viernes, 20 de agosto de 2010

El Tour y Las Entradas.

Habiendo comprobado una y otra vez que eso de organizar eventos masivos no es lo mío, en esta encarnación del viaje-por-un-buen-rato en vez de hacer una despedida opté por el modelo del Tour. Como Bowie que hacía un tour de despedida cada diez años o como los Ultimate X-Men de Mark Millar (al menos esos eran los referentes hace todo ese tiempo).

Ha sido grato. Ha sido largo. Ha tenido las paradas más extrañas y bien pocas de las esperables. Se supone que los pesos pesados vienen al final. El Martes veré mi último partido del León con el cuarteto clásico de amigos del colegio, lo que además será una primera vez: en nuestros más de catorce años establecidos como cuarteto clásico no hemos visto Nunca un partido de la U los cuatro juntos. Hemos hecho todas las combinatorias posibles eso sí. Entremedio me re-encuentro con mis compañeros de generación. Hoy la vi a Maddy, ayer a Mirta.

Pareciera que los círculos se cerraran concéntricamente, pareciera que la vida tiene un centro establecido o al menos unas órbitas elípticas bien definidas.


Son ilusiones todas, claro está.

Me va quedando hacer maletas, pagar la universidad y encontrar departamento. No es tanto ¿ah? Lo que sí, estaría bueno ir diciéndole a Tagarelli cuando es que llego, para tener el mínimo de esperanzas de ser pasado a buscar al aeropuerto.

Pero desvarío.

Curioso es que un tour de despedida termine siendo más un tour de re-encuentro que otra cosa.

Y AHORA EL DESATORO CULTURAL PERSONAL DEL DÍA -
LAS ENTRADAS.


Sucede que el nuestro es un país pequeñito. Sucede que está por cumplir algo así como doscientos años de vida independiente (¿?) Como es un país pequeñito, el tiempo apenas lo toca y hay alguna gente que espera hoy, como hace cien años, como hace ciento cincuenta años, que sucedan cosas como un perdón eclesiástico a los criminales. En general, el nuestro sigue siendo un país colonial. La gente sigue buscando distinguirse por las cosas que tiene, el clasismo es nuestro prejuicio favorito, y así. Existe por ende todavía ese aire de "el circo viene al pueblo" cada vez que se organiza un espectáculo de nivel internacional. Como con los pueblos más pequeños, el evento masivo se vuelve una suerte de marcador que identifica y provee de un cierto status (¿?) a los que van, separándolos de los que no van. La posibilidad de que a un miembro de la comunidad pueda no gustarle la idea de ir a un concierto no es considerada sino como la más subalterna de las opciones. Hasta aquí todo más o menos como siempre.

El problema, o mi problema al menos, comienza con las declaraciones públicas, vía la red social o sistema de intercambio de mensajes de su elección, del corte: TENGO MI ENTRADA EN LA MANO!!!!! o ¡VOY AL CONCIERTO DE BROKEN SOCIAL SCENE!!! o ¡¡CANCHA VIP PARA SEX BOB-OMB!!!, y así. Cabe destacar que el único anuncio que refiere a la localidad precisa es, inequívocamente, el de cancha vip. Cualquier otra localidad suele venir precedida de un "vendo". Hay días en que lo entiendo, hay gente que conozco y en verdad lleva años esperando por la venida de Bon Jovi o Radiohead ([El Autor] de este blog entre otros), pero hay un exceso de emoción histérica que me desborda nomás. Cuando U2 viene por cuarta vez o los gestos de felicidad empiezan (y no paran en ninguno de los) cinco meses antes del concierto, uno no puede sino alzar la vista al cielo y preguntarse

¿No. Será... Muuucho?

Porque la verdad es que de un tiempo a esta parte (de unos cinco o seis años a esta parte) y fomentado ciertamente por el colapso de la industria discográfica a manos de las descargas ilegales, colapso que ha conseguido reinsertar el valor comercial del concierto como experiencia y como la nueva mejor forma de hacer caja para muchos artistas, Chile ha dejado de ser un destino de cuarta, propio del hermano de John Travolta y similares. Se sabe, en el país se suele vender la entrada más cara del continente y si bien no se puede llenar dos o tres estadios, las cosas se compensan y las bandas o solistas que apuntan a tocar ante seis o siete mil personas la tienen echa. Hoy me enteré que canceló The Sounds ¿THE SOUNDS?? El grupito ese cuyo mayor éxito fue.... ¿Cantar Seven Days a Week en un FIFA? Da igual, pero tenían planes de pasar por aquí este año, como sí lo harán Smashing Pumpkins, Rush, Scorpions, Bon Jovi, Incubus, Lauryn Hill(!), Lionel Richie(!!), Black Eyed Peas, Regina Spektor, Stryper(Honestly? !!!!), Claudio Baglioni (!!!!!), Yanni (!!!!!), Linkin Park, Dave Matthews Band, Green Day, Air, Pixies* y así y así. Si a usted no le gusta ninguno de los mencionados anteriormente, probablemente sea sordo. O le guste Fito Paez, El Otro Yo, o alguno de la horda de reggeatoneros a por venir. Entonces, la sobrereacción, propia de aquél abandonado, que creyó que moría sin ver a sus ídolos (justificado sólo si "sus ídolos" eran Stryper o Baglioni, mal que mal...) es bien molesta, la verdad y propia de país chico. Lo que estaría muy bien si no tuviéramos por otro lado el discurso del país grande.
Al final del día quedamos como el país histérico.


O será que lo que me molesta son todas esas mayúsculas...


La mención a Broken Social Scene arriba no era gratuita. El himno emo del día es Anthems for a Seventeen Year Old Girl. Ahí os va:



*En la pequeña 'investigación' para esta nota, [El Autor] descubrió que el 30 de Septiembre se presenta Michael Bradley (!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!) en el Teatro Nescafé de las Artes. Michael Bradley, niños y niñas, tiene como único mérito para la fama el haber sido la voz que cantaba las canciones de Yellow Lancer en la tercera generación de su serie favorita, Robotech. Así de brutal. Ahora sí: un, dos, tres (!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!).

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