sábado, 1 de enero de 2011

OuDiPi

Una ODP/OuDiPi/ es por definición y en el más estricto sentido del concepto la mejor fiesta del mundo. Las estadísticas de Google indican que tenemos varios lectores nuevos este año y como tal vamos a hacer un breve. . .

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. . . el 2004, en el Union Collge, situado en Schenectady, NY; un grupo de estudiantes, la mitad de ellos estadounidenses, la otra mitad de distintos países, consternados por las escasas políticas ecológicas del campus decidieron reunirse y asociarse. Encontraron un clima más que favorable entre las autoridades de la universidad, las que además estaban especialmente deseosas de quitarle espacio a las omnipresentes fraternidades, otro sistema de desigualdad y camarillas con el que dichos estudiantes no comulgaban. Así fue como consiguieron una casa en la parte más boscosa del campus y así fue como nació Ozone, la casa ecológica por excelencia.
Ozone tiene muchas tradiciones, como el Ozone Café, el almuerzo preparado por los estudiantes solamente con productos orgánicos - esto antes de que lo orgánico pensara siquiera en ser moda - y tiene entre sus muchos laureles el crédito de haber diseñado y empezado el sistema de reciclaje en el campus.
La más popular de sus tradiciones, eso sí, tiene que ser la organización de fiestas, por lo general temáticas, donde lo más importante es la música, la camaradería, pero por sobretodo, el baile. Si usted ha estado alguna vez en una fraternidad gringa o ha visto películas al respecto, podrá apreciar el contraste entre esto y los excesos vomitivos (literalmente) de dichas celebraciones.
De los archivos: Lorlette y Colin, en plena ODP.
 Bonus de fondo - Ryan y (ahora sé como se llama) Rose.
Los excesos de las Ozone Dance Parties, u ODPs, van por otro lado. Involucran bailes que bordean lo shamánicotribal y noches de desenfreno orgánico. 100% orgánico, si acaso no me estoy explicando bien.  . .

Han pasado años ya desde que los fundadores egresaron. Cuando yo los conocí, estaban en su último año, la mayoría de ellos. Hoy trabajan o estudian o trabajan y estudian. Han pasado los años, pero la casa continua y sigue haciendo tradición. Así mismo los Ozoners originales cada tanto se juntan y cada tanto se suceden fiestas y reuniones varias. Y a veces, como antes de ayer, se produce la extraña conjunción de tener una ODP fuera de casa.

De los archivos: Baila que baila, Lizou
Había empezado hace meses, me vine a enterar hace poco. Un servidor de correos electrónicos medio lleno se había terminado de llenar con la noticia de que John Levene iba a poner una bodega del negocio familiar a disposición familiar. Para añadir más sabor al evento, la bodega está un poco a trasmano, en mitad del condado de Westchester, NY. La cercanía con al año nuevo más encima facilitaba un poco la disposición de viaje de algunos de los integrantes y se intuía un buen número. Yo, que andaba por esos lados, no me lo iba a perder por nada del mundo. De alguna forma, era la razón misma de mi viaje.

Habiendo dejado la casa de los Tagarelli, y habiendo dejado a Lizou en el tren una hora antes rumbo al Norte, partimos de vuelta a la gran ciudad con John Hill, Nathalie y Steve. Nos reunimos, ahora sí que sí con Ryan y en cosa de horas estábamos cenando en la comida árabe de al lado del departamento de este. Llegaron Tom y Reed y una Amanda y al poco sonó el teléfono diciéndonos que Mamadou andaba por ahí y también Christina, que era novata cuando yo estuve en Union, y su inseparable Carly. Christina ahora está por acá en DC y Carly en San Francisco, así es que tan inseparables no eran, al parecer.

Llamadas y mensajes de texto mediante, Lorlette me cuenta que está en otro punto de la ciudad (nosotros estábamos en Brooklyn, ella en Manhattan, cruzando el río) con un grupo grande. Viejos conocidos como Colin, un par de Amandas más y otros tantos más tomando en un bar en el East Village. Decidimos ir para allá, aunque Ryan se quedó con Reed para encontrarse con Doudou que debería llegar en cualquier momento con las inseparables. "Cualquier momento" es una expresión más que apta para referirse al paso del tiempo para Mamadou, porque dos segundos o cuatro horas le habrían venido igual de bien. Terminada nuestra cena, Tom fue a dejar a Amanda al metro y el resto quedamos de alcanzarlos. Para cuando llegamos al metro descubrimos que no había tal cosa como Tom y tuvimos que devolvernos para encontrarlo, cual cachorro perdido, en la puerta de abajo del edificio.

Toma Dos: Partimos, finalmente, rumbo al bar en cuestión. Lorlette ya se había ido y otro grupo se estaba yendo también. Apenas alcancé a saludar a Colin y preguntarle idiotamente si había visto a Cristóbal, con quien eran buenos amigos. Idiotamente porque debía haber recordado que Colin está en California y que por mucho que Cristóbal viva en New Jersey, es un continente el que hay que cruzar para encontrarse. Nos sentamos a la mesa, re-conoci a Rose y otra gente a la que apenas tenía de saludo en Union, cuando finalmente, un par de horas más tarde, llegaron Ryan, Mamadou, Reed y las chicas inseparables. No puedo dejar de mencionar que, a la felicidad de volver a estar entre tantos y tan queridos amigos, hube de agregarle el momento en que, al pedir mi primera cerveza en la barra, el barman se agachó a buscarla, dejando al descubierto la botella de Fernet Branca que me guiñó el ojo con gesto inconfundible. Mi reacción refleja fue un "Cancelemos esa cerveza mejor".
. Justo al tiempo en que Nathalie empezaba a planear cómo nos íbamos de ahí, lo que fue postergado para una ronda de tragos más.
Dos rondas más tarde y una sucesión de cortos de whisky después partimos hacia un lugar que quedaba cerca y donde, según los locales Ryan y Doudou, se podía bailar y estar hasta cualquier hora.

No se podía bailar y estar hasta cualquier hora, pero pudimos bailar y estar hasta las cuatro y media, lo que no estaba nada mal para un Miércoles. Acá en DC es imposible, ni por muy rancio o alternativo que sea el bar o muy en Adams Morgan o Columbia Heights que quede. Lo pasamos de lo mejor y no es una exageración ni una pretensión decir que le animamos la fiesta al local. La pista estaba en el segundo piso con un DJ al parecer primerizo, que gustaba de mantener el mismo ritmo y no parecía ser muy capaz de cambiar el ambiente. Para colmo, cada tanto se le cortaba la música, pero sin duda le vino bien la intrusión de unos once ciudadanos con ganas de pasarlo bien a todo evento y con varios rondas y una sucesión de cortos de whisky en el cuerpo. El resto de los parroquianos se prendió y la cosa estuvo de lo mejor hasta la hora del cierre de las actividades. El lugar seguía con la barra abierta, pero no estábamos para esas a esas alturas. Habíamos viajado su resto (Steve, Natalie y John había manejado ocho horas ese día, por turnos. O más bien Steve y Natalie, porque John no tiene licencia vigente, habiendo pasado los últimos dos años en Camboya) y habíamos jurado que esa noche iba a ser tranquila, considerando la fiesta del día siguiente.

La noche tranquila encontró su broche de oro en el momento preciso en que una de las Amandas se iba a ir a la casa de la otra Amanda, que se había ido un rato antes y que vivía "por ahí cerca". O más bien en a mención de Amanda que otras de las chicas se estaban quedando allá también. O quizás más certeramente en el que lo haya mencionado después de todo el baile y las varias rondas de tragos y la sucesión de cortos de whisky, pero alguien, que puede o no haber sido [El Autor] de este blog dijo, medio en broma, medio en serio: "Pero te vamos a dejar caminando". Y el resto de los parroquianos, enardecidos aún, no captaron la parte medio en broma. Y a pesar de los intentos de Amanda por disuadirnos, la suerte estaba echada.

De los Archivos: Hombre Malvavisco
Hora y media después seguíamos caminando por Nueva York, todavía semi-sepultada bajo la nieve, como si el Hombre Malvavisco hubiera explotado hace unos días nomás. Lideraba el grupo Mamadou, el único con un teléfono "inteligente" al que le quedaba batería. Tan inteligente no era el teléfono porque se demoraba en actualizar el GPS, haciendo que cada tanto nos diéramos sendas vueltas en U. Pero llegamos. Y de ahí en más procedimos a darle termino a la noche: eran las cinco y media cuando llegamos al departamento de Ryan y para cuando finalmente nos fuimos a dormir, al sol le quedaba poco para completar la tarea. Costó, pero organizamos la pernoctada de siete individuos en un living, todo esto entre susurros para no despertar a Khaled, el compañero de departamento y de trabajo de Ryan.

Al día siguiente despertamos y procedimos a leer y cocinar y desayunar a las dos y media todos juntos. Khaled nos pidió que por favor bajáramos la música. Asumiendo que haríamos algo en la noche, se había ido a hacer un turno extra (trabajan como paramédicos él y Ryan), pensando que así podría ganar plata al tiempo que nos daba espacio para meter ruido a destajo en el departamento. Lo comentamos entre nosotros, pero nadie le dijo lo ridículos que nos vimos, en retrospectiva, susurrando esa noche.

Después del almuerzodesayuno apareció Christina, sin Carly, y se llevó a Tom, Reed, John a ver a un amigo en común de ellos. Steve partió a ver a la Amanda que Tom había ido a dejar al metro la noche anterior y el resto fuimos a almorzatomaronce al lugar árabe que sí, estaba para repetírselo. Una, otra y otra vez, como te lo decía el grupo bailantero ese. El resto incluida a Khaled y su novia Anissa esta vez, y eramos Ryan, Nathalie y yo, en todo caso. Mamadou se nos iba a unir en cualquier momento.

Sobre el cordero con hummus, arroz y verduritas que almorcé podría escribir un cantar épico. Se merece más que esta breve mención. Mucho más.

Mamadou llegó cuando estábamos pidiendo la cuenta. Ordenamos el departamento juntos, mientras Doudou comía un sandwich de algo con algo con salsa de algo. Nos despedimos de Khaled y Anissa y enfilamos los cuatro a Grand Central, a tomar, una vez más, el tren a Hawthorne. Steve estaría ya en la bodega y los demás se iban más tarde.

Apurados por tomar el tren de las 7:20, tomamos un taxi y llegamos holgados a la estación, para que Ryan viera que había un tren a las 6:52 (casi), el que corrimos a tomar. Llegamos más bien justos, pero lo logramos. Fue entonces, avanzada una estación ya que le digo a Mamadou "¿No se nos olvida nada?"

No se nos olvidó nada, pero nos olvidamos de Ian.

Ian había quedado de juntarse con nosotros en Grand Central (para ser justos, esto sólo lo sabían Doudou y Ryan) a las 7. Nosotros llegamos y corrimos para tomar el tren que se iba antes. Como corrimos, eso sí, no quedamos juntos. Ryan se sentó con Nathalie una fila y una corrida atrás de Doudou y de mí, lo que nos forzaba a hablar un poco a los gritos, lo que hizo posible que el tipo sentado frente a nosotros no tuviera más remedio que escucharnos. Afortunadamente, era lo suficientemente entrometido para interrumpir nuestra conversación y decirnos que nos habíamos subido a un tren expreso, que no paraba sino en dos estaciones más y en la terminal, y ciertamente no en Hawthorne. Nos bajamos del tren tras explicarle al cortaboletos el absurdo de nuestras vidas y coordinamos con Ian, que sí venía en el tren correcto (al que también se había subido corriendo, tras pegarse sendo resbalón en la nieve, nos contó después). Entremedio nos pusimos a jugar a la pelota en la estación, lo que no tiene nada de extraño, considerando que éramos Mamadou, Ryan y yo después de todo. Estábamos en eso cuando pasó un tren y nos hizo pasar la falsa alarma de la vida: otro expreso donde no estaba Ian, que habría tenido aún más derecho a matarnos después de que lo dejamos plantado para irnos en un tren que más encima no nos servía.

Reunidos todos finalmente, John Levine nos esperaba en una van para llevarnos a la bodega. De entrada, Steve nos recibió poniendo Runaway de Kanye, lo que hace todo el sentido del mundo en una bodega, y la cosa se puso aún más surreal. Para mantener las cervezas y líquidos varios fríos, John abrió una puerta que daba a un container vacío. Ian empezó a preparar el infame Long Island Tea (una mezcla de todo el alcohol posible más Coca Cola. Cuando Ian, a cargo de las gaseosas, sacó una Pepsi, seis voces a coro le dijeron "¿¡PEPSI?!!", reacción que no había visto desde que alguien intentó hacer Fernet Cola con la misma bebida). El resto nos pusimos a jugar a la pelota y esperar que empezar a aparecer la gente. Armamos una improvisada lista con clásicos de todos los tiempos y los especiales de la casa. Igual, hubo que ir cambiando la música manualmente cada tanto. Empujar las cosas con el himno definitivo de aquellos años One More Time de Daft Punk y el himno más particular de nuestra amistad con Ryan, Pressure Drop de The Clash. Para cuando esas dos sonaron, éramos más de treinta en la bodega, algunos estudiando aún a quienes no había visto en mi vida, otros que conocía de nombre, y otros absolutamente conocidos. Tuvo algo de sentir el paso del tiempo el que los aún no-graduados no reaccionaran de la misma forma con las canciones y que incluso un grupo de seniors pidiera un cambio radical en la programación. Yours Truly, inspirado por las reminiscencias, fue y puso Last Nite de los Strokes y pareció funcionar de las mil maravillas. . . me imagino que las ODPs en casa ya no son lo que solían ser. Está bien que así sea. Pero lo del jueves en la noche fue transgeneracional, como un continuo uniendo pasado y presente, como la bisagra precisa de mi viaje fuera del tiempo, conectando los años idos con los que se están yendo con los que vienen a perderse desde allá hacia acá y hacia más allá.



La mejor fiesta del mundo.



Que no supo de final para mí y un puñado que nos quedamos en pie hasta que fue hora de ir a desayunar. Nathalie y Steve tenían que volver a manejar esas ocho horas de vuelta e Ian tenía que tomar un tren a Boston. John Levene nos llevó a un dinner cercano, donde desayunamos entre los susurros de los que sienten que el resto del mundo no está en la misma frecuencia que ellos. De ahí a la estación de tren, la separación de nuestros caminos. Abrazos por aquí y allá, las promesas de reencuentro. Al parecer en el matrimonio de Alex Krick, el ex de Nathalie. "A donde, naturalmente, no estoy invitada". Y yo que ahí me vine a enterar de que siquiera había uno de los Ozoners por casarse. La cara de sorpresa fue de lo más evidente, al punto que, extrañamente, lo último que me dijo Nathalie fue un "sí, se casa". Nos miramos y el tiempo pasó por el lado, como un auto más arrancando con los primeros rayos del sol del estacionamiento aquél.


Con Ian fuimos a tomar el tren, rumbo a NY, Ian tenía claro que tenía que llegar a Boston lo antes posible, yo tenía claro que no tenía nada claro del resto de mi día. Fuimos a sacar los pasajes a la maquinita automática, que justo no estaba aceptando tarjetas. Estábamos en la parte en que Ian ya había sacado el suyo cuando pasó el tren e Ian se fue jurando que yo lo iba a seguir. Revisé mis billetes y no tenía para el pasaje y el siguiente cajero está a media cuadra de la estación. Caminé para allá y tomé el siguiente tren nomás, uno después del de Ian. La policía del karma parece ser bien eficiente por estos lados.

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