que les daba en medio de los 80 minutos de clase para decirme

- Me gusta tu contraste.

Cosa que, lejos de ser una zalamería burda, como puede llegar a desprenderse de mi pésima narración, era un comentario honesto y sincero. En su momento le di las gracias por haber captado el gesto.

Los años nos dieron mil vueltas profesionales y personales y hoy por hoy, Lautaro trabaja con una buena amiga mía en una empresa que se dedica a leer titulares de diarios curiosos en busca de la maldad en el mundo. Esa es la versión simplificada, por supuesto, pero va por ahí la cosa. Hemos compartido momentos dramáticos, momentos hilarantes, fiestas de cumpleaños y un cerro de bibliografía y canciones varias, los que son los fundamentos de una buena amistad. Además, Lautaro es el posteador de turno en este humilde espacio, lo que nos lleva de vuelta a la primera frase de este post.

Uno podría decir muchas cosas sobre él, pero creo que la que mejor ilustra las cosas que lo vuelven un amigo de este blog es precisamente que, donde está lleno de zalameros burdos, Lautaro va y hace las cosas de forma honesta y sincera.

Ciertamente, un ejemplar en extinción. Feliz Cumpleaños, Lute, el video de abajo te va a traer buenos y malos recuerdos, seguro. No sé si lo vas a odiar, pero me tinca que puede ser de esas cosas que amas odiar, o que encuentras, sencillamente, la raja.
Señoras y señores,  en 1995 The Mike Flowers Pops cubría a Oasis apenas semanas después de que estos hubieran sacado su disco, aquí os va Wonderwall.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Coagula

Los alquimistas de la pre-modernidad, hombres y mujeres que no tenían que lidiar ni con la superioridad social de los médicos ni con las colas en las isapres, nos enseñan muchas cosas que, por estar precisamente libres de la influencia de cosas como las colas en las isapres, están mucho más cerca del proceso vital mismo y por ende son, a mi juicio, harto más útiles en un sinnúmero de planos que muchas de las sandeces que la modernidad y su prima post- nos ofrecen ya sea al gratín o en modalidad lleve 3 y pague 2.

Entre esas tantas cosas está el proceso natural de las cosas, el que los alquimistas, en un afán más moderno de lo que ellos mismo podrían haber anticipado, aspiraban a controlar a su alquímico antojo. Entendiendo que en este universo todas las cosas se separan o se disuelven, y usando ambos principios como fuerzas fundamentales (Solve et coagula), algunos de sus apuntes más interesantes nos llevan a la siguiente descripción de los pasos del proceso mismo:
1 Putrefacción 2 Disolución 3 Separación 4 Conjunción 5 Fermentación 6 Destilación 7 Coagulación

Todo esto acompasado al ritmo de los siete planetas clásicos de la antigüedad (que falta poco para vuelvan en gloria y majestad, considerando que a Plutón ya lo tiramos al Mapocho y no nos quedan más que ocho) y con distintas características aparejadas y dibujos e ilustraciones :



Y todo esto porque no puedo dejar de sentir, sobretodo cuando pienso en el cine y el entretenimiento de masas en general que ya está bueno de tanta putrefacción, disolución y separación y va siendo hora de que empecemos a juntar las manos, mover la colita y construir discursos más duraderos e historias que aglutinen más de lo que deconstruyen. Esto porque me cansa un poco ese afán de ciertas historias recientes (no quiero acordarme de ninguna, me disculpará) de querer explicarle todo a la audiencia y gastarse en crear racionalizaciones "coherentes" para cosas que no importa mucho que lo sean. Le voy a ceder la palabra al bueno de Grant Morrison, con permiso:

Si una niño está viendo La Sirenita sabe que esos cangrejos parlantes no son para nada como los de la playa, que no hablan. Los niños pueden establecer esa diferencia. En cambio los adultos no pueden hacer la diferencia entre la fantasía y la realidad, porque les muestras una historia fantástica y lo primero que te dicen es "¿Por qué están haciendo eso? ¿Por qué está vestido así? ¿Cómo pasó eso?"¡Cuando NO es real!

La suspensión de la incredulidad, la suspensión consciente de la incredulidad, que es un poco como levantar un pie, después el otro y darse cuenta que uno está volando, sin preguntarse mayormente cómo y sin que importe tanto, es una de esas cosas que no puedo dejar de creer que se están perdiendo. Me parece que hay mucha gente dejándose arrastrar nomás por la corriente de lo que le dicen que tiene que ver y me he visto en el último tiempo en más de un par de conversaciones sobre cine en las que se me ha respondido con un "pero es que es muy irreal". Si alguien me dice que algo es muy inverosímil, podemos proseguir a discutir porqué le parece así y encontrarle más o menos mérito a la mano del director, y podemos llegar a un acuerdo o no llegar a ninguno e irnos para la casa habiendo conocido de un punto de vista distinto. Pero si alguien me dice que a una película le faltan méritos por ser "muy irreal"... me quedo pensando si acaso mis interlocutores creen que en la oscuridad de la primavera, bajo el sauce, los peces asoman sus cabecitas y cantan Shalalalalalá Bésala a toda pareja que se de el trabajo de remar por esos parajes. Después pienso en las industrias que lucran con la cantidad de gente que tiene razonamientos esencialmente parecidos y como explotan y fomentan la desilusión colectiva.
No se trata de soñar cualquier cosa, señores, se trata de saber soñar. Es la receta para una vida feliz, ya lo sabían los alquimistas de la pre-modernidad.


Los alquimistas de la modernidad, en cambio, nos ofrecen pociones como esta:

sábado, 18 de diciembre de 2010

Túneles Temporales.

Soy un convencido de que la música es de esas cosas que trascienden a la vez que contienen y son contenidas por el tiempo. Una buena canción o melodía puede efectivamente atravesar un universo entero y, sin importar su duración, contener una vida o una historia más grande que una vida. La forma en que las canciones intersectan con nuestra experiencia de lo real es, pues, como un continuo que cruza un sendero sinuoso: nuestra vida da vueltas y gira y se devuelve, mientras la canción se mantiene derecha. Así, el tiempo no pasa de la misma manera dentro de la canción y cuando la volvemos a escuchar nos encontramos desorientados, sorprendidos de hallarnos en un punto que pasó hace años ya, para nosotros. Lo saben todas las personas que dejaron correr años de ruptura amorosa antes de volver a poner ese disco, lo saben todos los que se encuentran sonriendo, en medio de un mal día, con esa canción.

Yo estaba en una tienda el otro día (¿ayer?), todavía con el regocijo de re-conocer la ciudad ahora más cubierta por la nieve, deleitarme descubriendo qué canales están con su torrente congelado y dónde exactamente es que se quiebra el hielo en el río. En la tienda sonaban los villancicos de rigor para la época, en distintas versiones; así se separan los estilos y uno termina escuchando el mismo corpus fundamental de quince o veinte canciones a lo largo del día de maneras bien diversas: las cantadas por Andrea Boccelli y amigos, las cantadas por Ella Fitzgerald, las cantadas por Elvis y así. Cada una trae una carga especial y he llegado al punto en que me importa más la interpretación que el villancico en sí: sufro un poco con las de Boccelli, me gustan todas las de Ella y a Elvis lo paso en dos de cada tres. Pero estas canciones no me llevan a ningún lugar tan lejano en el tiempo, habiendo crecido medio ajeno a la fiesta navideña, la verdad sea dicha. No fue sino hasta hace dos años atrás que logré, muy de la mano de mi conviviente de ese entonces, empaparme un poco del espíritu de la época, ya fuera mediante canciones, películas o actividades como la construcción del propio árbol de pascua o la manefactura de la propia tarjeta (virtual, al menos ¿se acuerda? el año pasado no hubo y espero desocuparme a tiempo este año del último paper para poder hacer otra. Detalles más adelante). Por lo mismo, todas las referencias tienden a resbalarme un poco, ya que no es tan distinto [El Autor] de este texto en 2010 a [El Autor] de este texto en 2008. Lo es, ciertísimamente, pero no tanto-tanto. O al menos no tanto en comparación a otros períodos, dado que la cultura navideña no me lleva en caso alguna a la infancia. Si escucho el tamborilero, pienso en la versión del coro municipal de mimos de 31 minutos y me sonrío profundo, nada más. Pero yo estaba en una tienda, al principio de este párrafo...

Yo estaba en una tienda, al principio del párrafo anterior, y sonaban los villancicos de rigor. Era una de esas tiendas donde suenan distintas versiones más que la lista de un disco en particular y ya había sonado Elvis y alguien más mientras yo me daba vueltas por aquí y por allá. Estaba frente a un aparador con muchas cosas pequeñas cuando empezó a sonar una canción, instrumental, suavecita, seguida de un coro también suave. Y de repente, en el espacio entre un segundo y otro, no estaba más en la tienda, sino que tenía siete años y me despertaba temprano para ir a la pieza de mis papás, donde estaba el televisor en color y comía mi desayuno, que era una leche con chocolate y huevo a la copa, viendo el inicio de transmisiones del 13, sus documentales y después los dibujos que tocaran, y por qué es que daban tan a destiempo los especiales de Charlie Brown. Dadas las limitaciones en la programación infantil del canal del angelito, los personajes de Schultz se lograron escapar de mi rótulo de "navideño" por esos años y se las ingeniaron para quedarse ahí, viviendo en algún lugar de mi memoria, atravesando en una melodía simple un espacio de tiempo medible en décadas.
Para cuando me percaté que se me humedecían los ojos, habían pasado cinco segundos y yo seguía frente al escaparate pequeño, mirando hacia la calle, o al menos con la mirada enfocada hacia allá.


El pronóstico del tiempo dice que el martes nos va a nevar, qué mejor momento para salir a buscar la imagen precisa para la tarjeta de este año...

viernes, 17 de diciembre de 2010

No sé...

...qué soñé anoche, pero desperté tarareando Days Are Numbers del Alan Parson's Project...

Nieve de Verdad y el CantaAutor de Verdad

Caminaba ayer por el frío, de vuelta de haber comprado unas provisiones mínimas para alimentarme o al menos mantenerme en una suerte de estasis mientras esperaba, anhelaba como quien espera la Navidad o como alguna gente espera el Domingo por razones diversas, que mi cerebro se encendiera de una buena vez. Dejémoslo en que lo esperaba como quien se siente a esperar un acto de transmutación espontánea.

Caminaba ayer por el frío y tuve uno de esos momentos. De esos que usted conoce si ha pasado harto tiempo cerca mío (parece ser medio prerrogativa de las mujeres con las que he salido regularmente, en todo caso), esa secuencia de eventos en que una cosa llega a la otra y ahí estaba yo en medio de la calle devolviéndome pensando que se me habían quedado los lentes en la estación de servicio, al tiempo que me daba cuenta que en verdad los tenía en el bolsillo y se me caía un guante y al recogerlo se me cayó el otro y al recoger este se me cayeron las bolsas y todo así en un caos bien revuelto. La performance de Peter Sellers completa. En un algún lugar en medio de los arbustos cercanos, Blake Edwards debe haber dicho ¡Corte! porque pude seguir mi camino y llegar a casa más o menos incólume . Lo lindo de la vida es que sonaba una cierta canción del bueno de Boris Vian en mis audífonos que hizo que todo se sintiera, sino menos ridículo, al menos más sincrónico, acompasado.

Llegué a casa, anhelando compartir esta pequeña porción de la cultura universal con mis nexos virtuotextuales y....nada, ni un sólo link a la canción que sonaba de fondo. Había uno a una versión, bastante buena por lo demás, para piano y rubia cantarina, pero no era lo mismo. Y me quedé con la bala pasada...

Un buen rato...

Y la bala no dejó de pasar...

Así es que aplicando la vieja regla de que si no existe lo inventamos, apliqué todos mis conocimientos de edición, adquiridos recientemente para esa presentación sobre La Batalla de Chile y....

Hoy cociné con este y otros grandes éxitos de fondo. Probé con Radio Alegre, 91.3 en Ovalle, y no pasó mucho, la verdad. Me tocó un programa dedicado a las rancheras y aguanté dos rancheras y morí. Como eran pastas lo que cocinaba, intenté ponerle unas radios italianas, pero estaban llenas de hits anglo. Así con la globalización. . .

Hoy nevó de verdad. O anoche nevó de verdad más bien, hoy abrí los ojos y me esperaba Arlington así:
Y así me quedé en Arlington, mirando la nieve caer, intentando que el cerebro prendiera. Cociné, canté y bailé al ritmo de hits diversos, incluidas las dos rancheras, pero el cerebro sigue sin darse por entendido. Hoy no, quizás mañana sí...



 Ayer, en algún momento después de gritar ¡Corte! tras los matorrales en Arlington, VA, murió el señor Blake Edwards. Responsable de haberme hecho reír más de lo que podría decir y, más importante aún, de forjar el sentido del humor no sólo del [El Autor] de este blog sino también de un par de generaciones completas. Usted recuérdelo viendo cualquier película de la serie de La Pantera Rosa (con Peter Sellers, the one and only Inspector Clouseau) o The Party (con Peter Sellers, the one and only Hrundi Bakshi) o Victor/Victoria, o incluso 10.

martes, 14 de diciembre de 2010

La inercia.

El post anterior lo escribí cuando llevaba un párrafo de mi ensayito final para Class Fictions. Trabajaba con un ojo en otras cosas, pero a paso firme, habiendo leído todo lo que tenía que leer y habiendo subrayado todo lo que tenía que subrayar en lo que había leído. Pasito a paso, como salir a trotar.

Un paso, otro paso. Un párrafo, otro párrafo. Una cita perdida por acá, la transcripción de un diálogo incompleta. Trotando, cada tanto quizás tirar un manotazo, Balboa. Las escaleras de Philadelphia están lejos, pero una de las películas analizadas transcurría ahí. De hecho la estatua de Rocky salía ahí mismo, en los créditos iniciales de una.

Un paso, otro paso. Cada vez menos gente conectada a las redes sociales de rigor. De pronto se empiezan a conectar los que están en otros husos horarios. Escribe que te escribe, un párrafo, otro párrafo. Afuera el viento aúlla y no va a parar de aullar en toda la noche. En DC cae nieve, pero acá no. Acá sólo se escuchan los silbidos a través de los árboles y cada tanto el viento le pega empujones a la puerta de entrada. Escribe que te escribe. Llega la pizza, seguimos escribiendo.

Así se pasó la noche. Clareó y cuando mis ojos no daban más y mi cerebro se veía exhausto, el resultado estaba frente a mí: las quince páginas prometidas, 5328 palabras, un tercio de las vacaciones completado.

Hoy sigo en la misma cama, habiéndome desplazado en total unos diecinueve metros en el acumulado del día. El frío intenso y la recuperación necesaria dictaron las órdenes del día. Ahora mismo, aún sumido en la inercia, me dispongo a cerrar el día pronto, para que mañana empiece luego. Segundo round.

Eso.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Y ahora, a todo colors: Bone

Así como lo ve usted, el clásico de Jeff Smith que fuera presentado en el post anterior, re-editado por Scholastic a todo colors. Y si bien el original en blanco y negro era delicioso y alguna de sus secuencias juegan con la luz y sombra que sólo la tinta así puede dar, el trabajo de coloreado es sorprendentemente bueno. Y es una buena oportunidad para re-leer o visitar por primera vez la historia de los tres primos que algún día salieron arrancando de su villa para encontrarse envueltos en un conflicto de proporciones insospechadas.

¡Y puede ser suya!
1 - Out of Boneville.
2 - The Great Cow Race.
3 - Eyes of the Storm.
4 - The Dragonslayer.
5 - Rock Jaw, Master of the Eastern Border.
6 - Old Man's Cave.
7 - Ghost Circles.
8 - Treasure Hunters.
9 - Crown of Thorns.

El post en que le decíamos con qué programa ver los archivos es este, por si acaso.

Es bien particular mi relación con Bone, cuando recién salió recopilado en tomos yo estaba aún en el colegio y tenía sólo la noción de que existía este cómic independiente que era tan, pero tan bueno, o así decían. En cuanto la internet de 14 kilobytes por segundo me lo permitió, encargué los tres primeros tomos a la distribuidora de Jeff Smith mismo (Eran otros tiempos, mandé los datos de la tarjeta de crédito de mis papás por e-mail, y el mail me lo respondió la señora de Jeff Smith). En el diario mural que teníamos que hacer como parte del ramo de Filosofía en Tercero Medio escribí una larguísima reseña sobre una serie que, hoy, trece años después, con suerte deben haber leído dos compañero. En retrospectiva, fue la primera reseña literaria de mi vida.


Curiosamente, para cuando terminó, en 2004, la historia de los primos Bone había sido contada en 55 números. Eso, pero no sólo eso, los convierte en amigos y favoritos de la casa.

Una del terror y una del sabor

DEL TERROR: Ayer en mi país de origen hubo una parade. Sí, como la tradicional Macy's Parade, pero ahora sin tradición, sino que importada directamente desde Canadá. Más de medio millón de personas se volcaron a las calles persiguiendo globos gigantes con las figuras de bienamados personajes infantiles, todos lo suficientemente internacionales para poder ser importados directamente desde Canadá. Así, Papa Pitufo, Bob Esponja et al se posesionaron de la Alameda otrora de las Delicias. No tengo objeción alguna contra el concepto de Parade ni de los afanes de importar tradiciones, pero sí creo que es harto chanta cuando los personajes vienen todos importados. Id est: este humilde espacio comienza desde ya la campaña PEPE ANTÁRTICO EN LA PARADE 2011.
Me robé esta foto de la Internet:
porque me recordó a Bone, el cómic de Jeff Smith. Una fantasía humorística-épica preciosa, por años Smith tuvo a los hermanos Bone corriendo de un lugar a otro, amenazados por un extraño culto de confundidas criaturas que habían tomado por un presagio siniestro la aparición un día, en medio de su poblado, del siguiente esperpento:

el que, por supuesto, no había sido otra cosa que parte de la fraudulenta campaña política del corrupto Phoney Bone (el cártel completo decía "Phoncebile P. Bone Will Get Your Vote"), pero eso es otra historia. Historia que usted podría leer cuando quisiera y no se arrepentiría, se lo firmo.

DEL SABOR: Yours truly se despertó a las 5 am, renovado y descansado como si hubiera dormido más que las cuatro horas y media que en verdad durmió. Extrañado, decidió no mirarle los dientes al caballo que el destino le acababa de dejar en la puerta y se dispuso a adelantar en sus estudios y escribir, quizás, algún post en su blog. Sediento y con sólo una lata de Red Bull en sus habitaciones, optó por bajar a tomarse un litro de agua purificada antes de consumir la bebida energética, que seguro lo deshidrataría completamente. Fue en eso que se percató que estaba nevando....
Un poquito, al menos.

Antes de que se le ocurriera tomar su cámara, antes de que se le ocurriera escribir este post. Yours truly salió empijamado a congelarse por escasos segundos, con la lengua bien afuera, para capturar el primer copo del año. Suavecito, este no demoró en caer y derretirse en su lengua, con ese sabor neutro que viene imbuido de la felicidad de reencontrarse con una sensación que se creía olvidada del todo. No hay como la primera nevada del año.
Cantemos todos: "Hielito es nuestro amigo y es muy humano..."

domingo, 12 de diciembre de 2010

Globalízamelo: TuneIn Radio

TuneIn Radio es una aplicación para iPod e Iphone. Es una de esas cosas que uno se pregunta si realmente necesita en esta vida y la respuesta, como en el ochenta por ciento de los casos, es no.


Peeeeeero.



Pero no deja de ser un bonito ejemplo de la información moviéndose por el mundo. Tiene un repertorio de radios considerable, y tomo como prueba de su diversidad el que, con motivo de este posteo, estas líneas sean escritas escuchando Radio Millaray de Cañete.
Queda para la reflexión el que lo primero que escuché en Radio Millaray de Cañete fuera la versión que alguien hizo en Glee (!) de "Fuck You" de Cee Lo Green. La versión, llamada "Forget you" resume en la diferencia de su título con la original todas las razones que hacen que, finalmente, no haya visto Glee este año ni lo vaya a ver, francamente, nunca.

Y sí, fue un poco triste escuchar un programa importado y da para pensar si acaso las redes de la interconectividad global no son sólo para difundir la estandarizada cultura hegemónica y cada vez más desprovista de lo local a lo largo del Imperio...pero después escucho los anuncios de un supermercado regional que está regalando "una compra de 18 litros de bebida" entre sus clientes, las promociones de los vacunatorios públicos de la Región del Bío Bío, la enardecida voz del locutor que describe las bondades del Instituto Técnico que cuenta con

"una tía exclusivamente dedicada a cambiar pañales"

no puedo sino sonreír. Hay esperanza, ciudadanos. Hay esperanza.

Radio Millaray 98.5 en Cañete - Somos Románticos en Cañete.  Recomendación del día en LV55, el blog que aspira a, algún día, ganarse esos 18 litros de bebida.

Uno sabe que es el momento de levantarse cuando...

Se despierta una mañana de invierno (casi), afuera hacen 6 grados que son un lujo de calor a estas alturas y se encuentra con correo suspendiendo la cena de hoy bajo la verídica pretensa de "como no me respondiste antes pensé que estabas ocupado", intenta poner el BBC World Service y descubre que están dando, irónicamente, noticias de fútbol europeo. Y uno que acá no tiene noticias de fútbol alguno, pero que ahora, justo ahora no quiere escuchar del lindo deporte. Después uno se pasa a Klara, la radio belga de la música clásica que está en tu onda. Pero justo hoy Klara está dando un programa en que por cada cinco minutos de pieza hay veinte de deliciosa conversación en neerlandés, idioma del que uno sabe más bien poco y nada. Las redes sociales están llenas de gente que se queja del final de semestre o del audio en el concierto de ayer y los diarios, uf, los diarios. Siempre me ha llamado la atención como la página de emol pareciera tener una línea tan distinta a la del diario mismo. Igual de estúpida, pero con una vertiente diferente. Porque cuando la tercera noticia del día en Chile es que Miley Cyrus no está preocupada por que la han fotografiado o filmado fumando un producto absolutamente legal*, es porque algo pasa.

ENTONCES....

Es momento de levantarse y empezar a martillar este día. O, en las palabras de Diego Capusotto haciéndolas de Siddharta Kiwi: Nos enyoguisamos (/enshoguisamos/)...


*Este humilde espacio no tiene nada contra Hanna Montanah o la niña Miley Cyrus y tiene la esperanza de que su experimentación con la salvia divinorum le traiga, aparte de las risitas del caso, un ángulo diferente para experienciar la vida y así tomar mejores decisiones a la hora de elegir papeles protagónicos en el futuro. Albricias, Albricias.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Hey, hey, hey... (Otro de la homeostasis)

NO es el Goooordo Albeerto, pero qué más da. Usted sabe quién es. Y si no, investíguelo, hace bien.


Mientras hablamos, mi fiel y peludo asistente Chewbacca hace los cálculos para saltar al hiperespacio. 3 papers, 20 páginas para cada uno en promedio, 2 películas que ver, una bibliografía a revisar en promedio de 10 u 12 libros por paper, más los respectivos artículos por ahí, por allá. Saltos consecutivos el 17, 20 y después la imprecisión del último deadline. No la tiene tan fácil Chewie, pero es un navegante eficiente.

El mundo ha seguido girando y este Jueves salimos a celebrar que el semestre había terminado. Joel se había ganado un happy hour para todos en un sucucho local y allá fuimos buena parte de los aspirantes a la maestría en inglés. Si eso no resulta, al menos la maestría en ingesta alcohólica la tenemos más que ganada. Summa cum laude. De lo que pasó, no pasó, se dijo, se gritó, cantó y bailo esa noche no diré mucho. Bástese decir que Yours Truly figuraba al día siguiente con una sonrisa medio indeleble de oreja a oreja, afónico y ni todo lo cansado que podía haber estado. Lo que sí tengo que darle por notificado son:

NUEVAS PRUEBAS DE LA CONDICIÓN HOMEOSTÁTICA DE LA VIDA

Hoy: El día de los taxis.

Habíamos ido a ver Black Swan (Comentario más adelante) y teníamos que volver corriendo a la universidad para la clase de las 4:10. La peli terminó a la 3:50, así es que un taxi simple y barato bastaría para cortar la breve distancia y permitirme llegar justo y sin tener que sudarla tanto. El efectivo gesto de levantar el brazo completo en un ángulo de 115 grados sobre el tronco y el taxi que se detiene, no sólo por el gesto, sino porque su anciana pasajera venía llegando al cine, seguro que a ver Black Swan en la función de las 4, apurada desde su clase que debe haber terminado a las 3:40 o algo así. La anciana pasajera, eso sí, apurada como estaba, se olvido un billete de cinco dólares en el asiento.
Se lo devolvimos.  Fin del Acto Uno.

Comienzo del Segundo Acto y Final: madrugada en DC, habiendo el Metro cerrado sus puertas a las 12 no nos quedaba otra que irnos en flotillas de taxis. Todos para lados distintos, más o menos. Yo era el único con destino final Arlington, así es que caminé un rato con uno de los grupos que iba para Maryland, saqué efectivo del cajero más cercano y, llegado el momento, realicé el efectivo gesto de levantar el brazo completo en un ángulo de 115 grados sobre el tronco. El taxista me llevó por las vacías calles y autopistas de la manera más efectiva que recuerdo y el viaje, que no era corto, salió apenas quince dólares. Sí, apenas. He recibido y visto como otros reciben palos muchísimo más grandes por distancias muchísimo más cortas.
Transcurrida la distancia, dadas las instrucciones finales en la más raspada de mis voces, me bajé del taxi y no alcancé a cerrar la puerta cuando me di cuenta que se me quedaba un arrugado billete en el asiento.
Apenas llegué a mi pieza y cuando el calor de la calefacción central me estaba recordando que sí tengo facciones, saqué el billete del asiento. Veinte dólares. Pero, recordará usted, yo había sacado la plata de un cajero, no podía tener un billete tan doblado. Saqué el resto del dinero e hice arcas. Esos veinte no era míos. El universo me había regalado un viaje en taxi gratis.
Y cinco dólares, probablemente la propina de una anciana que llegó al cine muy apurada, quién sabe de dónde.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Our sentence

Semana de clases finales. Semana del frío polar ártico. Semana que partió con Yours Truly combatiendo un incipiente resfrío y que lo tiene hoy mismo ganando la batalla. Detalles más adelante. Está yica la oscilación térmica, yendo de los -5 a los 5. Uso gorro, bufanda y guantes. Ropajes múltiples también. Tomo medicamentos y me cuido. Pero de que hace frío,  hace frío. Lo peor son los días despejados, con esa luz pálida, como iluminando un mal sueño. ¿No dije esto antes de alguna forma similar hace poco?
Esta semana termina el curso de Class Fictions y la última clase le lleva el hip-hop, así es que me he cultivado un poco más en la historia del género(la semana pasada fue el country y SUFRÍ) y he tenido excusas para repasar la discografía del bueno del Kanye.

El llamado de Cantona a boicotear los bancos es de las cosas que más contento me han hecho en el último tiempo (ciertos villancicos en ciertas tiendas también, pero eso es otra historia). Siento que el principal problema de este mundo es la creciente desigualdad en las condiciones de vida, desigualdad que no puede llamarse "sistema" porque es una de esas especificaciones terribles: un sistema desbalanceado que apunta a la especificación donde muchos tienen poco para que pocos puedan tener mucho. La última vez terminó con sangre y rodaron cabezas, literalmente. Cruzo los dedos, rezo por vos, como Charly. Rezo por vos también, Charly, siempre. Vivimos en un mundo en que el vertiginoso avance de la tecnología hace a cada minuto más evidente lo inoperantes que son los mandos medios: los bancos, los representantes civiles, las multitiendas. En su ocaso, dichos mandos medios apuntan a estrujar lo más posible a la gallina de los huevos de oro, mientras intentan incesantemente amarrar leyes, protecciones y resguardos para seguir robando y abusando. Producen películas y programan canales enteros para aturdir, diseñan aplicaciones e inventan redes sociales que no amarran más que las imaginaciones colectivas. Nos gobierna una clase anquilosada que hace lo posible para que el mundo vaya a su ralentizado ritmo. Una clase mercantil, donde todos son amigos de todos y todos quieren que nadie más sea su amigo. Operadores políticos, comerciales, militares, todos tratando de sacarle el último trote a la gran máquina. Mientras tanto, la tecnología para una democracia de representación directa existe, los medios para una igual distribución de bienes, productos y propiedades culturales ya está ahí. Falta que cambiemos el sistema operativo. Falta que nos deshagamos de doscientos años de prácticas que nunca estuvieron tan bien en el primer lugar. Está en nosotros.
Como tal, van a pasar por lo bajo tres generaciones más antes de que atinemos. Y eso siendo el optimista recalcitrante que tiendo a ser. O quizás no, quizás tenga que tener más fe en el futuro, cerrar los ojos y atesorar un eventual porvenir mutante, donde los niños pokemones de ayer se cansen de tener a Zaldívar en el congreso, se cansen de la idea de tener un congreso siquiera y en vez de decir "¿y a mí que?" digan "yo no más". Responsabilidad personal y responsabilidad ciudadana: Entender el lugar de uno en el mundo y así construir un mundo donde yo pueda ser quien se me antoje ser y el de al lado lo mismo y todos bien. Entender que hay ciertas garantías mínimas para la convivencia y de ahí en adelante TODO es posible. Entender que no hay tal cosa como buenos y malos sino que vivimos en un eterno sistema de diferencias, un sistema donde el centro es inalcanzable y excéntrico. El viejo Derrida lo ilustraba tan claro en sus primeros libros y los envidiosos le pegaban palos por ser "incomprensible", después lo halagaban por sus últimos libros diciendo que tenían "una ética tan linda". Y el mensaje final es el mismo, del momento en que dejamos de lados nuestras prejuicios y entendemos la estable tensión de inestabilidad que encadena todo es fácil dejar entender que no hay nada más lindo que la diferencia. Y todos somos tan diferentes.

Algún día.

Algún día como en el 2012 de The Invisibles y esa página final donde Grant Morrison pone a Dane McGowan despidiéndose así mismito:

Algún día nos pegaremos la avispada global. Mientras tanto, despídete con un beso mejor será:

Navidad del '99 y en mi estado de depresión clínica yo aún creía en tener un cassette listo cada vez que Los Tres tocaban en la radio, porque siempre salían cosas buenas, porque el grabador de CD me lo había regalado recién para esa fiesta y la posibilidad de conectar la radio al computador para registrar en un formato paupérrimo algo que después pudiera grabar costaba un reino de cables y conexiones infinitas, sin contar con la escasa capacidad de la CPU de mi tarro de esos días, y de los tarros en general por esos días. Así, terminé grabando esta versión del tema del viejo Buddy. Ahora podría grabarla en excelente calidad de un aparato más chico y más liviano que el cassette que la tenía originalmente. Aparato con el que me levanto en las mañanas, escucho el BBC World Service antes de pasarme al programa de Pergolini en la Rock&Pop Argentina, antes de (mañana) darme un alto en los estudios para ver a la U contra la Unión. Si todo fluyera así, si todos siguiéramos el camino de la información, quizás nos pegaríamos aquella avispada global. Ojalá le quede poco a esa sentencia, mientras tanto, ahora sí que sí, el espectro del '99, Los Tres jugando a ser Buddy Richard:


martes, 7 de diciembre de 2010

Hoy: ZUCUNDURUN ZUCUNDURUN

O algo así.

PEEERO ANTES - UN LLAMADO A LA REBELIÓN Y LA DESOBEDIENCIA CIVIL DE PARTE DEL RETIRADO FUTBOLISTA FRANCÉS ERIC CANTONA.



Miralo a Cantona qué bien. Y uno que lo recordaba saltando a las gradas para pegarle a un hincha. Los franceses, que son malitos para esto de la manifestación se han organizado con firmas y adherentes y juran, no por Dios, sino por la Luz o las Bellas Artes, que mañana al menos unos 40.000 individuos retiraran su plata de los bancos. En Inglaterra el Guardian, periódico grato si los hay, ya ha publicado, aparte de la entrevista con Eric el Rojo, una serie de reacciones de economistas sobre cómo este tipo de actos "nos perjudican a todos". Y si el Guardian, bastión de la izquierda moderada con cabeza, cae en este tipo de apologías, uno no puede más que intuir que el bueno de Cantona ha dado en el clavo.
La mejor de las suertes, y mi grano de arena, mañana.

AHORA SÍ QUE SÍ, AVANZAAAANDO LA NOCHE CON DONALD Y LAS OLAS Y EL VIENTO (zucundurun zucundurun)


domingo, 5 de diciembre de 2010

Pero antes: Un frigidaire...

Un jolli scooter,
Un atomixer,
Et du Dunlopillo
Une cuisinère
Avec un four en verre
Des tas de couverts
Et des pell' à gateaux...

Todo esto con pasitos de baile y movimientos de cintura a lo Ed Grimley (dibujo animado, no el sketch de Saturday Night Live), una sonrisa bien grande y mucha felicidad.

Hoy: RACATACATACATACATACA TACA

Mañana: Zugundurun-zugundurun

sábado, 4 de diciembre de 2010

Inmersiones.

Uno va por la vida escuchando el único y homónimo LP de The Drums, un disco de poprock con guitarras suaves, baterías acompasadas rítmicamente y una sarta de canciones agradables-pero-nada-nuevo-bajo-el-sol, cuando de repente:



Canción que le hubiera quedado un poquito mejor a Joy Division quizás, pero qué más da.

Estoy saltando al hyperespacio ese que son los papers finales, así es que el flujo de posts se verá influido por eso: quizás hayan menos porque estoy trabajando, quizás hayan más porque estoy más frente al computador y necesito sacar la vuelta tecleando un rato.
Afuera hacen dos grados Celsius, empezando a repuntar un día que oscilará entre los menos dos y los siete. El viento no zamarrea tanto a los árboles, así es que va a estar pasable. Mi nombre es Cooler O'Coonnor y usted ha estado leyendo Inmersiones en LV55, el blog que cree que una canción hace todo tanto más fácil en esta vida.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Todavía las hacen así: La última de Disney.

Repasemos:

Princesa cantarina: check.
Princesa cantarina que no sabe realmente que es princesa: check.
Madrastra malvada: check.
Animales que las hacen de compañeros a los héroes de la historia: check.

De entrada, Tangled, la última de Disney parece repetir una vieja fórmula. La gracia está en que hace años que no veíamos esta vieja fórmula bien ejecutada. Y la echábamos de menos. O nos dimos cuenta que la echábamos de menos y no nos habíamos dado cuenta hasta ver Tangled. Porque por años se criticó cierto agotamiento en la fórmula de la historia tradicional adaptada a la animación Disney en tanto gastada y repetida. Así, crecientes fueron el número de fracasos, parodias y esperpentos varios, hasta que la compañía encontró la luz mediante la fórmula Pixar, que no tiene números musicales, y cuyas narrativas pretenden claramente insertarse en el contexto actual. Incluso Wall-e, la más extemporánea de las producciones de la subsidiaria, apunta a los telegorditos del hoy. Atrás quedaron los días de las princesas cantarinas y sus héroes. Y el último de los clavos en el ataúd fue la princesa negra de Louisiana aquella, cuyos motivos para fracasar ciertamente son dignos de un análisis más extenso.

Pero Hoy: Tangled.

Hoy Tangled porque se alza como un triunfo para la animación computarizada, capturando perfectamente el estereotipo Disney de diseño de personajes de una forma armónica y bien montada. Porque trae de vuelta una tradición que parecía perdida y rescata la fábula por sobre la metáfora. Da para pensar cómo el mundo de hoy se puede estar necesitado de este tipo de mensajes y queda para considerar si estamos ante una derrota por fátiga de la metáfora como recurso. Ciertamente la repetición incansable del mainstream Hollywood ha jugado parte en eso: cuando el mensaje es servido como papilla en la boca, el espectador termina acostumbrándose y perdiéndose en el código. Un cambio de códigos se agradece, sobretodo en estos tiempos.

Tangled hace todo bien. Plantea una historia sencilla, no cae en excesos, tiene una animación grata. Incluso su versión 3-D es harmoniosa y, si bien da lo mismo en qué formato se vea, al menos no molesta ni se siente tan como un recurso barato, siendo Avatar quizás el mejor ejemplo de estas dos últimas pestes.

Quizás el único punto que incómoda ligeramente son un par de narraciones en off donde la producción parece querer hacerse cargo de la idea de modernizar los cuentos de hadas, el guante que Shrek y Dreamworks lanzaron hace tantos años ya. Irónicamente, hoy la franquicia de Shrek está demolida por la repetición y se siente tan zonza como la parodia que pretendía ser. Y Tangled es ese retorno al comienzo del ciclo. O al menos eso espero, porque en nuestros tiempos posmo cualquiera puede contar una historia y enredarla hasta que parezca que a lo mejor dentro de esa madeja se oculta algo interesante, pero contar una historia de principio a fin, sencilla, simple y acabadamente es un arte. Y Tangled, ironizando sobre su propio título, lo logra impecablemente.

Vaya a verla, disfrútela, y permítase preguntarse cómo es que la película apela a las fibras justas para resucitar un género, en vez de sobreexplotarlo.

Y si la animación en computadores no es lo suyo, pensará, como [El Autor] de este blog, que con esos créditos finales se pudo haber hecho tremenda película en sí. Y si le gusta, enhorabuena, porque es como tener el postre preciso para paladear un buen plato.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Sólo esto.

Sólo texto.

Supongo. Quién sabe. Escribo desde un sistema operativo distinto, una plataforma que es al mismo tiempo más moderna y más arcaica. Como tal, este post viene sin links ni efectos especiales. Usted lo verá con el formato de siempre, yo lo veo en esa letra que me recuerda las máquinas de escribir, un universo entero atrás, cuando todavía creíamos en algo que se lamaba "corrector", o así me cuentan los ancianos de la tribu.

No estoy muerto ni he andado tan de parranda como algunos medios han publicado. Vino Thanksgiving y se fue, las tiendas se están iluminando de Navidad y los fines de semana las familias salen a comprar el pino del año. En lo personal he tenido unas cuantas experiencias de muerte y resurrección, lo que ha sido bueno. Cortesía de la ineptitud del Banco de Chile, pasé funestos días en los que conocí el hambre y tuve que batírmelas con lo más mínimo de lo mínimo. Fue largo, fue duro, y una vez que pasó me encontré renovado en formas que no habría podido anticipar. Siempre es bueno cuando pasa algo así, lo que viene después es encontrarse uno mismo con un upgrade, capaz de nuevas cosas, dispuesto a nuevas experiencias. Y siempre es un gusto redescubrirse.

Hago una pausa para escribir "Sólo texto." y miro a la derecha mi pequeña biblioteca local, que está más llena de libros con texto e ilustraciones que libros de sólo texto. En ese sentido, no me quiero meter en las definiciones posmo del texto. Y eso que acabo de ver por cuarta vez en mi vida la Ted Talk de JJ Abrams.

Pienso en la construcción del yo a través de un cuerpo textual, el que curiosamente será el tema de uno de mis papers finales. Abajo, uno de mis roommates silba insoportablemente. Como mi abuela Raisa. Y a mí que me duele un poco la cabeza, por el frío de la tarde más que por cualquier otra cosa. Nota mental, comprarme o un distinguido sombrero o un gorro como el de Tito, de la Pequeña Lulú.

El soundtrack del día estuvo cargado a Apples con "Theo", una canción piola, upbeat y medio standard, pero bien pegajosa. Aparte es fácil cambiarle la letra a "Theo, Theo, get yourself together, we all make mistakes"...
Había otras, pero cuando abrí facebook en la noche, ya en casa, la Javi Cifuentes había subido el video de The Sundays para "Here's where the story ends". Mis mejores recuerdos de esa tremenda canción son hallarme en estado de absoluta miseria, con el corazón trizadísimo en treinta y tres pedazos y, en la populosa soledad de una estación de servicio, escuchar salir desde los parlantes la meliflua voz de Harriet Wheeler cantando

It's that little souvenir//from a terrible year

Y habiéndome dado cuenta de lo ridícula de mi patética situación, haber respirado profundo, cantado el coro y haberme reído de mí mismo. Fin del asunto.

Y ya que estamos en esas, terminemos este post.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Hipotéticas

Me gustaría escribir un post sobre lo mal que están las cosas en el mundo, la forma en que las telecomunicaciones se han encargado de hacer patente la inmensa estupidez de la inmensa mayoría de la especie ([El Autor] de este blog incluido, qué duda nos puede caber a estas alturas, mi buen lector). Un post sobre la gente que se queja de todo y no propone alternativas.

Me gustaría, también, escribir un post sobre los infinitos matices que pueden advertirse entre todos los tonos de amarillo en las hojas de otoño tumbadas por el viento antes de la lluvia. Hablar de la humedad del aire y el crujir sutil antes de un lluvia perfecta. De la oscuridad de la noche y las luces de la ciudad contra los árboles configurándose como una constelación de otro, otro lugar.

También un post sobre las intensidades del amor y la esperanza, la belleza que se encuentra en la honestidad y la ingenuidad. Lo indescriptiblemente complejo y sofisticadamente simple que es todo.

Explayarme largo y tendido sobre los perversos sentimientos que aún me inspira Jaime Guzmán Errazuriz, contarle de los soliloquios que dan vueltas en mi cabeza cuando voy y vuelvo al metro y pienso en el estado de las cosas en el mundo.

Un post para narrar todas las ideas que tengo y que se quedan colgadas como de la puerta de una micro amarilla. Un post lleno de historias y otro lleno de teorías. De las cosas que se mantienen, los puntos fijos  en el tiempo y de la forma en que todo muta. De la vida como una construcción cíclica y de los extraños sueños que he tenido ultimamente. De la forma en que, cuando siento algo muy intensamente me duele el pecho y de como cuando cierro los ojos y escucho un ruido muy fuerte, veo un centellar en la oscuridad.

Escribir una crónica discográfica sobre la carrera de Fito Paez y describir el momento exacto en que su carrera alcanza el punto zenit y comienza lentamente a desvanecerse. Escribir para liberarme de la urticaria profunda que me produce la Beatlemanía y para intentar capturar el gusto de ver escupir a James Hetfield en medio de Battery.

Un post que encontrara la manera de describir un modelo perfecto, una representación tridimensional de un constructo teórico. Porque ya va siendo hora de que empezamos a modelar nuestras representaciones de la realidad con volumen ¿no? Un post para describir, en trescientas palabras o menos, una experiencia psicodélica.

Un recuento de los días en que pasé hambre en mi vida, de la forma en qué escribí salidas posible para el peor de los escenarios y terminé escribiendo un cuento que terminó apareciéndose en la realidad casi al pie de la letra. Conectarlo con esa inédita segunda parte de esa inédita novela y el capítulo en que cada alusión se cumplía en a lo más tres semanas.

Esos son algunos, unos cuantos, los que están rondando. Quedan 2 días para Acción de Gracias y 31 días para Navidad. Acción de Gracias es uno de esos feriados que secuestraría, tergiversaría, cambiaría todo sobre ellos, pero me dejaría el nombre y el rito de comer rico.

Es bueno dar las gracias.

martes, 23 de noviembre de 2010

Todavía los hacen así: El Último de Kanye

Filtrado a la red la semana pasada, las críticas y evaluaciones para el nuevo disco del bueno de Kanye se dispararon a los cielos. En términos de estrellas y todo. Hacía mucho, mucho que no veía a tanta gente soltar tantas líneas de halago, tanta crítica repartiendo 9.8 de 10, cinco estrellas de cinco y así. Como es mi costumbre, y a pesar del mucho gusto que me han traído las producciones del egótico rapero, desconfíe de tanta maravilla proclamada.


Llegué a casa hoy, bajé el disco como buen hijo de vecino y lo puse de fondo mientras trabajaba. Naturalmente, le puse más atención al principio, siempre con esa mirada de ojos entrecerrados y el sonido de un "Hmmmm" de fondo, listo para tomar apuntes de todo lo que no me gustara.


Me duró, exactamente, 25 segundos.


Y yo que pensé que ya no los hacían así: My Dark Twisted Fantasy es de esos discos que, en efecto, te obligan a escucharlos pista a pista. Tiene un ritmo interno y a veces la tentación de adelantar un track, con ganas de descubrir una pista aún mejor después, es grande, pero el mismo disco se impone y te da el respectivo varillazo en las manos. Quédate tranquilo, con mesura se disfruta más.

Y como en todas partes van a hablar del sonido "épico" del disco, de la realización final tras años de berrinches del Sr. West, del bizarro dream team del hip-hop que se pasea de invitados (mitad clásicos como RZA, mitad novatos), de esas orquestaciones acompañando, de la forma en que este disco pareciera mezclar todo lo mejor de los anteriores, de ese momento en que parece que las canciones no se pueden poner más depresivas y aparece Chris Rock con unas líneas de comedia desquiciada, y así; este humilde espacio, que siente genuinas simpatías por todos aquellos que se reconocen egocéntricos y no les puede importar menos porque saben que el mundo, en efecto, gira alrededor de nadie más que de ellos, toma este disco como, precisamente, un triunfo para los que creen en sí mismo, a pesar de todo. Y a pesar de todos, a veces.

Porque cuando Kanye West debutó con ese impresionante "The College Dropout" se llevó todos los laureles de niño prodigio y como todos los niños prodigio se encontró un par de años más adelante con una horda de gente pidiéndole más y más de lo mismo. Y West nunca dio más de lo mismo. Empujando siempre hacia adelante, buscando nuevas cosas que hacer, el rapero que no escucha rap sino a Thom Yorke porque "tras un día de trabajo lo último que quiero escuchar es más rap todavía ¿Porqué habría de escuchar siempre lo mismo?" aguantó todos los golpes y todos los quiebres tras su disco anterior, que para colmo venía precedido de la muerte de su madre y la ruptura con su novia. Un año a la fecha, Kanye parecía haber perdido todo lo que lo había distinguido en sus comienzos como un músico diferente, particularmente en el medio del hip-hop: la diferencia en sus temáticas, el estilo en el vestir, la cordura en general de tener una relación estable en medio de un mundo de plástico. Remató con un disco con extraños beats y auto-tuning, un disco en bruto, que pudo haber sido tanto mejor si sólo su autor se hubiera dado el tiempo de pulirlo. Pero Kanye no estaba ni por ahí, al parecer.

En medio de esto, su mántrica repetición de que era el mejor artista del mundo o que iba camino a serlo parecía cada vez más paródica. El Kanye de College Dropout o Late Registration, incluso de cierto Graduation podría haber dicho eso y ser tomado más menos en serio, el de 808 and Heartbreaks lo decía y recibía todas las burlas del caso. Hoy, de nuevo, está para darle algo de crédito. Aunque no lo diga, está ahí, a lo largo de todo el disco. La metáfora es más que evidente, tras la trilogía dedicada a la universidad y el disco sobre rupturas y pérdidas, que es de esas cosas que suelen venir cuando uno termina la universidad, sale un disco duro, maduro, recopilando lo mejor de épocas pasadas para generar algo nuevo. Si Graduation era un disco para alegrar los días de fiestas, de The Good Life y The Glory (y the Hot 'n Drunk Girls), My Beautiful Dark Twisted Fantasy es un disco para levantarse en las mañanas en que no hay más que el vacío de la adultez. Ese perfecto vacío que viene acompañado con la responsabilidad de ser llenado día a día, antes de que te lo llenen. El disco no es sino la respuesta de un hombre a esa pregunta e inquietud. Y hace un tremendo soundtrack para todos los demás. Can we get much higher?




Ahora vaya y bájelo de su forma favorita, porque el audio de este video no le hace justicia al quiebre de entrada de un gran disco.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Catárticas post-traumáticas.

Sucedidos los acontecimientos, minuto 28 del segundo tiempo, partido igualado a dos, la U con un hombre menos dada la expulsión de Iturra. Penal.


Rivarola.



Palo.
IpsofactopenalparalaUCexpulsióndeJuánGonzalezMirosevicGolnuevecontraoncelacosaquedamásqueclarayel4-2enelminuto94noesmásqueunaredundancia.


El comentario que mejor resume el partido, desde la perspectiva de este humilde servidor es: "Ay"

Catarsis - Hora de recordar.
Hágase una idea: Arriba - Cristián Mora, Eduardo "Gato de Yeso" Fournier, Roberto Reynero, Carlos Soto y Morales. Abajo - Hugo Bello, Pepe Castro, Walter "Tanque" Fernandez, Juan Soto, Franz "Otto" Arancibia y Mariano Puyol
Año 91 del siglo pasado, papá, mamá y yo yendo a Santa Laura. Ubicados en el equivalente a la tribuna Pacífico (nunca me supe los nombres de las tribunas del antiguo Santa Laura, seguro que el señor Segovia ya las rebautizó a su pinta en todo caso). El 91, queridos amigos, fue lejos uno de los años más oscuros dentro de una época particularmente oscura para la entonces Corporación de Fútbol de la Universidad de Chile. Habiendo ascendido a primera recién el año anterior, la U terminaría en los últimos lugares de la tabla, jugando la liguilla del descenso. A finales de ese año estábamos tirando fuegos artificiales por no haber descendido. Para colmo, terminada la intervención militar en la Universidad, las nuevas autoridades tenían manga ancha para quitarle el nombre al club, cosa con la que amenazaron una y otra vez. La expresión "perdió hasta el nombre" se veía particularmente textual. La Universidad terminó finalmente cediendo, so condición de que el presidente de la institución fuera alguien ligado a la casa de estudios. Entraron en escena sucesivamente Mario Mosquera y René Orozco, pero esa es otra historia.

Esta historia me tiene a mí, a mis 10 años, yendo al estadio con mis padres, en un año en que ir al estadio estaba mucho más asociado al sufrimiento que a la gratificación emocional. Si la Universidad quería quitarle el nombre al equipo era en parte por los destrozos que generaban sus barristas, los cuales ventilaban su rabia por tantas cosas en un equipo que ganaba un domingo de cada cinco y que había tenido unos últimos años durísimos. Los medios hablaban del "fenómeno social" de este equipo que perdía y perdía y cada vez llevaba más gente a los estadios. Se formaba una suerte de mística: mientras Colo-Colo perdía un partido y se encontraba con su estadio a un cuarto de la capacidad el domingo siguiente, la U cada vez arrastraba más y más seguidores. Al parecer en la academia no estaban las cosas para hacer el evidente correlato con la situación post-traumática que vivía al país tras el regreso de la democracia, y ahora es un poco tarde para escribir un paper completo sobre un pueblo identificándose con un equipo alguna vez glorioso y ahora tan pero tan mermado. El antecedente queda en todo caso.

Ese partido, hace casi veinte años, estaba igualado a dos también, con el sudor de un equipo entero. No cabía lugar a dudas de que Católica tenía un plantel que estaba a años luz de un equipo cuya estructura básica era la de uno de segunda división. Todo lo que a la Católica le parecía salir fácil a la U le costaba un mundo. Católica, como hoy, partió ganando. Una vez, dos veces. La U, como hoy, empató una vez, dos veces.

Después lo echaron a Puyol.

Y se acabó el partido parejo, el balance de dos fuerzas de por sí desiguales se terminó de ir al carajo y Católica, sin despeinarse, pasó la aplanadora y ganó 2-5.

El problema, una vez más, no fue perder. El problema fue haber estado cerca de ganar o haberlo dejado todo en el esfuerzo por empatar. Al punto que el sobreesfuerzo terminó rompiendo el engranaje y todo se derrumbó dentro de mí, dentro de ti. El fútbol, el más injusto de los juegos, tiende a darnos lecciones de vida como esa. O tiende a reflejar lo peor de la vida de esa forma.

Lo de hoy no fue tan terrible por el resultado, quedarse fuera del campeonato y relegado a la liguilla para llegar a la Libertadores nada más. Fue terrible por el palo en el penal de Rivarola, por la forma en que un equipo claramente inferior dio todo y no bastó y quedó tirado y descompuesto y a merced de un cuarto gol que es signo de lo que terminó siendo la tarde: Pratto entra solo al área recibiendo un balón por la espalda y fusila a Pinto que nada podía hacer. Pratto entró solo porque la U ya tenía dos menos, así cuesta mantener las marcas. De nuevo, el exceso de esfuerzo de un equipo que no entiende su lugar en el mundo o que aspira a ser más de lo que es termina así masacrado.

No siempre, en todo caso. El campeonato 94 nos dio un final feliz, de esos en los que sólo falta la princesa en vestido con vuelos y los animales que hablan (el Mono Riveros jugaba en Wanderers por esos días). Un equipo que, de nuevo, siendo inferior a su contrincante, teniendo muchísimos menos recursos -Católica contaba con un plantel armado con tres seleccionados argentinos y figuras de primer orden, la U tenía apenas un debutante juvenil de 18 años, oriundo de Temuco, y no teníamos forma de saber que iba a terminar siendo más grande que los otros tres juntos. No en ese entonces, por lo menos- habiendo sufrido catastróficas caídas en la primera rueda, el equipo remontó, aguantó y esa noche del 14 de Diciembre hizo lo suyo: esperó, se salvó de la raya en una o dos jugadas y cuando todo parecía decir empate, ganó con un gol inolvidable. Un sólo gol. De menos a más.

Con todo, la jornada aquella del 91 me marcaría por siempre. Por primera vez llegué a casa de vuelta del estadio sintiendo genuinamente que algo andaba mal. La pena y la rabia de toda esa gente combinaban con mi profunda frustración. Parecía tan cerca. Una actitud que quedaría moldeada por años en mi psyché, el dolor de hacer más de la cuenta y terminar cavando tu propia tumba. Ese día supe que nunca me iba a dejar de gustar ese equipo azul. Que valían las burlas de los Lunes y las peleas por el fútbol, que el precio de creer en algo aunque todos los demás te apunten con el dedo y se ufanen de todo lo que ellos tienen y tú no sí vale la pena. O quizás no. Quizás todo sea un juego nada más y esto esté absolutamente fuera de proporción. Pero aún así, dada la elección, elijo creer y desproporcionar todo lo que se relaciona con este juego, como otros eligen ser desproporcionados en su religión, sus hábitos alimenticios o su amor por los animales. Ninguno es, realmente, más importante que el otro, y en esa elección libre, absolutamente relevante y totalmente intrascendente a la vez, está lo más lindo del ser humano. Ser como verbo, claro está.

Querido lector, gracias por acompañarme en esta tarde de domingo. Doy por cerrada esta sesión catártica con una canción que servirá de pie forzado para un post-futuro. Los Fabulosos Cadillacs cantan para usted esta pequeña joyita del disco aptamente titulado El León. Con usted: El Crucero del Amor.