lunes, 17 de enero de 2011

Cosas (ah, y Veronica)

Outside there's a box car waiting. . .

Mientras escribo esto, mi pieza está casi completamente cubierta de ropa, hay un par de maletas abiertas, me miran como un niño que no quiere comerse toda la comida. Yo las miro de vuelta y les digo, sí, te lo vas a tener que tragar todo, pero es cosa de comer lento, como alguna vez me dijeron por ahí que era la clave para atacar platos grandes. Han sido días ocupados en hacer trámites, vender cosas, decidir qué hacer con cosas y muchas otras cosas. Cosas que buscan cosas, cosas que encuentran cosas.

Cosas encontradas: Casanova, no Giacomo sino el comic de espionaje y ciencia ficción escrito por Matt Fraction. Originalmente publicado en forma independiente y luego por Image, en blanco y negro y en formato pequeño, Casanova está siendo reimpreso por Marvel, ahora en colores y cada tanto con páginas extra. Dar sinopsis es, siempre, reducir una historia cuyo único sentido es precisamente no ser reducida, sino contada y recibida, si todo sale bien, al ritmo con el que su autor tenía en mente. Usted, mi querido lector, hágase sus propias opiniones leyendo Casanova, de todas las cosas. Es rápida, chispeante y como los mejores cómics, nah, como los mejores artefactos de la humanidad, trata a su audiencia como individuos inteligentes, sin darles todo en bandeja, pero con la elegancia de no dejarte atrás ni intentar demasiadas jugarretas vacía que puedan pasar por técnica.

Una de esas jugarretas clásicas es jugar a las muñecas rusas, usar un recurso una y otra vez para sorprender cambiando la perspectiva de la historia. Como esos agentes de Misión Imposible sacándose máscara tras máscara, o en Heroes cuando les dio por usar los futuros alternativos como una forma de crear historia tras historia en la que el mundo se acababa, haciendo que al final diera lo mismo cuál era el argumento de fondo. Cuesta involucrarse con personajes cuando sabe que no sólo van a estar bien al final del día, sino que todas sus peripecias serán borradas de golpe y plumazo, como si nada. Alicia en el País de las Maravillas tiene que ser la única historia que funciona con un final del tipo "y entonces despertó". Y aún así, no puedo dejar de pensar que si hiciéramos el ejercicio de cambiarle al final tendríamos una mejor historia. Tarea para una tarde de vacaciones, mal que mal, los derechos de autor para Alicia expiraron hace unas cuantas décadas ya. Y sería mejor que lo que le hicieron a Huck Finn.

A la tercera temporada de Veronica Mars le pasa algo así, aunque en maneras más sutiles, pero eso es material para otra entrega de nuestra adventicia columna De Una Sentada.


DE UNA SENTADA : VERONICA MARS

O en varias sentadas, la verdad, pero en menos de tres semanas, lo que es bastante poco considerando que este escribano a) tiene una vida en la que no está mirando una pantalla y b) Veronica Mars tiene tres temporadas las que suman un total de 62 capítulos de 40 minutos. Doscientas cuarenta y ocho horas para escribir este reporte, no deja de ser una marca. Particularmente considerando esa tercera temporada.
Porque la primera temporada que sigue las andanzas de una adolescente que solía ser popular pero ya no lo es más y que las hace de investigadora privada particularmente obsesionada con la muerte de su mejor amiga funciona como reloj. Tomando más de una o dos movidas del libro de Twin Peaks (el misterio principal es una adolescente con una suerte de doble vida, la identidad del asesino) pero reemplazando todo lo sobrenatural por lugares comunes de drama adolescente, la primera temporada cuenta con un marco claro y definido que sostiene el desarrollo de personajes interesantes y situaciones verosímiles dentro del contexto. Veronica crece como investigadora en pequeñas historias autocontenidas o que dan pie a más desarrollo de personajes, mientras se intenta esclarecer el Gran Misterio de Fondo. Todo bien, y Kristen Bell hace lo suyo, Enrico Colantoni, como el papá de Veronica, investigador privado y ex-sheriff caído en desgracia es, eso sí y sin lugar a dudas, la joya tanto de esta temporada como de la serie entera.
La segunda temporada ofrece un poco más de lo mismo, esta vez el misterio principal es presentado al final del segundo episodio y de ahí en más la trama se despeña en idas y vueltas que parecen un tanto más forzadas que la primera vez, pero que aún así convencen. Es el último año de Veronica en el colegio y la dinámica está bien realizada. El desenlace tiene unos pocos inverosímiles, lo que, eso sí, compensa con momentos genuinamente tétricos.
En la tercera temporada todo se va un poco al carajo. Tiene dos semi-arcos principales, que se resuelven en ocho capítulos, siendo el resto de la temporada una serie de historias sueltas que intentan mover un poco a un grupo de personajes, al tiempo que busca justificar forzosamente porque es que siguen juntos en la misma universidad si salieron del mismo colegio, cosa bien improbable por estos lados, dicho sea de paso. La evolución de los personajes perjudica a varios viejos favoritos como Jason Dohring haciéndolas de Logan, quien queda hecho un poco de cartón, y favorece a pocos, el más notable siendo Ryan Hansen como el honestamente idiota Dick, que se luce en buena parte de sus apariciones. Retomando el pie forzado de esta columna: es en la tercera temporada donde hay más crímenes más truculentos y si uno saca la cuenta, pasan cosas más terribles, pero no tienen el mismo impacto emocional que en las temporadas anteriores. Veronica se mete en líos más complicados, pero como se desarrollan en menos tiempo, cuesta preocuparse por ella.

Quizás Veronica Mars sufre especialmente cuando es vista así, de una sentada. Ciertamente, además, esa tercera temporada sufre por la condiciones en que fue producida, con un final más desparramado que abierto, motivado por la inminente cancelación de la serie que, como tantas otras, fue un éxito de crítica pero le fue ahí nomás con los ratings. No deja de ser una serie interesante, alabada por personajes del corte de Joss Whedon (que además se ganó un cameo en la segunda temporada) y Stephen King. Quizás sea una de esas series que les gustan más a la gente que hace series que las que la ve. Como los Velvet Underground, sólo que más pop.
Mi recomendación es que usted se vaya temporada por temporada. La primera véala sí o sí; la segunda también, siendo honestos. La tercera decida usted mismo si quiere ver qué pasa después o no. Sea como sea, hay, especialmente en esos primeros cuarenta y dos capítulos, un intento sólido de hacer televisión entretenida y a la vez un poco más pensada, con un toque de género detectivesco generalmente bien hecho. Y eso es digno de ser apreciado. Especialmente en retrospectiva, cuando uno sabe que lo que reemplazó a VM después de su cancelación fue un reality spin-off de las Pussycat Dolls.
Así de mal.

Al saberse se su cancelación, el creador de la serie, Rob Thomas, filmó un trailer para lo que habría sido una cuarta temporada, ambientada cuatro años después, con Veronica trabajando ya para el FBI. Quién sabe qué tan bien habría salido. Pero ciertamente habría sido bueno verla. Da para pensarlo hoy, cuatro años después.

O sea, las Pussycat Dolls, por amor de Dios.

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En algún punto entre el comienzo y el final de la última subsección se hizo tarde. Yo debería escribir ahora de fiestas sorpresa, comidas de despedida, discos encontrados, perdidos y bajados. Cosas que buscan cosas, cosas que encuentran cosas y cosas que se pierden, sencillamente, entre las cosas. Tenía ganas de cambiar el formato de este blog por entradas semanales maratonica y desalentadoramente largas, pero un plan que comienza declarando su fracaso es un plan que tiene que repensarse. Lo anterior es válido incluso para el Caballo de Troya.

Here comes your man -

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