lunes, 26 de diciembre de 2011

CERO

Decía más o menos así:

First. Entry. Ever. Again.

Como si siempre estuviéramos empezando, de nuevo. Como si siempre estuviera empezando de nuevo. Sin palabras inaugurales. O con palabras inaugurales breves, intentando negar su naturaleza inaugural. La inauguración como un acto de violencia, rupturista, separando el antes del después. Fundaciones. Comienzos.



Y ahora que se acaba todo, pienso en Oroboros, la serpiente que se come a sí misma. Ñami Ñami. Yummy, Yummy, Yummy, I've got love in my tummy. Uno habla de la ruptura de las inauguraciones porque se supone que no puede hablar del cierre, porque no existe tal cosa como el cierre. La vida se vuelve un vector en una sola dirección y cada uno de sus elementos va lanzado hacia el futuro. Incluso la muerte no se lleva las cosas, porque el lenguaje las resucita. Algún día olvidaremos las palabras y tendremos que repensar todo esto, pero eso será más adelante, cuando ya hayan llegado los extraterrestres de Inteligencia Artificial.

"Las películas de Spielberg siempre se entienden y dejan claro su mensaje. Las películas de Kubrick, en cambio, no se entienden y te dejan pensando. Te dejan con una pregunta" decía Terry Gilliam, expresando su preferencia por las últimas. Me pasa lo mismo.


¿A usted no, mi querido lector?

domingo, 25 de diciembre de 2011

UNO

Al final del día, literal y casi figurativamente, siento que la regla de oro sigue siendo la misma:

Nunca pedir disculpas, nunca dar explicaciones.


Pocas cosas más molestosas que un texto que pide explicaciones. Las explicaciones son propias de las personas inseguras, y de las personas en sí, individuos acechados por la certeza de su finitud. Un texto es, idealmente, imperecedero y eterno, y, como tal, arrogante.

Así es que recuérdelo, mi lector casual. Recuérdenlo, pequeños textos del mañana que recién hoy toman forma. Son las palabras de este humilde espacio, en el ocaso de su vida.

Usted no tiene que explicar. El lector tiene que entender. O aprender a usar google.
Usted es Dios.

♪ Y nadie lo puede negar 

miércoles, 21 de diciembre de 2011

CUATRO, TRES, DOS

Como apretar el botón tras haber perdido en el Street Fighter, para cambiar de personaje.

Exactamente, para cambiar de personaje.

martes, 20 de diciembre de 2011

CINCO -

Damas y caballeros,

o

Mi querido lector,

Esto es algo que lleva harto tiempo rondándome. Me ha rondado varias veces, como usted que lleva tantos años viniendo acá bien sabrá. Pero de un tiempo a esta parte, tal como los Velvet Underground, encontré una razón. Una razón diferente, más profunda, secreta incluso, para dejar de lado este humilde espacio que tanto he querido y que tan bien me ha servido. 
No pasa tanto por la misantropía general que mi trabajo temporal como traductor termina generándome (es difícil mirar al mundo a través de las redes sociales, o es difícil mirarlo y querer tener alguna relación con él), o por mi deseo de enfocar mi aporte a la creciente masa cultural: días tras día se apilan exponencialmente los referentes, los significantes se iteran hasta explotar y quedarse vacíos de tan vacías mentes que los usan y abusan. Pasa por esas cosas, pero pasa de largo.

Empecé por estos lados hace seis años y han sido los años más intensos de mi vida. Coincidencia o no, los miro y me doy cuenta que desde ese despegue no he parado y aún en mis períodos más estáticos y oscuros he tenido la suerte de encontrar las dificultades que me han temperado y hecho crecer. La estructura de la vida es a veces la de un videojuego y hay que pasar por las peleas más terribles para subir de nivel y poder hacer cosas nuevas. Bryan Lee O'Malley lo captura tan bien en su Scott Pilgrim.

En los próximos meses está pronto a cerrarse un gran ciclo que empezó, coincidentemente, hace esos seis años. Si algo nos han traído de vuelta las teletecnologías es la sensación de que la vida es una narración, que construimos nuestra cotidianeidad intentando ilusamente seguir de la mano la jornada del héroe de Joseph Campbell. Tenemos bandas sonoras, momentos decisivos, rogamos por la elipsis que purga la monotonía y lentamente empezamos a recordar en montajes, aspirando a remezclar la memoria. Como parte de este gesto, voy a cerrar este humilde espacio y me voy a dedicar a otras cosas. No me engaño al punto de creer que será el último blog que tenga, pero espero que el próximo sea distinto. Yo mismo voy a ser distinto y, francamente, usted también lo será, mi querido lector. Está en la naturaleza misma de las cosas. (O: En la vida hay dos cosas ciertas).

Me quedan algunas poquitas cosas por decir, así es que puse el reloj en cinco. Antes de fin de año terminaremos el conteo y de ahí a otras cosas.





















En serio.


lunes, 12 de diciembre de 2011

Mi Momento Mandrake

Mandrake, abogado criminalista experto en chantajes, es llamado a solucionar un caso en especial. En medio de una fiesta-orgía, organizada por un potentado brasileño en honor de un gurú tántrico recientemente arribado al país, el chef, otra eminencia carioca, se ha encerrado con una de las invitadas en una de las piezas de la mansión tras consumir una cantidad absurda de éxtasis y viagra para acompañar a las líneas de cocaína que lleva horas metiéndose. La invitada, la hija de una vieja "amiga de la familia" se desmaya y el chef, ido como está, la da por muerta. En medio de su pánico, traba la puerta y llama al anfitrión por teléfono. . .

Mandrake llega a escena con una de sus dos parejas estables, la mayor de ellas, Berta (quien merece un post aparte). La deja en medio del espectáculo del gurú en cuestión y parte a negociar con el descontrolado cocinero. Como prueba de identidad, el chef le pide que pase por debajo de la puerta sus documentos, entre los que va su carnet de socio del Vasco da Gama. Para mayor identificación, el cocinero le pide a Mandrake que cante el himno del club.

Y Mandrake canta.


Un abogado cantándole el himno de un club de fútbol a un chef jalado a más no poder que se ha encerrado en una pieza mientras afuera en la mansión el mayor experto en sexo tántrico del mundo da una charla a ricos, poderosos y bien conectados ad portas de una orgía.

Eso es televisión. Bajo mis estándares.


domingo, 4 de diciembre de 2011

Los mejores planes

Yo caminaba por Buenos Aires y este relato se empezaba a armar. Había escrito ese primer post y en mi cabeza se redactaba el siguiente, para ese día: otra historia del presente hilada con una historia del pasado, un poco más reciente de mi historia con esta ciudad. Así, eventualmente, lograría construir una narración completa en que cada post evocara una visita distinta a esta ciudad que siempre me hace cariño. Todo iba perfecto, un plan definido. Todo lo que uno necesita para lanzarse a escribir ¿o no?

Pero claro, llegué a casa a las 4 y media de la mañana ese día. El día siguiente salí a cenar con mis anfitriones; al siguiente no llegué a casa, al sub-siguiente llegué a las cinco de la mañana.

Los mejores planes se plantan como una estructura y albergan en su interior su propia destrucción. Así, atomizados, se vuelven algo mucho más grande de lo que jamás podrían haber sido.

Esto es válido para escribir, vivir, lo que sea.



Criatura metafórica.
Además, el segundo alienígena en
aparecer por acá en igual número de posts.
(En mi cabeza, la metáfora anterior se ve como una criatura tentaculosa haciendo explotar el andamiado de un edificio.)

Mi viaje ha sido perfecto, querido lector, de todas las formas que yo podría haber deseado. De todas las formas que deseé, en efecto. La clave con los deseos es pedir una resolución y entregarse, sin aferrarse a una posibilidad cierta. Ese fue mi consejo zen-chulo del día.

Mi consejo zen-chulo del día de ayer, o de la noche de anoche más bien fue decirle a Catalina

"La única forma de hacer es haciendo"

Acto seguido ella y su amigo, con quienes me había juntado a cenar, se largaron a reír imposiblemente y acordamos todos que sería una gran frase para una polera.

Y es cierto. En tantos niveles.

O solo lo será cuando haga la polera. En sus dos versiones: letras normales para lucir en la calle y letras invertidas para enfrentar al espejo.

Estoy en pleno proceso de corcoveo con las redes sociales. Detalles más adelante.
Soy un hombre feliz.


Saque sus propias conclusiones.