miércoles, 9 de junio de 2010

Desde ese día...

...en que vi el capítulo 10 de la primera temporada de Tennant como el Doctor que ELO quedó dando vueltas en mi vida. Tiene ese poder pegajoso el grupito de Jeff Lynne. Cuando vi Eternal Sunshine "Mr. Blue Sky" quedó sonando por meses en mi cabeza. No sólo por la mía obviamente, no faltó el publicista malhadado que la plasmó en versión sin derechos de autor y con eso fregamos todos.
Ese día, hace unas tres semanas ya (porque el tiempo vuela, niños), la favorecida fue "Turn to Stone", un hit menor que se quedó por el rato justo, sin saturarme. Lo terrible fue que, en algún momento del capítulo en cuestión, sonaba "Telephone Line". Y después sonó en alguna radio, en algún lugar público, haciendo un cameo en mi vida, como esos villanos invitados que van a jugar un papel más importante cuando la línea argumental actual termine.

Y así fue.

Pasó este Lunes. Desperté y ahí estaba, en mi pieza, conmigo. En el reducido espacio que ha sido mi pieza durante los últimos dos meses, donde apenas quepo yo, unos pocos libros y mi ropa. Saturaba el espacio, invadía mi privacidad. Traté de irme sin despertarla, quizás así no se ofrecería a acompañarme. Así me fue. Me acompañó al trabajo, en la tarde, en el metro, a lo largo de la ciudad. Ese día dormí una pequeña siesta (recordará mi lector frecuente que había pasado la noche en vela) y cuando desperté me abrazaba como quien sabe que ha llegado a casa después de mucho tiempo. Me sonreí nomás, enternecido de sus arreglos simples, traté de no reírme tanto de la voz modificada de Lynne al comienzo y la deje quedarse. A veces ofrecer hospitalidad es la mejor forma de dejar algo partir...

Se quedó conmigo, y por eso la dejo aquí. Para que esté abiertamente en casa, y no con maniobras subconscientes, como la de hoy, que me tenía caminando por Los Cerezos haciendo listas de canciones que involucraran al teléfono y/o tuvieran al teléfono en su título (fueron dos listas, de ahí el y/o, no crea que es un recurso retórico barato, por dios, quién hace eso).

Santa Lady Gaga me salvó de ELO hoy, en todo caso, pero de eso hablaremos en otra ocasión.



Terminado el primer borrador de esa tercera parte, es hora de ir a pulir la primera, que necesita tanto, tanto trabajo. Me retiro, me despido y les dejo el recuerdo de The Krankies, aquél duo infantil que, de alguna forma, fusionaba a todo lo que se hace mencionado en este post, y agregaba algo más. Creepy.
Y la verdad es que no.

martes, 8 de junio de 2010

Desde la repetición.

Lo que ni usted ni yo sabíamos es que Athlete había grabado esta canción:


Que funciona como el soundtrack perfecto para escribir cierta parte final de cierta novela, en modalidad Repeat One.

Como anoche, que no dormí y cuando amanecí hoy habían 3500 palabras que antes no estaban ni en los planes, como quién dijera.

Así da gusto.

Hoy, en cambio... o sea, por algo estoy blogeando cuando debería tener la otra pantalla abierta ¿no le parece?

Pero son apenas las tres y media, le queda noche a esto. Yo le escribo como una señal de ruta, nada más.

Es, mal que mal, un trabajo solitario.


domingo, 6 de junio de 2010

Desde el intersticio.

Orbitando...

¿Orbitando?

No, la verdad es que no. Flotando un poco eso sí. Con dirección y sentido. Washington, DC. Tiempo Estimado de Arribo, 1 de Septiembre. Serán cuatro años exactos a la fecha.

Me cambio de casa por vez número dos (de tres) en lo que va del año. Dejo el departamento del póker y los hermanos Ibarra para cobijarme bajo el alero familiar, ahorrar la mayor plata posible, cambiar de ritmo de vida y tantas cosas más antes de volver a partir.

Este sábado se cumplen dos meses desde que dejé Gerona para venir acá... y de pronto el tiempo con unidades de medida se ha vuelto intrascendente, disminuido, incapaz de medir la intensidad de la experiencia vital. Uno intuye que el universo se estructura como una célula, como un organismo viviente, y uno no puede evitar, en ciertos días, sentirse demasiado pequeño para apreciar Aquello que Está Pasando.

Entonces mejor ir a la deriva un rato, pero con propósitos firmes y claros.

Vienen cambios importantes, de casa, actitud, después de país y quién sabe de cuanto más. De momento, una vez más, toma dos (¿de tres?): El intersticio. Como hace cuatro años. Pasar un mundial esperando partir...

La Nota Emo: Anoche vi el capítulo estreno del Dr. Who y lloré a moco tendido. Odio esa expresión, pero como aún estoy medio resfriado, aplica. Al terminar el programa, el locutor BBC que da la programación dijo, en su mejor voz BBC "Si usted se ha visto afectado, conmovido o interesado por las situaciones descritas en este programa..."y de ahí la dirección web y el número gratuito para ayudas psiquiátricas. El capítulo llevaba al Doctor junto a la piernilarga Amy Pond a conocer a Van Gogh en un guión bien cebollístico a cargo del señor Tony Curtis, escritor de 4 Weddings and a Funeral, Notting Hill, Love Actually, ambas Bridget Jones y al parecer del 88% de la filmografía de Hugh Grant. Esto convierte al episodio de anoche en la segunda vez que el señor Curtis me deja llorando.

La Nota Musical: Gracias al ya mencionado capítulo me encontré con una bandita inglesa llamada Athlete. Con ese nombre, fijo que no llegan a ningún lado, francamente. Tienen algo así como cuatro discos dando vueltas y suenan un poco a Keane, un poco a Coldplay. Y así, claramente, no van a llegar a ningún lado. Pero están buenos. Escuche el primer single del más reciente disco, Black Swan. Damas y Caballeros, con ustedes Athlete y Superhuman Touch:
La Nota Necrológica: La semana la comencé encontrando un gato muerto a un costado de Vespucio. Apenas golpeado a un costado, torcido de una pata y retorcido de espinazo, nunca había visto un gato muerto de expresión tan serena. Era temprano en la mañana e iba ligeramente tarde al trabajo, pero aún así, apreté el botón de pausa y el mundo se detuvo unos segunditos para que yo lo examinara. Volví a apretar Start y pasó a ser una anécdota más y nada más...

Y hoy, en la casa que va a ser mi casa pronto, bien pronto, había un perro. El perro en cuestión, que respondía al nombre de Marta, llevaba un rato bien averiado, estaba medio ciego (literalmente, ciego de un ojo), y ayer mismo había tenido una trombosis. El cánido se dio, durante mi estadía ahí unos cuantos golpes contra la mampara de vidrio y demostró tener la peor telemetría de la vida. Tan peor que, mientras yo estaba en el baño, perdido en su mundo de confusión, el cuadrúpedo quiso tomar del agua de la piscina y fue a dar no al fondo, pero lo suficientemente profundo para que este fuera el último gesto de su vida.

Semana que empieza con gato muerto termina con perro muerto, pensé.

Después la desazón familiar, los consuelos a mi madre que, por razones que no entraré a describir, se sentía culpable responsable de la accidental muerte de la mascota; los gestos de rigor, el rigor mortis, y otras cosas más. Se hizo de noche y mi tío y mi primo más pequeño, bajo la luz de un farol de jardín, hicieron el respectivo sitio mortuorio. Yo los miraba, bien ajeno a todo eso, pero bien observador. Era un silencio especial, de esos con textura de película antigua.


Crocante, casi.

miércoles, 2 de junio de 2010

Desde los sueños.

Anoche escribí hasta tarde. Avancé a tranco largo por la tercera parte de la novela (la segunda parte espera en stand by) y completé el segundo capítulo, probablemente de cinco. Hacía frío y yo yacía bajo dos cobertores, con ropa, la luz artificial era tenue y la sola idea de ir a apagarla me daba escalofríos. Así es que cerré el computador y los ojos y en un acto de fe me acurruqué nomás, con ropa, bajo dos cobertores, para dejarme llevar por el sueño.

Funcionó perfecto, como comprobé siete horas más tarde.

Pero lo importante no es el gesto de abandono sino lo que pasó durante de él. Durante él soñé.

Soñé, para variar que me iba a Estados Unidos. Soñé que iba al ReUnion weekend, donde se juntan los ex-alumnos de Union y se emborrachan como si fueran novatos, se reencuentran las parejas de los años universitarios y pasan tanta otras cosas. El ReUnion weekend fue este fin de semana que pasó y las fotos en facebook proliferaron para estimular mi sueño. Lo extraño fue la consistencia, lo profundamente vívido de todo. Me desperté con la frustración de volver a mi realidad cotidiana después de semejante sueño, donde me hubiera gustado quedarme un rato más. Aparte hacía frío.

Revisé, esperanzado, mi correo electrónico, pero no había nada.

Cero. Kaput. Nil. Nihil. Null.


Más decepción. Pero no tanta. Más decepcionante era el prospecto de dejar el lecho para salir al frío. Pero bueno, habría que hacerlo. Sacarse la ropa del día anterior, ducharse, ponerse la ropa del día, salir. Me habló Jo por el sistema de mensajería de la blackberry. Me acordé que existía tal cosa y le fui a contestar y entonces vi que tenía correo. Sólo por apagar el indicador y poder chatear tranquilo lo fui a revisar.



Ahí estaba.



Ni le contesté a Jo sus mensajitos y la llamé inmediatamente para contarle que me habían aceptado en Georgetown.






En algún punto entre eso y ahora, que escribo, sucedió el resto del día.



Desde el despeñadero

"Se sabe, las historias sólo son felices cuando uno las termina de contar a tiempo."


La frase, efectivamente más antigua que el hilo negro (el hilo negro aparecería recién cuando la humanidad empezó a tomar ciertos trazos de sedentarismo, las historias vienen de bastante antes), no deja de retumbarme como corolario de muchas cosas. Y de nada en especial también.
Se las ingenió para aparecer en la tercera parte de Otra Torre se Levanta, novela que está a dos párrafos de irse por el despeñadero. Como tal, le escribo desde ahí. 


Siempre me ha gustado encontrar el punto en que las historias bien urdidas se desatan (de sus negros hilos) y se declaran como tragedias. El punto en que cualquier pretensión de orden y seguridad se revelan como fachada o antecedente y nos damos cuenta de que Esto Va a Terminar Mal. Mi tardía adolescencia confijó esos momentos a Call Me, Call Me de The Seatbelts, porque allá por el capítulo 24 (de los 26) de Cowboy Bebop uno queda absolutamente seguro de que ya se acabaron todas las risitas y que ahora viene el Gran Final. Y que Esto Va a Terminar Mal. En el Rey Lear pasan cinco minutos y el buen rey les está preguntando a sus hijas cuál de las tres lo quiere mal. Uno puede saber mucho de Shakespeare o puede no saber nada de nada, pero sabe, en el fondo que Eso Va a Terminar Mal.




Quizás no tanto como mal, pero es el punto en que la peripecia nos va a llevar a encontrarnos con el pasado de la peor manera posible y a encontrar, lo más probable, la tan anhelada paz de mente sólo a costa de una redención pírrica. Le pasa a Lear, le pasa a Spike en Cowboy Bebop.


A mediados del año pasado tenía tan pegada esta canción.