domingo, 11 de julio de 2010

Hasta que terminó el mundial.

No pude escribir. Intenté un par de veces, con los magros resultados que habrán apreciado las cinco personas que revisan esta página cada tanto. Entré a este mundial con recelos, apestado de la Bielsamanía y ese fervor medio obcecado de aquellos que dicen que no les gusta mucho el fútbol pero igual ven a la selección, ¿ah?

Es que yo soy de los otros, más atorrantes, con menos pelaje y más neurosis, ciertamente, de esos que seguimos a un equipo semana a semana, que se nos va la vida en las cosas más tontas, los partidos más rascas, los detalles más pequeños. Soy de esos que creemos que lo bonito del fútbol está más en la agonía propia de ser un juego profundamente injusta que otra cosa. No creo en eso del ganar por ganar y odio a los equipos a los que las cosas les salen demasiado fáciles.

Así, históricamente he odiado a Brasil, Alemania e Italia. Así, históricamente he hinchado por Argentina, Inglaterra. Otros también, pero sobre todo por esos dos. ¿Chile? Yo soy de la generación que quedó irrevocablemente marcada por haber quedado sancionada fuera de dos mundiales. Crecí mirando Italia '90 por la tele, enamorado del gol de Caniggia a Brasil, de la Inglaterra de Lineker, Waddle (rey del choco panda), y Shilton. Oh, el segundo y el cuarto, respectivamente. Perdieron con Alemania los dos, y contra Italia sólo Inglaterra. Está claro cuál es el origen secreto de mis gustos en la materia.

Chris Waddle, rey del Choco Panda

Me lo tomé con calma este mundial, particularmente poco afectado por el fervor por Chile. Como había escasos jugadores de la U, la cosa no podía importarme menos. Miré de lejos el fervor en las calles, entré a un café y salí corriendo al ser recibido por el toque de vuvuzelas de unos enajenados celebrando la clasificación a segunda ronda. En algún momento del torneo me pregunté

¿Así de rídiculo me veo yo cuando la U gana?

Y me respondí: Sí, así de ridículo te vez cuando la U gana.
La euforia no te la quita nadie eso sí.



De a poco eso sí me fui contagiando. Hubo buenos partidos, hubo lindas exhibiciones de fútbol. También había harto fervor. Los campeones le generaban anticuerpos a buena parte de la población, la selección Alemana le generó una extraña simpatía a mucha gente. Me metí, como tal en más de una discusión. De las buenas y de las acaloradas, siempre con gente que tuviera algún background. Porque si algo trae el mundial es gente con opiniones y sin mucho conocimiento de causa. Nada más enfermante, particularmente cuando son de cabeza dura. Pero es parte de lo lindo de la fiesta, también.

Y fue una fiesta, claramente. De esas que lo dejan a uno con la cabeza en otra parte, pensando en la velocidad en que las cosas cambian. Un mundial que ya no es la Gran Justa del Fútbol, sino más bien Una Justa Más, pero que se disfruta por eso, porque tiene a buena parte de la gente pendiente del fútbol, porque le da vitrina a los jugadores que no están en Europa peleando la Champions League (quizás ahora sí la competencia más importante de fútbol de la Tierra). Es lindo este mes en que está bien hablar de fútbol, porque todos se atreven a hablar de fútbol.

Tuvo de bueno este mundial, por sobre todas las cosas, su campeón. España es un equipo que jugó bien al fútbol, que impuso equipo por sobre figuras en un mundial en que las grandes superestrellas llegaron demasiado cansadas para hacer un buen papel. Así Rooney, Messi, Kaká y Cristiano Ronaldo se quedaron en los comerciales más que otra cosa. Y Forlán, impensado, imprevisto, sabíamos-que-era-bueno-pero-nunca-tanto brilló llevando a Uruguay a semifinales. El Balón de Oro se lo merece con creces.
Tuvo de bueno también que fue el mundial que nos trajo de vuelta la nota banana, el gesto ridículo. Se aprecia al pulpo Paul, ¿sabe? El cefalópodo ese nos recordó que también de cosas ridis se trata esto. Si bien la posibilidad de tener pulpos clarividentes a mí al menos me parece un claro preludio a una invasión extraterrestre más que otra cosa.
¡Cuidado con la fauna marina!

Para mí particularmente tuvo de bueno encontrarme con las columnas de Exequiel Fernandez Moores hace rato que no leía un columnista más lúcido. A veces el espacio y el formato se le van de las manos y a veces siento que gambetea mucho para rematar poco; pero es un tremendo. En Chile no hay periodista deportivo que escriba así. Es más, en Chile (en los medios) no hay nadie que escriba así. No desde que hace un par de años Pato Navia se pasó al lado televisivo de la fuerza y perdió su  mojo con la pluma. Siempre es un gusto leerlos a esos que hacen que cada oración valga en un texto.

¿Terminemos con una de mundiales? Corría el año '90 y Gianna Nannini no podía sospechar que Notti Magiche iba a terminar siendo recordada como la mejor canción compuesta especialmente para la ocasión. Porque la Copa de la Vida no nomás,  y nadie se acuerda de la que cantaba Anastasia y si Japón Corea tuvo canción no nos enteramos. Shakira hizo lo suyo este año dentro de todo, en tandem con ese himno para refugiados vuelto jingle para Coca-Cola que fue Wavin' Flag. Más allá de todo esto, por allá por el año '90 la selección inglesa no rompía aún con su tradición de tener canciones-himno que le acompañaran durante la campaña. Así, se escogía a  un grupo y se grababa una canción especialmente, de preferencia en compañía del equipo, como fue el caso de New Order que se despacharon esta joyita - Para Inglaterra rumbo a Italia '90, World In Motion:



Ps - La versión en inglés de Notti Magiche viene de la mano ni más ni menos que de Giorgio Moroder, pedazo de productor musical. El '90 fue, en efecto, el último de los 80s.

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