lunes, 20 de junio de 2011

Crónicas del Simio Preso.



Lo había anticipado revista Qué Pasa hacía unas semanas, se hacía sentir como rumor en el aire desde las protestas de Hydroaysén. Pero como los rumores abundan y la revista Qué Pasa no la leen ni en las salas de espera más lateras de la Tierra, la cosa no explotó como tal hasta que el Mostrador, publicación electrónica regalona de las redes sociales, empezó a difundir la información.

De inmediato, la indignación, la sorna y los comentarios volando cuál escupo en concierto trasher. Lo mejor de lo nuestro, sin duda. Aparecen los paladines de la libertad de expresión, los opinólogos del laptop, los combatientes del tweet. Entre ellos, [El Autor] de este humilde espacio, para que vamos a pecar de cínicos. Las analogías con 1984 eran demasiado buenas para dejarlas pasar. Y la idea del despilfarro de recursos fiscales en la minuciosa lectura de los tuiteos y posts que aludan a la gestión del Ejecutivo y amigos no deja de ser indignante. Y la idea del funcionario público encargado de filtrar la información no deja de ser ridícula: ¿buscará en el sistema las alusiones oficiales a Piñera & co? ¿revisará el porcentaje de incidencias del término "Hinzpoto" por ejemplo? Sin información realmente oficial al respecto, poco más que las palabras al pasar del filósofo Pablo Matamoros, asesor de la derecha en estos temas y egresado del paralelo de [El Autor] de estas líneas en el colegio San Agustín, quien precisa:

 “No es algo facistoide”

 Al tiempo que aclara que él  "antes era un kamikaze"*. Damas y caballeros: Pablo Matamoros, asesor en materias web del gobierno de día, filósofo kamikaze de noche. O más bien ex-filósofo kamikaze.
Las razones por las que un gobierno puede y quizás incluso debe...no digamos monitorear pero sí echarle un ojo a las tendencias que se marcan en el debate virtual son, a mí entender, más o menos obvias. Involucran tener un estado más moderno y eficiente, una mejor respuesta a las inquietudes de la ciudadanía y permiten, en general, gobernar mejor. Como todas las tecnologías, por supuesto, no dejan de ser un medio y en manos torpes e inexpertas pueden volverse un real disparate o de frentón algo siniestro. Y ya sabemos en manos de quién están estas herramientas. En un país donde todavía tenemos alcaldes, democráticamente electos claro está, que son ex-CNI, contar con los servicios de una empresa que promete ser capaz de trazar tu ubicación exacta en un mapa a partir de tu comentario en una red social es, cuando menos, de esas cosas que traen los peores recuerdos a nuestro inconsciente colectivo.

Por otra parte, el debate también tiene una arista que no deja de recordarme a la instauración, por allá por el 2004, de la Agencia Nacional de Inteligencia. Mal que mal, si alguna vez alguien tuiteara y tuiteara que está planeando un atentado contra el Senador X, o posteara en foros información similar, y llegado el día terminara efectivamente despachándose a nuestro hipotético Senador X, tendríamos todo el derecho de indignarnos con el Ejecutivo por no poner atención o coordinar respuestas preventivas ante un caso así.

Entonces ¿en qué quedamos?

El problema, y su solución naturalmente, están en las palabras del filósofo. La herramienta en sí no es algo facistoide. Facistoides son los que la controlan ahora. Y sus amigos. Y los amigos de sus amigos. Y como ciudadanos tenemos el justo derecho a desconfiar de ellos. Harta causa nos han dado ya.

Ciertamente el desafío de este y de todos los gobiernos del mundo es modernizarse y poder eventualmente llegar a estar a la altura en términos de velocidad de respuesta de lo que los tiempos demandan. Un aparato estatal lento es particularmente detectable y deleznable ahora que la información no se transmite a caballo y que la idea del triplicado con timbre en todas las copias es un arcaismo viviente. Pero para tener un estado más eficiente y renovado podríamos empezar por impedir la re-elección efectiva de nuestros representantes en el legislativo, para evitar que tengamos los mismos senadores de hace 40 años. Podríamos tener plataformas públicas de soporte y atención eficientes y acercar los debates de las Cámaras a la esfera cotidiana, terminando de una vez con el mito modelo Lavín '99 que reza que ser político es malo y la política es lo peor (Ciertamente, políticos así le dan crédito a la historia, pero eso no significa que no haya alternativas). De todas estas cosas y de cien mil más podríamos encargarnos antes de empezar a establecer políticas estatales de monitoreo, que parecen venir más de mentes procrastinadoras y copuchentas que de individuos interesados en el bienestar de la nación y la actualización del estado.


El Monito Reo, la mascota prototipo de la nueva iniciativa gubernamental. A falta de Zamorano, el gobierno estaría estudiando pedirle a Jaime Riveros que fuera su rostro oficial.


*[El Autor] de este blog cree que el único kamikaze acá es el redactor que tildó a Pablo Matamoros de "filósofo". Espero de todo corazón que la entrevista haya tenido lugar en una schopería y haya sido redactada con la mejor de las intenciones paródicas. ¡Heidegger! ¡Sacúdete en tu cripta!!

viernes, 17 de junio de 2011

La cuestión social.

Una vez más, este humilde espacio se vuelve aún más humilde y echa mano a la correspondencia personal de [El Autor]. Al toque de gong, sírvase conectar.

¡GONG!

The horror...


Acabo de terminar de ver  Apocalypse Now, [Redux]. Por esas cosas de la interconectividad virtual abrí tu correo y lo leí justo cuando enterraban al señor Lawrence Fishburne y empezaba la agregada secuencia con los franceses [ridículos]. Secuencia que estuvo bien que la agregaran, pero a la que igual le habría pegado unos tijeretazos.

Cuando veo Apocalypse, el mundo después se me hace simultáneamente más pequeño y más inmenso. Los dramas de todo los días más insignificantes y más terribles... me remueve el lente, me lo saca, le tira un escupo con barro, lo limpia y me lo devuelve, con manchas nuevas. Como toda esta interconectividad que no sirve de mucho, que es un poco charcha, pero que, optimismo now, en una de esas termina siendo el primer paso tan en bruto de una mentalidad mejor. O diferente al menos. Algún día se irán los mismos de siempre y sus hijos y no habrá títeres ni cabezas. 

También se abrirán las grandes Alamedas, algún día. Desde la cárcel, Alberto Bachelet le escribe a la Gelo, esperando que todo el horror, el horror de la cárcel les haya servido a algunos militares que no se habían asomado ni al balcón a ver cómo era el país hasta que sus propios pares los metieron a la peni. Y de esos hacen apenas 40 años ¿por qué el calor del país no es más húmedo y las extremas termales no están menos separadas? 
Siento que a los movimientos sociales de ahora les falta la guillotina de rigor. Para cortarle la cabeza a Lavín, y a Mañalich y a Piñera y al Lagos Webber y a la Tohá y a todos, todos los que asomen la cabecita por "el palacio de gobierno". (me percato que le agrego artículo definido a la "izquierda", quizás como un guiño de confianza, o el gusto de poner la L ahí - qué exquisitamente tenebrosas las L articuladas por Brando). De paso, los movimientos sociales podrían cortarle el pelo a Villegas y podríamos testear la vieja hipotesis de que sin la frondosa, el muchacho se derrite.

(...)

Me perdí del caballo con la estaca enterrada...me pasa por no ver noticias. Me alienan los malos redactores y los opinólogos populares. Me aliena la estupidez generalizada y trato, por mi parte, de escribir una ciudad distinta. Por si pasa, para que pase. Siento que lo que me reconforta de Apocalypse es esa sensación del tiempo terminado, las ganas de decir "Bombardeennos a todos" y que todo arda y que no quede nada...Si acaso llegar a viejo será ese alivio desesperanzado está por verse.

Que les corten la cabeza, que se vayan todos, Drop the bomb, exterminate them all

Claro, la alternativa es realmente difícil. Son los nudos pequeñitos en los telares, las levantadas temprano para caminar unos kilómetros para irse apretado en el metro para llegar a un trabajo de mierda para pagar las cuentas de la casa comercial del Oso Estafoso para que el niño vaya a la escuela para que algún día le toquen a él las levantadas temprano para caminar unos kilómetros...

Detrás está la gente, cantaba Serrat. Esa gente linda que se muere en ilusiones pequeñas, que me parte el alma en su simpleza y hace que a veces tenga que dejar salas de reuniones en escuelas para dejar caer una lágrima en paz. Es tan lindo el espíritu humano cuando está en su estado más pequeño, o al menos más directamente relacionado con las cosas. Menos alienado, precisamente.

sábado, 11 de junio de 2011

Apocalypse Then

 - El Leo siempre tiene sueños así como post-apocalípticos, con mutantes y cosas raras.


Y quizás sea cierto, o al menos los sueños que hacen que hable en inglés en la noche o le pegue a mi desafortunado compañero en el bus o en el avión. Mal que mal, en algún rincón de mi cabeza el apocalipsis ya fue y estos son, en efecto, los días posteriores. 

La idea del post-apocalipsis, introducida en mi espectro cultural via Mad Max y Terminator 2, se selló en mi mente mezclada con la idea del estado represivo, del cuál 1984 y Brazil son sus exponentes más gráficos. Todo mezclado con la experiencia de crecer en dictadura, las noches de cielo rojo en invierno y esa sensación de tener que llegar a casa temprano porque Algo iba a pasar en la noche, de los días alejado de las ventanas porque Algo podía entrar rebotando desde la calle. Crecí así con el desvío conceptual de pensar que la distopia de 1984 era el apocalipsis, que el fin de la civilización y lo peor que le podían pasar a la humanidad era caer en una fase terminal de fascismo donde no se pueda opinar libremente o haya que quedarse forzosamente en casa durante las noches.

Todavía lo pienso.

Hoy desperté en el futuro, pensando en el futuro como lo imaginaba en esas noches de cielo rojo hace ya más de veinte años. Con pijama nuevo, uno de esos pijamas "de adulto" que sugieren la vestimenta de un lunático más que la vestimenta de un niño (las alternativas locales en pijamas para adulto son básicamente estas: el manicomio o la infancia), me levanté temprano y vi salir el sol por entre los albos edificios, que lentamente reemplazan cancerígenamente a las casas de mi comuna amada. Viviendo en altura, en un espacio pequeño, escasamente decorado y coloreado de un blanco refractante, el opuesto práctico del amarillo absorvente de mi infancia, me levanté y miré el amanecer. En mi mano, una tableta de material sintético, capaz de contener cualquier texto de la historia de la humanidad, en escasas 10 pulgadas. La biblioteca infinita en un espacio mínimo, tal y como la soñé de niño. Más allá, en el velador, otro aparato, con el que escucho música y que además contiene dentro de sus aplicaciones un mapa de la tierra, alterable a cualquier escala. El mapa perfecto no se parece en nada a como lo imaginaba en mi infancia.

Podríamos saberlo todo. O, al menos, podríamos saber cualquier cosa. Podríamos estar haciendo mejores cosas, viviendo en mejores lugares, comiendo platos más ricos...podríamos estar planeando ir a cualquier lugar del mundo y nuestro paraíso no debería ser nada menos que un lugar único y personalizado. En vez, trabajamos por trabajar, queremos ir a los mismos lugares a compartir las mismas experiencias reproducidas en masa, como estampilla de certificación, una suerte de marca de ganado clase V o A, de esa que todos los supermercados proclamaban que era la unica que tenían en venta. Ilusiones todas. Imágenes todas, vendidas como tabla de salvación única y exclusiva.


Y si algo no tiene este mundo son cosas únicas y exclusivas. Acaso hay dos conceptos más reñidos y reunidos a la fuerza por nuestro sistema querido. El gusto por la exclusividad y la imposibilidad de lo único. De fondo, un axioma tan olvidado como evidente: la exclusividad suprema es la unicidad total, lo indecible, lo inefable, lo intraductible.


La experiencia humana.


Así deberían ser nuestros paraísos, nuestras utopías. Ahora, después del Apocalipsis. 

martes, 7 de junio de 2011

OTSL

Ni muerto ni de parranda, querido lector. Ni muerto ni de parranda.

Desconectado de la virtualidad, un poquito, sí. Ocupado trabajando, también. Y el escaso tiempo libre dedicado a ese pequeño gran proyecto que corresponde al Sueño de la Primera Novela Propia.

Hace instantes compaginé las tres partes, en su versión de primer borrador y las guardé.

Cien mil cuarenta y seis palabras tiene. Y se siente tan lejos de estar terminada...
Ni bien terminé la segunda parte, que no comparte (casi) personajes con ninguna de las otras dos, comencé a echarlos de menos. Dicha segunda parte va a ser re-escrita más en torno a las cosas que me faltan por investigar que en términos estructurales, así es que no creo que incluya muchas nuevas peripecias para ellos. Con mayor razón los voy a echar de menos.

Mañana la voy a empezar a leer. Anotaré los cambios que sé que tengo que hacerle a esa primera parte y evaluaré la pertinencia de re-escribir COMPLETAMENTE la tercera parte. Pero ya está. De alguna forma, que se siente un poco como salir invicto de la inspectoría del colegio o como una certeza que es tan firme porque no tiene nada de qué aferrarse, me siento aliviado.

En el proceso de escribirla me pasaron todas las cosas que siempre había leído que te pasan al escribir una novela. La desazón, la soledad, la sensación de que no vale de nada lo que estás haciendo, la sensación de que la historia se escribe sola, los momentos de encuentro en la vida real con los personajes, la sensación de que estás haciendo lo mejor del mundo y nada puede salir mal, los silencios terribles y los silencios deliciosos, las iluminaciones súbitas y los días de digitar l e t r a p o r l e t r a.
Todo resultó ser cierto.
Porque lo inventamos, por supuesto.


Ahora me voy a dormir, espero soñar con algunos de mis personajes queridos.
Gracias por leer, pronto va a haber más o menos cien mil palabras para suplantar el silencio de estos meses.