viernes, 7 de agosto de 2009

La vida como comercial.

Esto me sucedió hace unos años, pero por esas cosas del blog no lo había puesto por escrito.

Sucedió en el aeropuerto "internacional" de Albany. Las comillas son porque los vuelos internacionales son sólo a Canadá, que está a dos horas en auto. Poco preparado para individuos cuyo destino final es Chile (la tasa debe ser uno punto cinco por año), me hicieron pasar dos veces por la misma revisión de ropajes y equipajes. Estos eran los días del ocaso de la administración Bush. Nancy Pelosi en la casa, dijo el MC.

La primera de las veces que revisaron mi equipaje de mano, salieron a la luz pública mis dos computadores de entonces, aquél que era conocido como 'El Profesor' y en el que escribo esto, mi amigo Mac. Pasaron ambos por la revisión, mi aspecto no ameritaba la confiscación del disco duro que había sido estrenado por la administración Bush en aquellos días, pero no por esto mi computador fue a dar directamente a mis manos. Interceptada se vió la pobre máquina, cayendo en las manos de una mujer. Caucásica, de pelo claro (rubia bajos los estándares chilenos, no bajo los americanos), de unos 35 años, la muchacha lo tomó sin dignarse mirarme y empezó a caminar hacia un hombre, de descripción física mortalmente parecida diciendo

- Aquí está, cariño - dijo ella, sólo que en la lengua de Shakespeare, Keats, y los Backstreet Boys.

Mientras tanto, yo empezaba a poner mi cara de perplejidad. Habría mis ojos, agrándandolos a todo lo que dan (que no es mucho), cuando entro en escena el tercer actor.

El hombre, de descripción física mortalmente parecida a la de su esposa, sonrió, tomó el computador y me lo pasó de vuelta, con un gesto apologético y simple. Yo seguía un poco perplejo de la rapidez de la situación, pero entendí lo que estaba pasando lo suficientemente rápido para sonreír de vuelta en la justa medida. Tras el gesto apologético, el hombre miró a su señora y con la misma sencilla sonrisa le dijo

- No, mi vida, acá está el mío. Lo que pasa es que cada día somos más los que tenemos un Mac.

Y ahí yo me sonreí más profundo, y seguí mirándolos a ellos, consciente de que las letras y el logotipo estaban apareciendo y que, de mirar hacia mi izquierda, alguien gritaría para cortar la escena y tendríamos que filmar de nuevo.

1 comentario:

Lute dijo...

Me encanta.
Pero es de lo más terrible.
Ni siquiera entenderla como una novela ya...