lunes, 1 de diciembre de 2008

El Retiro

Marcelo Salas se ha retirado (al parecer) de la actividad futbolística. La envergadura del jugador hace que su retiro tome ribetes de funeral: aparece el festival de los lugares comunes y se genera un ambiente que fusiona el "yo lo conocí cuando..." con el "qué lástima que se nos va" e incluso con el "qué bueno, al menos ahora está descansando".Y sí, es una pena, es una lástima, y es bueno que ahora descanse, pero no sé si por las mismas razones que se esbozan. No creo que estuviera en condiciones de retiro de por sí, sino que su retiro viene acelerado por intermediarios funestos.

Yo creo que el retiro de Salas es un bonito ejemplo del histérico carácter de ese monstruoso constructo local conocido como "el medio local" o "la hinchada" o a veces "la opinión nacional". Marcelo volvió a la U, habiendo pasado ya por River Plate, devolviéndose paso a paso por el sendero que alguna vez lo llevara al estrellato y el reconocmiento como uno de nuestros más grandes futbolistas. Llegado a Chile se encontró con ese fervor descabezado e iluso que nos ha caracterizado siempre: Salas jugaba y el público se volvía loco, los comentarias le hallaban la gracia hasta al más amorfo de sus tropiezos y los árbitros, embelesados en su fantasía de arbirtrarle al Matador, le mostraban amarilla hasta al rival que osara mirarlo mucho.
Y Salas tenía mucho fútbol y talento para brindar, especialmente a un torneo tan pobre como el nuestro. A su llegada, llevó a un equipo de la U que no tenía mucho más mérito dos veces a la final, amargando hasta a los penales a dos planteles que habrían campeonado de todas formas. Católica el 2005 tenía el peso de traer uno de los registros más regulares de sus últimos años y Colo-Colo el 2006 tenía un equipo que, nombre a nombre, daba la sensación que nada ni nadie podía parar. Y ahí estaba la U. Una U basada precisamente en el toque rápido de Salas y levitando un poco en esa histeria colectiva que el Matador provocaba, más allá de los respectivos méritos futbolísticos que el equipo en efecto tenía y que no viene al caso mencionar ahora.
Tras una temporada en preparación, Marcelo volvió a las canchas una vez más, visiblemente disminuído en sus facultades futbolísticas, pero aún con uno que otro toque deslumbrante. Marcelo estaba para hacer su aparición en los últimos 15 o 25 minutos de un partido y dar un poco de espectáculo a partidos más bien carentes de brillo.
Pero aquí fue donde los problemas empezaron.

Empezaron porque la prensa seguía besando cada champa suelta de pasto que dejaba el Matador a su paso. Empezaron porque Salah le entregó una titularidad gratuita y desmedida, en desmedro de delateros que tenían más méritos y más que aportar al equipo. Los buenos de Villalobos y Milla se perdieron de tener cualquier esbozo de continuidad, dada la perpetua condición de titular de Salas. Así, mientras más evidentes se hacian las debilidades de Salas, más grande se volvía la brecha con ese ídolo de ficción que Domingo a Domingo creaban los medios de prensa. Viviendo en esa mentira, eventualmente se generó la clásica burbuja con la que "el medio local" o "la hinchada" o a veces "la opinión nacional" se engañan en recalcitrante necedad. Y llegado el momento de la verdad, como es natural y obvio, la burbuja se rompió, dejando a vista de todos sólo aquello que siempre estuvo ahí: un hombre que no era ni con mucho el mesías en segunda venida, pero que podía haber dado mucho más, incluso por un par de campeonatos más.

Cuando Marcelo Salas debutó el año '93, sacando campeón a la U '94, todos sabíamos que era bueno. Lo que no sabíamos era que era tan bueno. Mal que mal, son escasos los momentos en que uno sabe que está viviendo La Historia. (La noche del 4 de Diciembre del 94 siendo uno de esos). Y la verdad es que Salas tuvo el mérito de estar siempre a la altura de las circunstancias. No cabe engañarse y creer que el Matador que tuvimos esos años en la U era el mismo que meses después jugaría por River Plate deslumbrando al continente entero. Una de las claves de su juego y estilo era precisamente ganarse las cosas, pelear por ellas, estar en constante competencia. Quizás nada prueba este punto mejor que el hecho que, en cuanto le dieron todo por sentado, en cuanto empezaron a dejar de exigirle, Marcelo terminó retirándose.

Y quizás pudimos haber tenido un par de campeonatos más con Salas en cancha, quizás pudimos haberlo visto despedirse levantando una copa, llevarnos un recuerdo final de victoria, más satisfactorio que ese puñado de partidos perdidos medio pirricamente en finales disputadas o que esos penales perdidos en momentos claves. Todos hipotéticos perdidos en la loa barata y fácil de las prédicas de Domingos en televisión, de Lunes de prensa engañosa y engañada de pura adulación que genera pereza, falsas esperanzas y, finalmente, desengaños.

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