lunes, 5 de noviembre de 2007

UNO

Una mujer y un hombre. Un suave acercarse y alejarse de todo. Un vaivén, primero suave, luego más intenso; al principio imperceptible, surgiendo, vibrando, remeciendo, agitando, destrozando...

Cuando el terremoto golpeó con todo a la ciudad de Santiago, promoviendo los hoyos de sus calles a la categoría de cráteres con tanta potencia que de ahí en más las santiaguinos se refirieron al sismo como "El Evento"(1), una mujer y un hombre habían terminado de experimentar su propio movimiento telúrico hace escasos quince minutos. Lejos de la evidente metáfora sexual que usted puede haber captado en el enunciado anterior, lo que había pasado era lo siguiente: Juan Manuel y Gabriela habían acabado otra de sus muchas conversaciones "definitorias" de pareja no sólo a los gritos sino que además con quebrazón de platos y la enardecida invitación a retirarse de su departamento extendida por Juan Manuel con la correspondiente invocación a su (ex?) suegra. Portazo viene, portazo va y Juan Manuel se queda arrojado de rodillas en el living del departamento que comparte con su madre, rodeado por lo que hasta hace poco era la loza regalona de mamá, ahora hecha añicos por la que hasta hace poco era la novia regalona de mamá. Los pensamientos de Juan Manuel alternan entre un "¿y esto cómo lo explico?" y un preguntarse si acaso Gabriela seguirá siendo tan regalona de su suegra después del incidente. El cerebro le hace de cuando en vez un cortocircuito para recordarle que lo más probable es que su madre ya no sea más la suegra de Gabriela y que, visto así, una set de loza más o un set de loza menos no hacen mucha diferencia. Mira los restos y sienta una desesperación desquiciada inundar su cuerpo. El primer espasmo le hace saltar unas tímidas lágrimas, siente que viene un segundo espasmo, de algún lugar entre el hígado y el corazón. Lo resiste, y el dolor es intolerable. Viene otro, y otro. Abatido, Juan Manuel no puede hacer más que dejarse llevar por la ola de emociones incontrolables que de algún lugar suyo surgen.

Así fue como soltó la primera carcajada.

Desenfrenado y desencajado en su histeria, Juan Manuel reía y se oía reír en el solitario living de su departamento. Miró al resto de la loza, intacto, y decidió sacar el mejor partido posible a la situación destruyendo todo el set. Si mamá pregunta, la furia de Gabriela acabó con todo lo que se ve acabado en la escena, incluido él mismo.

Estaba por llegar al primer plato cuando este se rompió.

"'Telequinesis', pensó nuestro héroe" pensó Juan Manuel. Pero su meta-narración se vio interrumpida por la caída de un florero más allá y de la jaula de los canarios en la otra esquina.

"Está temblando".

Para ser honestos, estaba temblando hace rato, sólo que cuando nuestro héroe se dignó a pensar lo obvio, el temblor estaba próximo a ser terremoto y a minutos de volverse "El Evento".

Después de "está temblando", lo siguiente que se cruzó por la mente de Juan Manuel fue "Gabriela. Afuera."

"Está temblando y Gabriela está afuera", habrá querido decir. Pero no había tiempo para coordinar frases y Juan Manuel, portazo viene, portazo va, se lanzó sin reparo ni reflexión alguna a la calle de una ciudad cayéndose a pedazos en pos de su (ex?) novia....


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(1) La frase fue proferida durante una conferencia de prensa por la ministra del interior, lo que inmediatamente hizo resonancia en el inconsciente colectivo santiaguino que hace no tantos años había escuchado a la ministra Tschorne referirse a los hoyos del pavimento como "eventos".

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