jueves, 25 de octubre de 2007

El día de la plaga

Querido Diario,

"anoche" desperté a las 6 am, sintiendome extrañamente frío y deshidratado al mismo tiempo. Fui al baño y lo que pasó ahí no tengo interés en re-contarlo, en tanto asumo que ciertos visitantes de este sitio podrían eventualmente leer esto mientras comen.

La cosa es que he pasado buena parte del día con dolor de estómago, cabeza y cuerpo. Medio incapaz de leer, aunque igual me las ingenié para leer los comics de la semana y sentir mi cabeza explotar un poco.

Lo bueno es que he dormido harto con sueños harto placenteros. Al menos mi inconsciente se está portando bien conmigo. También he delirado y delirar siempre es entretenido, en tanto uno se desdobla un poco y se va asímismo delirando y es... entrete, para qué vamos a decir que no si sí. Y claro, no es como si uno estuviera con morfina y afuera estuvieran lloviendo las balas en la trinchera.

Sí, yo asocio "delirar" con la Primera Guerra Mundial.

Así es la vida.

La próxima vez que un virus se meta en tu sistema, haciéndote sentir que el día es un desperdicio y dándote imágenes tactiles de que están en un capullo pegajoso, piensa que, al menos, tienes todas tus extremidades, y , si bien afuera suenan los camiones del gas y el pito del afilador (frase nominal de un doble sentido formidable si uno conoce los idiolectos argentinos y chilenos), al menos no son los gritos de tus compañeros de ejército ni el sonido del sueño de un mundo en paz agonizando en el campo de batalla.

Así, cómo no mejorarse, digo yo.

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