domingo, 25 de diciembre de 2011

UNO

Al final del día, literal y casi figurativamente, siento que la regla de oro sigue siendo la misma:

Nunca pedir disculpas, nunca dar explicaciones.


Pocas cosas más molestosas que un texto que pide explicaciones. Las explicaciones son propias de las personas inseguras, y de las personas en sí, individuos acechados por la certeza de su finitud. Un texto es, idealmente, imperecedero y eterno, y, como tal, arrogante.

Así es que recuérdelo, mi lector casual. Recuérdenlo, pequeños textos del mañana que recién hoy toman forma. Son las palabras de este humilde espacio, en el ocaso de su vida.

Usted no tiene que explicar. El lector tiene que entender. O aprender a usar google.
Usted es Dios.

♪ Y nadie lo puede negar 

1 comentario:

nosesilbar dijo...

a veces se puede explicar sin "explicar" you know? y esas son las mejores explicaciones.