domingo, 14 de mayo de 2006

Las Pequeñas Victorias

Cuando somos chicos todo lo que no sale a nuestra pinta nos frustra, y tiene perfecto sentido que el más perfecto de los días se arruine porque nos compraron galletas en vez de helado y decisiones sin sentido (como comprarse un jueguito de agua en vez del guardia imperial, argh) no dejan lugar a arrepentimiento alguno. Después llega la adolescencia y algo pasa que el mundo se aparece invenciblemente frustrante, llantos, depresiones, rabias y demases mediante, de alguna forma aprendemos que quizás no es tan importante conseguir todo lo que se nos antoja, como sí lo es conseguir las cosas realmente importantes (como la chica que nos gusta, los guantes de arquero precisos y la discografía de Radiohead) y no preocuparnos por tanto detalle (si no está The Bends, será (gulp) Pablo Honey)...cierta noción de paz interior empieza a construirse, sino como sensación, como ideal. Qué ganas de llegar a ese estado donde nada más es necesario, y la realidad fluye nomás.
Después la adolescencia se te empieza a terminar y las cosas se ven más reales, como si la realidad efectivamente fuese una torre ya no tan lejana y ahora estamos a su sombra. Impresionante y punto. Y es aquí como, con la perspectiva de las cosas enfocada sin gran angular y ya en definitiva búsqueda de la anhelada paz de mente, se nos ocurre que a este mundo hay que cambiarle tantas cosas y que es hora de construir algo, hora de escribir un guión, fundar un preuniversitario solidario, encontrar la cura para algo o diseñar algo que le haga cualquier cosa más fácil a alguien. Aquí es donde entran los grandes proyectos, las becas, los postgrados, los concursos ganados, el financimento estatal, etc, etc, etc.

Aquí también es cuando descubrimos que nada sale como lo esperamos.

Porque claro, es regla (al menos acá en el tercer mundo) que los mediocres tienen la mejor mano, que quienes se conforman con lo establecido triunfan en el stablishment (algo dotado de la más lógica de las coherencias), y que por lo general uno la tendría más fácil si fuera una genuina mala persona. O al menos un cínico de la mítica proporción de Ned, el de Ned&Stacy.
Y es aquí también donde es fácil perder la perspectiva y creer que cuando las cosas no salen como las planeabamos todo está destinado al fracaso. Naciones Unidas no previene ninguna guerra y el Transantiago es tan miserable como la licitación de las micros amarillas...
Pero no es hasta que uno hace algo o se lanza en picada desde la tribuna del hincha y crítico hasta la cancha misma que no entiende que las cosas sí funcionan, sí es posible lograr un mínimo de cambio, por imperceptible y pequeño que sea. Las diferencias sí se pueden lograr, y si bien vivimos inmersos en un cultura que venera el motivo del elegido (desde Rambo hasta Matrix, pasando por los Skywalker, Frodo Baggings y Bill Pullman en ID4) no hay que perder la perspectiva, y a veces hace tan bien salir a la calle con el gran angular.
Porque claro, desde que se fundó Naciones Unidas (45)han muerto 6 millones de personas en guerras, y no los 35 millones que murieron solamente entre el 38 y el 45. Y claro, el Transantiago hoy es profundamente menos intimidante que las micros amarillas de ayer...y vamos a ver si alguna vez se pone en marcha del todo y entonces no termina descontaminando la ciudad...one day at a time. En algún momento a alguien se le ocurre que deberíamos hacer algo por nuestro transporte público y 3 años después las cosas se ponen a tirones en marcha, en algún momento repararemos en la pésima calidad de nuestra educación superior y 5 años y 37 marchas en contra después tendremos un esbozo de cambio en nuestros programas, las cosas pasan. Lento, pero pasan. Nosotros las hacemos pasar. Y su lentitud es proporcional a su volumen, that's for sure.

Pero, en medio de todo esto, están las pequeñas victorias. Esas cosas que te hacen settle down for less y sencillamente sonreírte y perder la cabeza de perspectiva y de ansiedades, para salirte un rato de las presiones y ver lo bueno que es, en definitiva, haber llegado hasta aquí. Y no hablo sólo de los accidentes comunes que te iluminan el día, como cuando suena James Blunt y alguien hace el favor de cambiarla; sino al sentir que no hay paso atrás que cambie los dados hacia adelante y vaya sino es béndito por primera vez el tiempo y su irremediable unidireccionalidad. Cuando las cosas están yendo mal, bueno al menos están yendo, ¿no? Nada que no se pueda corregir, pero al menos hay algo en movimiento...

Esto es básicamente lo que pensé al subirme a una micro de las viejas, encontrarme lamentando los 35 mil contratiempos y fallos en la planificación del Transantiago y descubriendo que los grandes proyectos viales vienen desde el mundo de las ideas a la realidad por el camino del ripio más despedregado de todos.

Escribo con demasiado sueño para la coherencia.
Algunas cosas por las que ya no puedo esperar
El Mundial.
Que Julieta Venegas empiece a sonar en las radios con la frecuencia del año antepasado.
Que James Blunt quede inexplicable y definitivamente mudo.
Que venga Radiohead (puntos extras si tocan "Last Flowers till the Hospital)
El Lunes.
Sí, el Lunes porque finalmente llega respuesta
de USA
Que ganemos el clásico universitario.
Que llueva.

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