martes, 20 de septiembre de 2011

La última frase.

Durante el fin de semana que ya se fue (así nomás es) tuve el gusto de ir a ver el último documental de Patricio Guzmán. Nostalgia de la Luz es una pieza impecable, sublime. De ejecución técnica perfecta, la pieza más refinada, ciertamente, de alguien que ha hecho su carrera siendo uno de los mejores en su medio. Son más de cuarenta años que Guzmán lleva realizando documentales y su más reciente trabajo es el fruto de alguien que cada día refina más su talento.

Podría intentar analizarla en este espacio, pero prefiero decirle que la vea. Vaya a verla. Probablemente le queden 24 horas de exhibición, así es que altere su panorama de día miércoles y diríjase al cine más cercano. Por favor.

En Nostalgia, Guzmán sutilmente trenza la exploración astronómica en Atacama, con el trabajo arqueológico en la zona y los desesperados gestos de los familiares de los detenidos desaparecidos de la dictadura de Pinochet. En un ecosistema desierto al punto de casi no ser un ecosistema, conviven estos tres tipos de recopiladores. El documental rápidamente establece el paralelo entre sus búsquedas y consigue entregar su mensaje sin tapujos ni vueltas de más: se hace patente en pantalla el absurdo de un país dedicado astigmático, dedicado a ver de lejos, olvidando su pasado inmediato.

Mi acompañante al cine es hija de un preso político de Chacabuco. Su tío cruzó la pampa a pie escapando de la dictadura, historia que me ha regalado para informar ligeramente la novela que estoy terminando y sin duda para ser tratada mucho más en profundidad a futuro. La experiencia de verla con ella tenía además un tinte especial, porque no son pocas las horas que hemos pasado a lo largo de los años hablando de la dictadura, y más especialmente de los absurdos que aún se sostienen anclados en ese punto ciego del pasado. Los oficiales de la DINA que ejercen cargos públicos, los torturadores que andan sueltos, la cantidad de gente que sabe a ciencia cierta dónde están los restos de los familiares de otra gente y no dice nada. Nuestra misión-país de hacernos los locos, porque "ya pasó mucho tiempo" y porque "no es relevante para el momento nacional".

UNO. Es más relevante que nunca.
DOS. Va a dejar de ser relevante cuando nos hayamos hecho total cargo de sus antecedentes y consecuencias.

UNO. Porque el aire se está cargando. Todos y cada uno de los taxistas con los que conversé en mi semana y media en Santiago me comentaron algo sobre "los ricos" y lo que hay que hacer con ellos. Esto como botón de muestra, claro, pero siento al país más consciente de su clase, más resentido de tanta opresión dilatada. Estos son los mismos procesos sociales que llevan a estallidos y uno no puede mirar las noticias de Grecia o Libia (elija el país que más le acomode a sus sensibilidades) y pensar ¿Y acá cuándo?
En los 90s no estábamos ni ahí y estábamos esperando nada. A principios de siglo se venía el estallido. Ahora estamos un paso más adelante. Ojo con eso.

DOS. Porque la única salida a la crisis, a CUALQUIER crisis, es ser responsables y hacernos cargo de nuestros errores sin disfrazarlos ni excusarlos. Recordarlos siempre, aprender de ellos. Sobretodo ahora que nos gobierna un hombre que hizo de la trampa y el oportunismo su camino al poder y la fama. Una cosa es ser ladrón, y otra cosa es buscar todos los subterfugios legales posibles para robar sin tener que admitir que se está robando. La segunda es tanto más peligrosa que la primera. Y tanto más chilena.


Durante los 90 mins que dura la película más o menos pensé (y al final de la función supe que pensamos con mi acompañante) irme de la sala. Así de dolorosa y descarnada fue la experiencia. El aparato crítico me duró veinte minutos de estudio del montaje y las pausas que se toma Guzmán antes de poner a los Detenidos Desaparecidos como tema central, pero en cuanto lo hace ya no pude escudarme en eso más. Lloré y lloré con la intensidad que se llora cuando lo macabro viene en un formato sublime. No dejé la sala del cine precisamente por la certeza de estar contemplando una auténtica obra de arte, por manoseado que esté el término.

Salí una vez que ya terminó, cuando la inmensa mayoría de la audiencia, como nunca, se quedó pegada inmóvil viendo los créditos hasta el final, esperando quizás algo más allá de esa magnífica frase que cierre el documental volviéndolo un poema de 90 minutos. Salí sintiendo una extraña comunión con los griegos que iban al teatro y purgaban sus emociones y se sentían limpios del alma por la catarsis. Salí sintiendo que sabía lo que era importante y trascendente en la vida diferenciándolo claramente de lo frívolo y banal. Le dije a mi acompañante que nos tomáramos un chocolate caliente,

-... pero lejos de todas estas luces y gritos y neón. - apuntando al cine, insoportablemente estridente en su artificialidad plástica.

Llegué a casa y me acosté temprano. Era la noche del 19 y había salido casi toda la semana. La había apartado para escribir, pero no quería escribir. Quería aprovecharme de la instancia para dormir, tranquilo, como niño, con la consciencia removida al punto de recordarme lo importante que es dormir, tranquilo, como niño.

 Me quedan muchas cosas tras verla, más allá de lo agradecido que estoy de haberla visto. Quizás la más racional y por ende más articulable es la enervante perfección de la frase final del documental. Cuando la vi, la escuché y pensé, cruzando los dedos "No puede ser esa la última frase. No puede terminar tan perfectamente". Como un corte samurai o un final de Hemingway, Guzmán se despacha una sencilla observación que conecta todo lo visto en los últimos 90 minutos y agrega ahí, en fracciones de segundo tanto, tanto; que podría incluso filmar otros 90 minutos más para desarrollar esa frase. Lo que es mi definición de un final perfecto. Al punto que es el título y motor de este post.



Mi única molestia es que encuentro indignante que tengamos que ver los documentales de un chileno, hablado en perfecto español, con subtítulos en francés. En un breve segmento habla un astrólogo estadounidense y los subtítulos siguen saliendo en francés. Yo a esa altura ya quería traducirle a toda la sala, para que no se perdieran de nada. Como ahora quiero que usted vaya y la vea, para que no se pierda de nada.



2 comentarios:

Lute dijo...

voy a tratar de leer este post después porque tenía ganas de cine y quizas podríamos doblar el panorama de hoy.

Y ya se un poco de que se trata.

LV dijo...

Avísame cuando la veas, si la ves :)