jueves, 26 de agosto de 2010

¿Empeeeezaaaaamooooos?

Es bien sabido, nada de lo que uno pueda predecir o intuir teóricamente sustituye a la experiencia misma. Aquél colectivo de individuos que responde al nombre de "La Gente" me preguntaba cómo me sentía antes de viajar, si acaso tenía nervios o pena o entusiasmo o algo. Extrañamente, nadie preguntaba si las tenía todas juntas. Asumiremos que la pregunta denota que arista de la experiencia le parece particularmente más cercana al inquisidor.
Yo mismo me preguntaba si continuaría con esta serie de crónicas a las que le dicen blog. Todavía sigo sin estar tan convencido, pero aquí me ve, de pasajero en tránsito, tumbado en el piso del aeropuerto de Ciudad de Panamá, tipeando. Las respectivas redes sociales abiertas en las otras ventanas, el aprovechamiento de la gratuidad wi-fi para seguir bajando los capítulos del noveno Doctor Who. 

El viaje comenzó de lo más bien. No llegué ni tan tarde al aeropuerto en Santiago y sí llegué los cinco minutos precisos antes de que llegara un fardo de gente de esa que viaja en grupos y conversa harto y les cuenta su vida a todos. Yo me refugié un poco en mi copia de Historia Argentina de Fresán y evité ser consultado, pero me tocó esperar junto a una chica colombiana que viajaba con su hijo y ver como un séquito de cinco individuos deseosos de congraciarse con la madre de la criatura le hablaban y hablaban y hacían todo tipo de preguntas. De pronto la cosa degeneró en fútbol y le preguntaron de qué equipo era hincha, a lo que el niño no demoró en responder

- Aquí me gusta la U.

Y yo creo que ya tenía el puño en alto (a espaldas de la conversación como estaba) cuando otro de los individuos dijo "aaah, ahí estamos mal". 

En la cola antes de abordar venía detrás de una pareja. Un hombre y una mujer, de entre 26 y 32, aparentemente compañeros de trabajo o profesión, a él le gustaba harto a ella y ella tenía la disposición a dejarse convencer. Curiosa y afortunadamente (considerando lo menuda que era ella) terminaron siendo mis compañeros de avión. Ella me conversaba cada tanto, pero de cualquier cosa menos su vida, él intentaba que ella le prestara un poco más de atención. Yo seguía leyendo a Fresán y cada tanto le respondía a la muchacha, que se anotó treinta y siete mil puntos al sacar su celular, exhibiendo la foto de una bandera de la Gloriosa Universidad de Chile como fondo de pantalla. De ahí fuimos más amigos y nos despedimos cómo se debe. Los acabo de ver pasar con rumbo a una puerta X, porque curiosamente me dijeron que combinaban pero no adónde. 

El acercamiento a Ciudad de Panamá al amanecer fue de lo más bonito. Una vez atravesada la capa nubosa sobre la que volábamos, el lado Pacífico del Canal se dejó ver, con cargueros por montón adornando la bahía. Las pequeñas islas con caseríos (o villas de inmensa riqueza, difícil precisar desde tan alto) dieron pasó a una costanera de edificios altos, modernos, con una sútil dedicatoria a la estética Blade Runner. Después vino la ciudad real, los conjuntos habitacionales de fabricación en serie, todo rodeado de la vegetación inmensa. Después el aterrizaje y mis caminatas en busca de información. Una hora menos que en Chile y ya es hora de que me ponga a hacer trámites bancarios en lontananza. También es hora de que desayune como la gente. El del avión fue, bueno desayuno de avión. También es hora que decida si acaso voy a dormir o comer o que. Y es hora de pasear. Aparte, la deliciosa música de fondo con música de órgano hammond tocando música autóctona ha dado paso a versiones muzak de "I can't live" o Ken Lee o algo así.


Empezamos.

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