lunes, 10 de octubre de 2005

Superhéroes y Continuidad... ¿series o teleseries?

Tras todos estos años, y estando demasiado viejo ya para comprometerme con cualquier discusión sobre la naturaleza artística del comic, sigo maravillándome por la habilidad de los crossovers para mantenerme leyendo serie tras serie de irrelevantes súperheroes. Por más que trato, no puedo dejarlos. Me confieso una suerte de adicto a estas historias de medio pelo, como otros lo son de las teleseries locales o de las series de TV por cable.
Todo comenzó hace más de 10 años ya, redescubriendo mi amor por los X-Men en aquel evento llamado The Age of Apocalypse, y hasta el día de hoy, con el advenimiento de los comics scanneados (sacrilegio para el papel de aquellas obras sublimes, pero TAN práctico a la hora de leer mainstream) me persigue con un afán que me hace cuestionar todo lo que creo en términos estéticos.
El género de superhéroes, si bien capaz de producir joyas en la medida en que se someta al talento de una mente creativa y a reglas reducidas (como la unidad de acción, a la que Aristóteles tanto bombo le daba y que sólo el término "serial" siglos después, podría demostarnos todo lo importante que era) está, básicamente, atado a las condiciones espacio-temporales que lo constituyen: ha de aparecer periódicamente con 30 días de intervalo (o 15 como los X-Men de los 70s) y constreñido a las 24 páginas de historia que habitualmente se le asignan. Suceptible a captar lectores cada mes, el cómic mainstream (a falta de mejor término) gasta desde unos cuantos paneles hasta un par de páginas en recordarnos lo que ha ido ocurriendo hasta la fecha, y también por lo general los nombres de los principales participantes de la historia. Ahora bien, como estos son propiedad de la empresa que distribuye y publica las historias (quien es libre de hacer aparecer a los personajes en cuántas revistas mensuales se le antoje) y no del escritor, quien asume de antemano esta restricción creativa, muchas veces nuestros queridos héroes terminan apareciendo en dos lugares al mismo tiempo o cayendo en contradicciones que van más allá de su potencial metahumano. Y así es como, más con el ánimo de hacer caja que de contar una buena historia, los súperheroes se cruzan de una revista a otra, y así mientras Batman resuelve sus clásicos misterios en su Detective Comics de siempre, ayuda a combatir amenazas intergalácticas en las páginas de la Justice League of America. Luego, nacen estos mega-eventos en que todos los súperheroes se reúnen a combatir a un mal mayor que ellos mismos en una mini-serie editada especialmente para la ocasión, con ramificaciones a cada uno de sus títulos y el compungido lector, de bolsillos y tiempo más limitados que la capacidad de tomar decisiones administrativas de las mega-publishers, se encuentra a si mismo comprando más comics de los que creía posible, con el afán de completar una historia fragmentada que amenza con ser "El evento de la década" o "El comienzo de todos los fines" para su bienamado personaje.
Y es en tiempos como este, estando a dos días de que la DC lance su Infinite Crisis número1, tras 6 meses de espera con 4 miniseries y numerosos tie-ins de antesala, en quizás la mayor (y mejor) movida comercial que el género haya visto, no queda otra que preguntarme ¿no será mucho? ¿Dónde está la importancia en seguir el desarrollo de los eventos de un universo de ficción que se dice y se desdice constantemente por decisiones editoriales o errores de continuidad? Las grandes obras del cómic han venido siempre en formato pequeño. Son aquellos productos de la visión personal o el esfuerzo mancomunado de escritor y dibujante que rompen con alguna de las bases que sustentan nuestras creencias "artísticas", mostrándonos que sí, hay un mundo haya afuera que no se había ocurrido que pudiera estar y sí, esta historia es sólo el principio. No hay ninguna satisfacción en descubrir exactamente qué tan averiados estarán Superman, Wonder Woman y Batman a partir de pasado mañana, ni hay ningún límite que pueda suponer traernos algo de sorpresa en los universos de la DC y la Marvel. Me sorprende hasta qué límite puede la DC llegar a la hora de marketear su producto, y hasta qué punto la Marvel (este año derrotada en el quiénvive publicitario) toma medidas de contigencia, mientras ve que su competidor se le arranca, producto de una agresiva finta comercial.
En resumen, aún estando demasiado viejo para algunas cuestiones de fondo, me hallo tratando de salir de aquella maraña de plots refritos que, mes a mes, nos engancha con la misma facilidad con que las teleseries se comen los 40 minutos diarios de ciertos pre-adolescentes o la hora que las series de TV yankees toman por asalto semanalmente. El comic mainstream mezcla lo peor de dos mundos : plots sin ton ni son y aparatajes comerciales se mezclan con el veneno de lo "imperdible" y "definitorio" que las series de TV tan bien nos inoculan.


Escrito bajo constantes interrupciones (dijo el autor, como excusa para su pobre prosa, fragmentada hasta el sinsentido) y escuchando el Live Forever, de Falco.