Mandrake llega a escena con una de sus dos parejas estables, la mayor de ellas, Berta (quien merece un post aparte). La deja en medio del espectáculo del gurú en cuestión y parte a negociar con el descontrolado cocinero. Como prueba de identidad, el chef le pide que pase por debajo de la puerta sus documentos, entre los que va su carnet de socio del Vasco da Gama. Para mayor identificación, el cocinero le pide a Mandrake que cante el himno del club.
Y Mandrake canta.
Un abogado cantándole el himno de un club de fútbol a un chef jalado a más no poder que se ha encerrado en una pieza mientras afuera en la mansión el mayor experto en sexo tántrico del mundo da una charla a ricos, poderosos y bien conectados ad portas de una orgía.
Eso es televisión. Bajo mis estándares.
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