lunes, 26 de octubre de 2009

Intersticios

Me estoy cambiando de casa.

Quizás eso sea todo lo que hay que saber.

Tipeo estas líneas en una habitación semi-vacía. Sin muebles, sólo un televisor, unos libros (prestados, los propios ya están en su estante nuevo, en su casa nueva), una botella de perfume, otras cosas. Escribo apoyado en una alfombra enrollada. A mi derecha las cortinas que aún no descolgamos se bate aún.


Es inmensa la cantidad de sensaciones que se agolpan al cambiarse de casa. Como un plato mal preparado o un postre diseñado por un niño, la cosa satura el paladar y lo deja a uno un tanto lelo, tratando de desmenzuar dónde estaba lo rico, dónde lo empalagoso, dónde lo dulce (y, por supuesto, donde lo astringente).

Las estrellas y los presagios y portentos me dicen que me re-encontraré con un número de viejos conocidos y que nueva gente viene a mí encuentro a borbotones en el porvenir. No está mal. Los espero en la casa nueva, que es más pequeña, pero infinitamente más ordenada que lo que fue esta.

Springtime is hera again. Hoy ví a dos gatos, que nacieron hace un par de semanas, jugar en un jardín, explorando aquello que llaman plantas y preguntándose cómo lo hacen para volar esos bichos oscuros tan molestosos. Las flores estaban de un azul intenso, de ese que no hay alta definición en condiciones de reproducir, y yo me eché atrás en mi asiento, miré el cielo cubrirse suavemente con una nube capaz de eso y poco más y pensé.

Está bien.


Está súper bien.

viernes, 23 de octubre de 2009

Esto es sólo un recordatorio

De que algún día le contaré al mundo porque "¿No tiene más sencillo?" son las peores cuatro palabras que pueden salir de la boca de un taxista.

Mientras tanto, hableme despacio y con voz calma. Fue una noche que terminó al amanecer.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Una post interrumpido por una interrupción en el día.

Acabo de borrar el post que estaba escribiendo a media mañana, cuando me ví forzado a salir de la casa a hacer trámites imprevistos... le cambió el tenor al día, que había estado consagrado a redactar informes y que así prosiguió (aunque preparé un almuerzo delicioso a eso de las 4 de la tarde). Tuve mi interludio de Héroes Urbanos. Así es que sin más fanfarria ni presentación innecesaria....

HEROES URBANOS.
El siguiente es un testimonio verídico.
"Encontrábame hoy en un lugar público, muy público cuando sentí un golpe cerca de mis pies. Bajé la vista para encontrarme con un pequeño de unos 4 años, que había dejado caer su espada de plástico. Esta no era una espada cualquiera, de esas que se ven en todas las esquinas y que pesan poco y nada. Era particularmente larga, de denso relleno y se notaba que el chico sentía el peso de la importancia que conlleva ser custodio de tal responsabilidad. Sin embargo, sus padres, apurados de urbe y tanto trámite imprevisto que los días nos ponen por delante, poca atención le prestaron al niño, intentando llevárselo de un tirón más bien rítmico, ni siquiera haciendo un esfuerzo especial para acarrearlo. El niño, si bien logró recuperar su herramienta de poder e incorporarse al paso de sus mayores, puso todos los músculos de la cara en tensa articulación telegrafiando con toda claridad el llanto del que sus padres habían provocado, condenándonos a todos nosotros a un mundo de histeria y griteríos, de esos que nadie necesita y menos en un día de ajetreo.
Así es que, cuando nuestras miradas se encontraron, en vez de mi natural cara de reprimenda, opté por cambiar la mueca por una de asombro y espanto, sublimando el terror que me engendraba una eventual pataleta infantil a Esas Horas, canalizándolo en el gesto de terror que me engendraría ver semejante arma suelta, encontrarme ante tal guerrero revelado.

El Guerrero, sorprendido en su identidad secreta, optó por preocuparse más de recuperar bien su arma, esconderla y decidió perdonarnos la vida y el buen sentido a todos, relajando su cara y yéndose sin proferir sonido alguno."


Ese fue mi capítulo del día de Héroes Urbanos. Próximamente: Gente que hace callar a los payasos en las micros.


Aviso: Este post salió así, con un estilo difuso, y con [El Autor] sintiendo que había escrito 37 páginas cuando en realidad fueron dos líneas, porque mientras lo escribía escuchaba con oído atento y crítico el podcast de Perucca, Meza-Lopehandía, Mármol et al. Escúchelo aquí. Bajélo, hágalo suyo, coméntelo. De momento el único comentario/aliento es mío.

martes, 20 de octubre de 2009

Literarias - un interludio

Primera sesión del día: Yours Truly de pie frente a una asamblea de muchachas entre los 17 y 18 años leyendo por apróximadamente 40 minutos un cuento del señor Rodrigo Fresán. "Pruebas irrefutables de vida inteligente en otros planetas".  Lo elegí porque me gusta; porque es uno de los primeros (el primero en mi opinión, considerando que el anterior las hace de bookend) del libro que lo contiene; porque es una historia sobre una niña que cumple sus sueños, y claro, su audiencia primaria, al menos hoy, era una clase de niñas, suficientemente grandes para entender la dificultad que supone realizar tus sueños, pero aún lo suficientemente chicas para no haber renunciado a ellos.

Toda una experiencia, esta suerte de oratoria. Fue mi primera vez y lo disfruté inmensamente, el texto ganó en fuerza y ahí, frente a ese curso con esos ánimos de mañana de un año escolar que ya se despide, me encontré revalorando en mi imperceptbilemente quebrantada voz la belleza de ese final...


"Hilda se ríe como siempre, como cuando era chica.
Hilda se ríe sin hacer ruido y enseguida se pregunta qué será ese otro ruido nuevo y descubre que es ella, que ahora se está riendo a carcajadas nuevas y calientes.
Hilda se ríe y piensa sin creer en lo que está pensando- pruebas irrefutables de vida en otros planetas-, en que sí, ella es más linda.
Hilda es mucho mucho mucho más linda que el extraterrestre."

sigh...

No alcancé a llorar, ni a hacer mucho más que transparentar el color de mis ojos un poco, pero la belleza de esos finales felices en medio de tanta desgracia, de esa fealdad bella entre tanta lindura de plástico, de ese espíritu pírrico tan conformistamente propio de la clase media que sueña y sueña y que de pronto, por alguna vuelta de tuerca, por algún accidente de esos, termina encontrándose con su realización frente a frente, el que me movió bastante.

O quizás me estoy poniendo viejo.

O quizás me estoy dejando ser, nada más.

Encontrándome, hace años ya, con una amiga que tiene más o menos el mismo amor por la lectura que yo, me preguntó está con qué libros había llorado yo en mi vida, dándole tan por descontado que no requirió pregunta introductoria ni tuve aires de confesión importante. Era un hecho de la causa, nada más. Y yo me ví forzado a decirlo que no me había pasado nunca. Quizás porque no me lo había permitido, argumenté.
Dos semanas después, terminaba "El Napoléon de Notting Hill" en la soledad de la casa de Algarrobo, una vacación de invierno muy especial y glup, dejaba el libro al costado, con un nudo en la garganta, cinco páginas antes del final.

A veces viene así, otras veces es un vértigo, una vueltita que me fuerza a dejar el libro, detenerme o arriesgarme a perderme entre medio.... como con City, libro que termina para mí cuando Shatzy Shell sale de escena, haciendo de las siguientes veinte páginas una linda coda y poco más. Una muy linda coda, debo decir, pero a mí la señal de "¡Corte!" me la habían dado antes.

Y algunos son como un corte más violento, como la siguiente (nada como tener el libro para citar directamente).

"Quizá no le guste esta historia.
Quizá se aburra.
Quizás esa persona se quede dormida.
Quizá no me explique nada.
Quizá no haya nada que explicar.
Quizás apenas se limite a sonreírse ante la desprolija construcción del pasado de ese monstruo hermoso que es su padre y, apenas superado un breve y considerado silencio quebrado por un bostezo, mire a los costados con aire conspirativo para recién entonces - <>- atreverse a pedirme que le explique lo que más le importa, lo único que en realidad le interesa de todo esto, que le cuenta si alguien llegó a descubrir, de una buena vez por todas, quién había sido tan pero tan pero tan malo como para matar a todos esos corderos, ¿eh?"


Y claro, yo leía esa noche, batallando con un cuento que las pintaba para novella, que había sido tan lleno de humor (como todos los demás del libro), que me había hecho reír, pero que ya me estaba dando la lata, que me tenía deseando pasar luego al siguiente y hasta haciendo tambalear la permanencia del tomo en mis manos, mostrándole el precipio ese que termina en el empolvado librero que las hace de antesala al olvido. En eso estaba cuando empezó esa secuencia de "quizá"ses dándole un controlado descenso a la historia. Qué bonito, pensé, qué bueno que se está terminando. Era tarde y ya no iba a seguir leyendo, pero al menos despertaría a una nueva historia, sintiéndome satisfecho con el final de esta, la anterior.

Y luego

"quién había sido tan pero tan pero tan malo como para matar a todos esos corderos, ¿eh?"

Y ahí entendí como es que, en las películas japonesas, los samurais van corriendo, se entrecruzan en un choque apenas perceptbile, y siguen como si nada por un par de segundos antes de que uno de los dos de evidencias del profundo corte que la espada del otro ha hecho sobre él, venciéndolo.

A mi corazón le pasó algo parecido con esa frase y cerré los ojos y los abrí con lágrimas, emocionado de haber vivido para leer un final tan bueno de una historia que destestaba y que habría olvidado más temprano que tarde de no ser por esa frase. Agradecido, también, de estar ante un libro que, lejos de disiparse se volvía más y más bueno.


Al punto de ser el más mejor.

lunes, 19 de octubre de 2009

El fin del hoy...

...y el comienzo del mañana! (obvio)

El día Jueves la bomba explosó en mi horario. El cierre de las actividades de corrección, programado para ser tan tranquilo, tan en velocidad crucero terminó siendo un calvario lento, a cada instante más lento. Pasaron las horas y el tiempo se expandió, pisoteando mis planes del día cual aplanadora de oruga.

Y sin embargo...

Sin embargo todo terminó y terminó con ese saborcillo de las campañas largas, de las grandes finales. So this is Christmas, War is Over y todo eso. Cansancio y adrenalina por partes iguales. Ahora mi horario, finalmente, está algo más liberado. Ahora puedo almorzar con mis amigos y dedicar mis mañanas a ser dueño de casa, escritor, investigador de lo paranormal y todas esas cosas a las que un soltero de 28 años se dedica en esta época de la reina Victoria.

Y sin embargo...
Me estoy cambiando de departamento, lo que tiene mis haberes divididos entre mis dos locaciones. El corte fue establecido bajo el siguiente criterio: las cosas valiosas primero. Así es que estoy sin libros en el que sigue siendo mi hogar por lo que queda de esta semana. O sea, se quedaron abajo un volumen de Derrida y Where the Wild Things Are, pero aún así me siento sin libros. He completado mi camino y me he vuelto un perfecto dueño de casa.

(El televisor, sintonizado en el matinal del 7, promociona el concierto de Marco Antonio Solís, SOLO para darle la completa razón al párrafo anterior).

And now, for something completely different:

Lo que va quedando de los Monty Python fueron al show de Jimmy Fallon (que no tenía idea que tuviera show siquiera) y estuvieron de lo más bien. Es la primera vez que no sufro el shock de ver a John Cleese viejo. Mis más cercanos saben que la combinación de ver un capítulo del Flying Circus muy seguido de alguna de sus apariciones más recientes en la pelís de James Bond me parte el alma, sencillamente. Un botón de muestra (del programa, no de mi alma partida):


Y la verdadera Crisis Final llega a Santiago:

El tipo de la derecha pretende ser Forrest Gump, in case you were wondering...

miércoles, 14 de octubre de 2009

Miscelánea con videos y anécdotas del penúltimo día de la semana de la plaga.

Inserte suspiro de agotamiento/alivio aquí.

Por poco terminamos el trabajo hoy. Como en una teletón muy mala, avistamos el final y creímos que lo lográbamos, ilusionándonos, comprometiéndonos a trabajar incluso un poco más con tal de no ir mañana... pero nada. Aparecieron los decretos ministeriales, los misteriosos procedimientos poco productivos, y así es como ahora escribo aún con el status de coordinador.

Ser coordinador es, esencialmente, ser el jamón de un sandwich transpuesto en ejes diversos. O si quiere, ser la bisagra de una puerta que comunica al menos un par de universos paralelos. Una suerte de operador político sólo que más rasca y con más peso de la responsabilidad. O quizás el peso de la responsabilidad me lo invento yo, mal que mal, como todos los pesos, dependerá de la gravedad de la superficie que los origina.

Y ahora que pasó el olor a metáfora desabrida, vamos a las partes más alegres: ayer me enteré que existe una versión aumentada de La Velocidad de las Cosas... y partí a comprarlas. Quizás así, por fin, llegaría mi copia del libro a su destino original. Quizás, así, después de cuatro años...
Pero no. Porque no estaba en ningún lado, así es que sigo esperando que me devuelvan mi copia prestada hace tanto tiempo ya. Está en buenas manos, pero todo este incidente de hoy me ha imbuído de la sensación de que tampoco es mi libro realmente y que he prestado el ejemplar de alguien más...

...si el párrafo anterior no le hizo mucho sentido con eso de "partes más alegres" es porque omití la mejor parte: casi terminando mi decepcionante periplo por las librerías recibí llamado de Joey, lo que sin más se terminó transformando en una improvisada reunión de café de las nuestras. En el Starbucks donde todos conocen su nombre, a propósito de nada en especial, con los Four Tops sonando de fondo. Lo mejor de esta vida son, sin duda, las cosas en-sí, esas que no requieren propósito, ni justificación. Como un café sin café, una conversación sin tanto rumbo, una caminata y los Four Tops.

Como escuchar la mejor versión de This Old Heart of Mine y dejar que el día se vaya a molestar a alguien más o a dormir.



En otros aspectos de la vida, gente buena se las ingenia para fotografiar el campo de radio de un identificador de frecuencia de radio... como los de las tiendas, los libros, las tarjetas de crédito, los teléfonos, y todo el largo etcétera.

Immaterials: the ghost in the field from timo on Vimeo.


Daimones, hadas madrinas, elefantes rosados y enanos verdes de Marte se ven actualizados tecnológicamente.

Damas y caballeros, este blog esta retomando su ritmo de publicación. Como tal, habrá cambios al diseño, pues una nueva fase ha empezado. Parte tres de tres y todo eso. Mientras tanto, mañana se termina el proceso de corrección de pruebas, se empieza a despejar mi tiempo y mi espacio, pues me cambio de departamento. Detalles, sí, más adelante.

martes, 13 de octubre de 2009

Dos (de tres)

Cuando era chico (y ni tan chico, la verdad...empecemos de nuevo, mejor).

Cuando era adolescente (ahí sí), me gustaba mucho, muchísimo leer cómics de superhéroes. Todavía me gusta, pero por razones distintas. Es más, se puede decir que ya no me gusta leer cómics de superhéroes, sino más bien leer a ciertos autores que escriben cómics de superhéroes entre otras cosas. Una de las razones perdidas y desvencijadas ya por el paso del tiempo era que las historias que figuraban en esas revistas o mamotretos compilados resultaban muchísimo más complejas de lo que la TV me tenía acostumbrado. Podía leer sagas enteras en las que los personajes sufrían y pasaban por peripecias y conflictos que se parecían más a una trama dramática como tal que al clásico culebrón en que el bien siempre vence. Era, en efecto, pasar de la niñez a la adolescencia, dando un paso en el escalafón de la ficción.

Un buen componente de esa complejidad la ponían las historias contadas a gran escala y por capítulos. Historias que llegaban al sumo de su majestuosidad cuando proclamaban su finitud desde el comienzo... cosas del tipo:

"Velocidad Terminal: Primera Parte de Cinco"

o

"Signos Vitales : Segunda Parte de Cuatro".

Y así.

Hoy fue un día duro y me están pasando la cuenta las dos semanas anteriores. Mi frase del día fue "Si mañana a las 10.30 estoy vivo, es porque sobreviví al día". La verdad es que si veo el mediodía del Jueves, habré terminado mi semana, pero aún así se siente como un aterrizaje forzoso. Y ahora, hace instantes, hace un rato, cuando pensaba en no irme a dormir sin dejar un par de líneas por escrito, tuve ganas de mirar hacia la cuarta pared y ver colgando, al revés, flamantes, unas letras que señalaran que esta es, en efecto, la segunda parte de tres.


Ahí están, dándole título a este post. Dos (de tres). El tipo de frase que uno quiere leer mientras suena una fanfarria de John Williams, mientras lo consume una sensación de presura por seguir leyendo y que la historia termine rápido para no terminar nunca. Para saber en que termina. Y para tener un espacio para descansar. Hoy me las ingenié para leer un texto de Washington Irvine llamado "The Voyage", donde comparaba los viajes por mar y los viajes por tierra. El continuo inmenso de recorrer grandes distancias por tierra, en contraste con el viajar por mar, donde la discontinuidad es semejante al cierre de un volumen, con un largo ocio para ponderar, reflexionar y esperar en suspensión el tiempo para tomar el otro.

Cerrar el volumen dos. Abrir el volumen tres.

Y entremedio, un largo intersticio.

Pronto, espero.

lunes, 12 de octubre de 2009

Desparpajos de reflexiones antes de entrar a un túnel corto pero túnel al fin.

Hoy descubrí una flor.

Más bien, conocí una flor. Le dicen "relojito", porque uno saca sus filamentos y estos comienzan a enroscarse en trayectoria espiral. Sí, yo no lo sabía. Veleidosos, sinuosos y unipersonales son los caminos del conocimiento. Y tan amplios. Y tan diversos.

Leí Planetary entre ayer y hoy. Me gustó harto, aunque terminó justo cuando estaba agarrando real vuelo. Lo bueno es que viene con secuela. Tiene un buen manejo de ritmo y estilo para sus personajes ese Warren Ellis.

Estuve escribiendo hoy, lo que me dejó con un poco de asco en el alma. No porque la historia misma fuera particularmente asquerosa, sino porque terminé como a mitad de camino entre la realidad y la ficción, queriendo pasar más rato en la segunda que en la primera. Un poco como despertarse a mitad de un sueño que hay que terminar. Lo otro que hay que terminar es esta semana que recién comienza y que promete ser todo lo que es DelTerror.

Sucede que estoy coordinando al menos dos actividades, y sucede que mis únicas experiencias en coordinación habían sido con gentes extremadamente eficientes. Había sido en otras latitudes eso sí. Así es que ahora me hallo un poco entre una serie de espadas y muchas paredes, intentando hacer lo mejor posible. "Aprende a odiar" me dijo ella la semana antepasada. . . Hoy no, quizás mañana sí.

No todo puede ser malo en esta vida, y la Sra. Nina Sankovitch lucha día a día por leer un libro completo. El mejor de los éxitos para ella y para todos los que quieran emularla.


Más cosas buenas: trabajos de fotos con luz, que dan gusto, sin retoque, lo más tecnológicamente manual posible:


Vea más, más grandes y mejores fotos aquí.

domingo, 11 de octubre de 2009

¿Por qué será...

que todos guardan algo, mujer? ¿O que me perdí del concierto de los Fabulosos por Una Serie de Eventos Desafortunados? ¿O que tenemos esta extraña responsabilidad auto-impuesta de tener que escribir algo "especial" en el blog?

Puras pescadas, como dice un amiga. Puras pescadas.

Ayer Chile se clasificó al Mundial y a mí que la selección no me va ni me viene mucho, exceptuando los contados períodos que hemos tenido selecciones basadas en la U, me quedé un poco al margen de la fiesta. Iba a salir con JM & co., pero eso se anduvo frustrando, en parte porque he andado con los genes antisociales prendidos.
Ayer también tuve un momento de inmersión en la podredumbre humana. Leía en el metro The Filth del bueno de Morrison, mientras escuchaba de fondo Chile: Entre el dolor y la esperanza, ese compilado de grabaciones radiales que Alerce editó hacia el final de la dictadura. Afuera empezaba a llover nuevamente y yo sudaba con el calor de mi exceso de abrigo. Después vino el partido y las calles se llenaron de gente en lo que me pareció una extraña mezcla entre el final del Regreso del Jedi y una escena de la Guerra del Fuego. Y yo que figuraba hace menos de tres meses en la misma plaza, viendo como el pueblo azul celebraba su campeonato, sonriendo, cantando y gritando. Sólo por el Leóooooon, indeed.

Hoy sostuve una interesante conversación con un botillero australiano. Hablamos de las AFPs, las elecciones, los gobiernos respectivos. Había un día esplendoroso en la provincia cordillera.

MIENTRAS TANTO...
Mientras tanto en Ñuñoa los libros siguen en sus cajas. Los contratos están firmados y la mudanza ha empezado. Voy a extrañar el viejo depto, sus espacios amplíos, su escalera de caracol... el nuevo es más pecenio, pero es el departamento donde escribiré la novela esa. Novela para la cual he estado trabajando en modalidad deslome, cosa de tener el tiempo para dedicarme como es debido. En algún punto de la semana anterior tuve 4 trabajos...y este Viernes estaré completamente desempleado. Cosa que cambiará a partir del Lunes, pero qué diablos. Es un pequeño gusto.

La palabra del día es "arquitectura genómica". En verdad no, la palabra es "Genomic Architecture", en su nuevo uso trasladado, para referirse a un mundo de complejidades evolucionando en paralelo al mundo natural. Una red de información determinada morfológicamente que determina las taxonomias arquitectónica y filogenias, permitiendo la manipulación de la forma digital en el proceso de diseño y la personalización en masa de las manefacturas digitales.

En otras palabras; Dios, Darwin y el Destino fusionados y accesibles para todo aquél que quiera ponerse en sus zapatos.



Y no, no lo inventé yo.

jueves, 8 de octubre de 2009

450 - Gestos Reconciliadores

(Uf, jadeó él tras pasar mucho, sin lugar a dudas demasiado tiempo inmerso en el universo de tres dimensiones. Es un hecho de la causa que los músculas se atrofian cuando son sometidos a tanta restricción...)

La inscripción inicial de un gesto puede, claro está, dar pie a todo tipo de juicios prematuros. Los contextos en los que conocemos a la gente, esuchamos un disco o vemos algún diseño suelen influenciarnos más de la cuenta y terminamos descartando de plano cosas o individuos que, en otras coordenadas espacio temporales, podrían haber hecho un aporte significativo a nuestras vidas.

Y si bien uno aspira a la construcción/existencia de un supercontexto donde TODO tenga cabida y adecuación, esto a duras penas es posible en la página en blanco, por lo que su implementación en la "realidad" cotidiana está, por decirlo menos, difícil. Luego, uno comete errores, da vuelta sus opiniones y termina descubriendo que, tal como el matrimonio para siempre, los juicios personales son un constructo extremadamente inestable.  Esto se aprende con los años, al menos para los que hemos sido más bien tercos y burros, como Yours Truly.

En estos días vivo hartas de estas re-lecturas. Me ha tocado redescubrir personas, y me ha tocado ser beneficiario de la paciencia infinita de personas que tienen todos los motivos y agravantes para no hablarme más. Se siente bien.


Todo esto no es más, como siempre, que una simple excusa para introducir nuestro post número 450. En vez de tomar portadas de cómics que han alcanzado esta marca, quiero inmortalizar dos gestos que terminaron por hacerme amar una canción odiada con gusto. Corría el año 2002 y mientras yo contaba sílabas contra reloj para terminar mis décimas del optativo de Domingo Román, Creatividad y Lenguaje, alguna parte de la población movía la pelvis al compás de una sarta incomprensible de sonidos, que decían algo parecido a

Aserejé ja deje dejebe .... y un resto irreproducible, en ago así como 28 sílabas de tormento.

Uno tiene que tener reparos con los one-hit wonders, pero de los one-hit wonders españoles hay que huir, pensaba yo. Todavía lo pienso, con un poco más de mesura, eso sí. Y así me empeciné en odiar al aserejé, con másmenos la misma intensidad con la que odiaba y odio al axé, quizás la peor manifestación cultural de la historia del Brasil.

Y después apareció Claudio López y su tripleta ante el Inter.


y las cosas empezaron a cambiar. El zurdo, tan favorecido por las obsesiones técnicas de Bielsa en esos años, se las había ingeniado no sólo para redimir lo irredimible, sino también para hacerme caer en cuenta de la extensión de los poderes curativos del fútbol. Reemplace "fútbol" con su religión de turno, o con nada si prefiere. Está todo en la mente.

Y el golpe de gracia, que ha llevado a la horrible composición de (uugghhh) Las Ketchup a estar presente en al menos dos de mis tres ipods históricamente fue este, que es mi titular favorito de La Cuarta. De todos los tiempos.





Los redactores de La Cuarta han sido siempre de los pocos periodistas que no defraudan en su uso del lenguaje y que, bendecidos por el afrecho que les da la línea editorial, se las ingenian para no caer en el burdo estilo de sus colegas de los así llamados periódicos "serios". Por lo mismo todavía me entretengo dándole vueltas a ese "y su hermosa letra".