domingo, 31 de julio de 2005

Rodrigo Fresán salvó mi vida.

Dos Veces. Así como ?Last Night a DJ saved my life? de ya no me acuerdo qué grupo ochentero. Y las dos veces fueron en vacaciones.
El año lo empecé leyendo ?La Velocidad de las Cosas? Había terminado con mi novia en una decisión que ya me había dado cuenta había sido nada más que un gran error. Eran tiempos oscuros para la Rebelión, como se podrá apreciar. Opté por dejar de leer Teoría Literaria en los veranos y la lista de libros la armé con Isaac Singer, Saul Below, G.B. Shaw, el ya-clásico Jacques Derrida y este argentino. Fresán venía para mí con el mero-pero-más-que-suficiente referente de aparecer de cuando en vez en mis conversaciones con mi mejor amiga por aquellos días. Solía ella usarlo como ejemplo tangente a nuestras conversaciones ?eso le vendría mejor a Fresán? o ?está más claro acá que en Fresán?. Lo único que yo había leído de él una entrevista en que respondía muy casualmente a una pregunta aún más casual: ?Si no fuera escritor sería dibujante de comics?. La mejor respuesta del planeta.
?La Velocidad de las Cosas?, una colección de relatos encadenados por motivos que se repiten, por una exaltación del sentido de la escritura a veces en el contenido y siempre en la forma, me salvó de un verano horrible. Me salvó de olvidar el goce de la lectura entretenida, gozosa de puro goce estético, lejana a las interpretaciones de tercera o cuarta derivación, simple y elegante. Me salvó la vida. Y el ?Monólogo para hijo de puta con ballenas y hermanita fantasma? quedará para siempre como EL cuento que me ha dado risa, tedio, entretención y lágrimas. Las cuatro juntas. Gran Literatura es aquella que te hace sentir vivo, que te recuerda que a veces puedes pasar por la vida sin disfrutarla del todo, que si estás rompiendo en una carcajada en la soledad de una madrugada frente a una página es porque hay tanto más allá afuera. El Arte nos hace sentir orgullosos de ser humanos y nos inspira, recordándonos que podemos ser mucho mejores lo que ya somos. A veces nos entristece lo abismal de la diferencia entre Arte y Realidad, pero de eso se trata, de encarar esa diferencia?

Vacaciones de Invierno llegan a su fin. ?Mantra? me ha tirado las orejas, recordándome todo lo anterior, olvidado en el curso de un semestre de demasiadas lecturas aburridas. ?Mantra? es un libro complejo, caprichoso, no recomendable para cualquiera (básicamente porque hay que compartir un cierto background de referencias para disfrutarlo a cabalidad), pero es un trabajo poderoso. Más terrenal que ?Velocidad?, uno comienza su lectura sabiendo que es un libro por encargo, que el concepto de las ciudades de Editorial Mondadori está tras el volumen de 570 páginas. Pero Fresán no esconde su México
D.F. en un afán comercialoide, sino que lo expone, reiterativamente, sobrecondimentadamente como el mejor de los tacos (sobrecondimentadamente taquiforme diría, sin duda, Martín Mantra). Es inevitable terminar ?Mantra? sin querer un poco más a México, sin sentirse sorpresivamente feliz de saber a algún lugar de la Iberoamérica como el escenario de una historia envolvente, embriagadora, como aquella que poblaban nuestra infancia y que, en mi vida, siempre pasaban en Inglaterra.
Percepciones y sensaciones literarias al fin de otras vacaciones. Estas, de invierno, las pasé con mi novia con quién volví en una decisión que no puede ser sino un gran acierto. El mejor de todos. Y ahí está Fresán de nuevo, habiéndome recordado una vez más no sólo lo bello de la vida y la literatura misma, sino que la contemplación y superación personal no son privativos de los momentos de derrota, sino un llamado siempre. Y claro, habiéndome recordado la más fundamental de las verdades universales de esta vida: Si no puedes ser escritor, tienes que ser dibujante de comics.

Escrito con "In the Back Seat", el más notable track del otherwise monótono Funeral de The Arcade Fire

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