jueves, 29 de septiembre de 2011

Da-Da. Da,da. Da Horse.

Mi poeta dadaísta favorito del momento es Horse ebooks. Es uno de esos programas fantasmas que twittean en modo spam y siguen automáticamente a quien los nombre, ya sea a los caballos o los libros electrónicos. No quiero hacer teoría literaria en este humilde espacio, en parte porque estoy semi-retirado de esas lides (la teoría literaria, como la mafia, es de las cosas que si uno anuncia su retiro total te vuelven a empujar adentro, requieren por ende una condición liminal más que subalterna [drumroll]), pero en parte porque creo que es mejor mostrar que contar. Aquí os va una pequeña antología de sus perlas.


 Horse ebooks 
How do objects and images move? How can animals

 Horse ebooks 
First, let me reassure you that this is NOT

 Horse ebooks 
BUY A HOUSE NOW? WHY BEEF COSTS WHAT IT DOES BOGGED DOWN IN THE WRONG JOB? SO YOUR WIFE WANTS TO WORK! HOW TO SHOP FOR FURNITURE TROUBLE

 Horse ebooks 
Phobias are very real for many, many

 Horse ebooks 
This ebook is packed with truckloads of tips to help you live in such a way as to attract

 Horse ebooks 
Dear Friend, How would you enjoy suddenly having the reputation as a master horse

 Horse ebooks 
You will have the "power"



 Horse ebooks 
Who Else Wants To Earn Money and DUPLICATE

 Horse ebooks 
Capitalism at its worst!

 Horse ebooks 
Many people think that the most popular way of communicating with other people is through the mouth.

 Horse ebooks 
Do You Sometimes Wonder EXACTLY What Your Cat is Thinking

 Horse ebooks 
I wanted to make love to her like a crazed weasel. I wanted to make love to her like I was an aroused teenage boy at a drive

 Horse ebooks 
Even if they do, they may


Así, en un mundo en que la información va y viene y mi timeline de twitter a veces se llena de chistes repetidos y lloriqueos abyectos (sigo a dos amigos que son hinchas de la UC, mucho me temo), pocas cosas me traen más zen y risa que un buen posteo de mi caballo amigo.



Fuck it, I missed blogging.

El blog emoexistencilars

Podría.
Tener uno de esos.
O
Quizás lo
tuve.

Escribir, por
ejemplo, en forma crípticas.
Porque sí, porque sí, porque sí.
O describir, por
contrapunto,
la desgarradora experiencia de echarte de menos
así, con referente
abierto.

(El público ama los referentes abiertos ¿seré yo señor Jesucristo? - El mejor milagro retórico de JC)

Pero parece que no nos sale,  o no tanto al menos. O no ahora.
Ya llegaran los días en que pueda escribir acá sin la muletilla "corren días ocupados", pero por lo pronto corren días ocupados, aunque hoy me las ingenié para re-escribir Otra Torre y salieron dos mil palabras en vez de las cinco mil que borré el otro día. Y lo que es mejor, aprendí harto sobre el proceso de la reescritura que tanto me cuesta.

Desde hoy me costará un poquito menos.

Me llegó una cajita feliz de Amazon,  con Final Crisis, que me lo tuve que comprar de nuevo tras darlo por perdido en extrañas circunstancias; Daytripper, el cómic de los hermanos Moon y Bá que usted TIENE que leer y que yo ahora le puedo prestar en papel; Habibi, la última de Craig Thompson que es demasiado hermosa para describirla o fotografiarla: evalúo hacer un video post para ella; y a modo de recuperativo: Kavallier &Clay de Chabon y Special Topicas de Pessl. Todas vienen con sello de aprobación, para gustos distintos. Pero Daytripper es para todos y Habibi también.

En otras noticias, la temporada de Doctor Who se aproxima a su fin repuntando notablemente del pésimo inicio de su segunda mitad. Las dos últimas semanas terminé pensando que había visto el mejor capítulo hasta la fecha y así fue. La belleza del deíctico nomás, como Católica que logró perder tres partidos contra el colista, que nunca fue el mismo equipo. Hermoso.

Hoy el León probó lo vieja máxima de que apenas un récord es batido, la marca se queda ahí nomás, empatando y poniendo fin a su racha histórica. Habrá que esperar a ganar los primeros diez partidos del apertura próximo nomás. Por la noche Argentina-B dio la hora contra un Brasil A', y el único gusto estuvo en ver a Montillo y reconocer sus enganches y piques. Verlo con la albiceleste y pensar "¡Qué grande que está!", como si fuera un primo lejano.

Me acabo de dar cuenta que no le escribí ni saludé a mi prima para su cumpleaños, fuck.


Post-digresión futbolísticafamiliar: Mientras el buen doctor encuentra su final (de temporada) en Monument Valley, yo estaré en el Moon Valley local, teniendo probablemente una experiencia de muerte y regeneración. Quizás haya detalles más adelante.


Ahora me despido, gentil lector y amigo mío, tras haber intentando infructuosamente cerrar este post con un acróstico sobre lo mucho que me cuesta hacer acrósticos.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Otra de Documentales: El Frío Misterio

Resulta que mientras Hollywood se llena de remakes y adaptaciones de cómics y adaptaciones de la adaptación y el remake de la adaptación y la re-edición en 3-D y la cacha de la espada, la pata de la guagua, la guagua de la comedia, la caja sin sistema, el cajero sin plata Y el galeón español... acá en Chile hay gente haciendo buenas cosas. Del país más desmemoriado de todos han salido unos jóvenes con cámaras a dejar testimonio de nuestro pasado reciente y a indagar en los archivos ni tan archivados, con resultados dispersos. La semana pasada fui a ver el ya comentado documental de Patricio Guzmán y esta semana fui a ver "El Frío Misterio" el docu sobre Los Electrodomésticos, lejos la mejor banda de los últimos...vamos a decir cincuenta años en Chile, pero podríamos decir de todos los tiempos igual pascual nomás.




Empecemos por lo básico y fundamental: Electrodomésticos se merecía un documental, hace rato. Como se han merecido más cobertura de la que han tenido en medios y en el mundo en general. Desde mis primeras experiencias con ellos, y más aún con el paso de los años, soy un convencido de que Carlos Cabezas debería ser raptado a todos los salones de la fama de la música que existen y que la banda debería aparecer en todas las listas en que no aparece cuando la gente recuerda lo mejor de una década. Con un sonido de otro lado, una sensación que siempre me dieron y que me deleité de encontrar replicada en los distintos entrevistados de la película, han estado siempre en otro plano nomás. 

La principal fortaleza de El Frío Misterio es hacerse cargo de esto. Hay un excelente trabajo de recopilación y el material le hace justicia al sujeto del documental. Su principal debilidad es su estructura, que no se alcanza a concretizar del todo. El manejo de los tiempos es un poco atarantado y cuesta encontrarle la vuelta a la organización que el director dispuso. Al principio parece ser un recorrido satelital al entorno del grupo que va girando concéntricamente hacia un espacio central donde terminan recibiéndonos Cabezas y Paredes... pero entremedio hay un intento de dividir la historia de la banda en períodos y algunas secuencias simplemente no cuajan en el ritmo de la cinta. Pareciera que había secuencias que el director consideró que eran tan buenas que no había que editarlas, en desmedro de la narrativa general. Uno podría argüir que la estructura arrítmica imita los propios compases dispares de la música de los Electrodomésticos, pero estamos hablando de códigos distintos y aquí la cosa peca de mal montaje. Quizás la culpa de todo la tenga mi reciente asistencia a Nostalgia de la Luz, y siempre es injusto compararse con un maestro del género; pero es inevitable pensarlo : en la película de Guzmán el montaje fluye, induciendo la tesis y argumentación del director impecablemente y uno sale creyendo que ha visto la mejor de las versiones posibles de la película; en El Frío Misterio uno rápidamente comienza a montar su propia película mientras la ve y siente que, de tener acceso al mismo material, podría haber hecho algo tanto mejor.

Aún así es una grata experiencia. Hay un buen trabajo investigativo, buenas imágenes, y en medio de las largas secuencias con temas completas en vivo se consigue la atmósfera precisa de un concierto de Electrodomésticos. Y da gusto verlos así, en pantalla grande, más grandes que la vida. En algún momento uno de los entrevistados amaga con describir su música como "Elegante" y luego, lamentablemente, se corrige y desdice.

Pero sí, es elegante. Tiene una clase y una categoría distintas a toda la escena local y escucharlos es tener la intuición de que uno está frente a un auténtico talento. El documental nos termina revelando que la gran diferencia con sus pares esté quizás en que los Electrodomésticos nunca se creyeron músicos y por lo mismo abordaron su trabajo con la dedicación obsesiva del que sabe que está en un medio que no es el suyo. A todo ese talento latente se le sumó, en definitiva, un trabajo pulcro y profesional. Un ensayo y ensayo y error. 

Vaya a verla. Si usted tiene más de 26 o 27 años la va a disfrutar aún más. Si le gusta la música de Cabezas y la banda usted ya debería estar allá. Está en el Cine Arte Alameda y en el Cine Huérfanos, me parece. Yo la vi en el Alameda, cine de proyectora antigua y cuya oscuridad antes de la película es total, exquisitez que se agradece en este era del cine con luz tenue. Así, en sala antigua, de otro tiempo, El Frío Misterio se despliega con mayor facilidad, empapando la sala de la atmósfera parca de VHS y colorida de sintetizadores y beats programados en análogo. Un efecto de tercera dimensión que no te lo da ningún lente.


Varias imágenes del trailer quedaron en el piso de edición. 
Lo que es una real lástima.

martes, 20 de septiembre de 2011

La última frase.

Durante el fin de semana que ya se fue (así nomás es) tuve el gusto de ir a ver el último documental de Patricio Guzmán. Nostalgia de la Luz es una pieza impecable, sublime. De ejecución técnica perfecta, la pieza más refinada, ciertamente, de alguien que ha hecho su carrera siendo uno de los mejores en su medio. Son más de cuarenta años que Guzmán lleva realizando documentales y su más reciente trabajo es el fruto de alguien que cada día refina más su talento.

Podría intentar analizarla en este espacio, pero prefiero decirle que la vea. Vaya a verla. Probablemente le queden 24 horas de exhibición, así es que altere su panorama de día miércoles y diríjase al cine más cercano. Por favor.

En Nostalgia, Guzmán sutilmente trenza la exploración astronómica en Atacama, con el trabajo arqueológico en la zona y los desesperados gestos de los familiares de los detenidos desaparecidos de la dictadura de Pinochet. En un ecosistema desierto al punto de casi no ser un ecosistema, conviven estos tres tipos de recopiladores. El documental rápidamente establece el paralelo entre sus búsquedas y consigue entregar su mensaje sin tapujos ni vueltas de más: se hace patente en pantalla el absurdo de un país dedicado astigmático, dedicado a ver de lejos, olvidando su pasado inmediato.

Mi acompañante al cine es hija de un preso político de Chacabuco. Su tío cruzó la pampa a pie escapando de la dictadura, historia que me ha regalado para informar ligeramente la novela que estoy terminando y sin duda para ser tratada mucho más en profundidad a futuro. La experiencia de verla con ella tenía además un tinte especial, porque no son pocas las horas que hemos pasado a lo largo de los años hablando de la dictadura, y más especialmente de los absurdos que aún se sostienen anclados en ese punto ciego del pasado. Los oficiales de la DINA que ejercen cargos públicos, los torturadores que andan sueltos, la cantidad de gente que sabe a ciencia cierta dónde están los restos de los familiares de otra gente y no dice nada. Nuestra misión-país de hacernos los locos, porque "ya pasó mucho tiempo" y porque "no es relevante para el momento nacional".

UNO. Es más relevante que nunca.
DOS. Va a dejar de ser relevante cuando nos hayamos hecho total cargo de sus antecedentes y consecuencias.

UNO. Porque el aire se está cargando. Todos y cada uno de los taxistas con los que conversé en mi semana y media en Santiago me comentaron algo sobre "los ricos" y lo que hay que hacer con ellos. Esto como botón de muestra, claro, pero siento al país más consciente de su clase, más resentido de tanta opresión dilatada. Estos son los mismos procesos sociales que llevan a estallidos y uno no puede mirar las noticias de Grecia o Libia (elija el país que más le acomode a sus sensibilidades) y pensar ¿Y acá cuándo?
En los 90s no estábamos ni ahí y estábamos esperando nada. A principios de siglo se venía el estallido. Ahora estamos un paso más adelante. Ojo con eso.

DOS. Porque la única salida a la crisis, a CUALQUIER crisis, es ser responsables y hacernos cargo de nuestros errores sin disfrazarlos ni excusarlos. Recordarlos siempre, aprender de ellos. Sobretodo ahora que nos gobierna un hombre que hizo de la trampa y el oportunismo su camino al poder y la fama. Una cosa es ser ladrón, y otra cosa es buscar todos los subterfugios legales posibles para robar sin tener que admitir que se está robando. La segunda es tanto más peligrosa que la primera. Y tanto más chilena.


Durante los 90 mins que dura la película más o menos pensé (y al final de la función supe que pensamos con mi acompañante) irme de la sala. Así de dolorosa y descarnada fue la experiencia. El aparato crítico me duró veinte minutos de estudio del montaje y las pausas que se toma Guzmán antes de poner a los Detenidos Desaparecidos como tema central, pero en cuanto lo hace ya no pude escudarme en eso más. Lloré y lloré con la intensidad que se llora cuando lo macabro viene en un formato sublime. No dejé la sala del cine precisamente por la certeza de estar contemplando una auténtica obra de arte, por manoseado que esté el término.

Salí una vez que ya terminó, cuando la inmensa mayoría de la audiencia, como nunca, se quedó pegada inmóvil viendo los créditos hasta el final, esperando quizás algo más allá de esa magnífica frase que cierre el documental volviéndolo un poema de 90 minutos. Salí sintiendo una extraña comunión con los griegos que iban al teatro y purgaban sus emociones y se sentían limpios del alma por la catarsis. Salí sintiendo que sabía lo que era importante y trascendente en la vida diferenciándolo claramente de lo frívolo y banal. Le dije a mi acompañante que nos tomáramos un chocolate caliente,

-... pero lejos de todas estas luces y gritos y neón. - apuntando al cine, insoportablemente estridente en su artificialidad plástica.

Llegué a casa y me acosté temprano. Era la noche del 19 y había salido casi toda la semana. La había apartado para escribir, pero no quería escribir. Quería aprovecharme de la instancia para dormir, tranquilo, como niño, con la consciencia removida al punto de recordarme lo importante que es dormir, tranquilo, como niño.

 Me quedan muchas cosas tras verla, más allá de lo agradecido que estoy de haberla visto. Quizás la más racional y por ende más articulable es la enervante perfección de la frase final del documental. Cuando la vi, la escuché y pensé, cruzando los dedos "No puede ser esa la última frase. No puede terminar tan perfectamente". Como un corte samurai o un final de Hemingway, Guzmán se despacha una sencilla observación que conecta todo lo visto en los últimos 90 minutos y agrega ahí, en fracciones de segundo tanto, tanto; que podría incluso filmar otros 90 minutos más para desarrollar esa frase. Lo que es mi definición de un final perfecto. Al punto que es el título y motor de este post.



Mi única molestia es que encuentro indignante que tengamos que ver los documentales de un chileno, hablado en perfecto español, con subtítulos en francés. En un breve segmento habla un astrólogo estadounidense y los subtítulos siguen saliendo en francés. Yo a esa altura ya quería traducirle a toda la sala, para que no se perdieran de nada. Como ahora quiero que usted vaya y la vea, para que no se pierda de nada.



sábado, 10 de septiembre de 2011

Espectrales Dimensionales.

Agosto es, estadísticamente, de los meses menos activos en este humilde espacio. Quizás la batalla para pasar el mes sea mucha. Alphonse Mucha.  Sí, es la hora de la asociación libre.

Hace unos días caminaba por Copiapó, a horarios poco usuales, moviéndome de escuela a escuela. Corté camino por  un callejón que terminaba en un pasaje flanqueado por un terreno baldío y cercado, propiedad de una empresa de aguas y una casucha hecha de maderas apiladas, como si Giger hubiera tenido que diseñar una nave espacial con cajones fruteros.

Avanzaba apurado, escuchando música. Me salió al paso el dueño de la casa, invitándome con un gesto no muy distinto al de los gatos japoneses. Me saqué los audífonos y escuché su grito:

- ¡Profesor!

Intrigado, acostumbrado al apelativo por cualquier razón menos la correcta, me acerqué.

- ¡Profesor! ¿No me había reconocido?

Sus ojos tenían un brillo de ese que confunde las lágrimas incipientes, el alcohol excedente y alguna otra combinación sustantivo-adjetivo que termine en ente.

Le dije que no, que no lo había reconocido, pero que obvio que ahora sí que lo veía.

- ¿Qué está haciendo profesor? ¿Va muy apurado?

El hombre estaba emocionadísimo, como si no nos viéramos hace años de años. Me preguntó por mi vida una y otra vez; y, en medio de su furor, comenzó a hablarme en italiano. En auténtico y, a simple vista, gramaticalmente correcto italiano.

La cosa habría quedado ahí nomás, si en medio de su champurreo etrusco no me hubiera llamado "Leonardo". Así, sin ni un miramiento. Justo en el blanco. Me debo haber quedado muy paralizado, porque aprovechó de tomarme la mano con dos y darme un beso en ella, como si no sólo fuera Leonardo sino algún duque, o quizás aquél Leonardo. Me invitó a tomar el té, pero le dije (ay) que estaba apurado y que tenía que irme, cosa que era cierta por lo demás.

Me costó seguir caminando.


Me acordé de las víctimas de los Weeping Angels del Doctor Who, que vuelven al pasado a vivir una vida que alimenta a sus depredadores. Me lo imaginé al viejo como alguno de los niños de la escuela que acababa de dejar. Pensé en los ebrios que reconocen rostros perdidos en desconocidos y pensé que quizás así como él me había tenido a mí, alguien más sería confundido por mi padre.
El encuentro desafía todas estas proposiciones, vibra, culebreando por entre la realidad, escapando la definición de la mera coincidencia.

Porque no hay realmente tal cosa.


Por estos días, me gustaría que mi serie terminara con esta canción en los créditos finales. En esta, mi serie, uso afro y pantalones pata de elefante y escondo mi magnum .45 en el afro. Tengo un sidekick japonés que se sabe todas las artes marciales de la Tierra y manejamos un cadillac convertible verde petróleo (i.e. el verde que a veces veo negro). El auto se llama The Lego Executor y deja una estela roja  a su paso, mientras suena: