martes, 13 de octubre de 2009

Dos (de tres)

Cuando era chico (y ni tan chico, la verdad...empecemos de nuevo, mejor).

Cuando era adolescente (ahí sí), me gustaba mucho, muchísimo leer cómics de superhéroes. Todavía me gusta, pero por razones distintas. Es más, se puede decir que ya no me gusta leer cómics de superhéroes, sino más bien leer a ciertos autores que escriben cómics de superhéroes entre otras cosas. Una de las razones perdidas y desvencijadas ya por el paso del tiempo era que las historias que figuraban en esas revistas o mamotretos compilados resultaban muchísimo más complejas de lo que la TV me tenía acostumbrado. Podía leer sagas enteras en las que los personajes sufrían y pasaban por peripecias y conflictos que se parecían más a una trama dramática como tal que al clásico culebrón en que el bien siempre vence. Era, en efecto, pasar de la niñez a la adolescencia, dando un paso en el escalafón de la ficción.

Un buen componente de esa complejidad la ponían las historias contadas a gran escala y por capítulos. Historias que llegaban al sumo de su majestuosidad cuando proclamaban su finitud desde el comienzo... cosas del tipo:

"Velocidad Terminal: Primera Parte de Cinco"

o

"Signos Vitales : Segunda Parte de Cuatro".

Y así.

Hoy fue un día duro y me están pasando la cuenta las dos semanas anteriores. Mi frase del día fue "Si mañana a las 10.30 estoy vivo, es porque sobreviví al día". La verdad es que si veo el mediodía del Jueves, habré terminado mi semana, pero aún así se siente como un aterrizaje forzoso. Y ahora, hace instantes, hace un rato, cuando pensaba en no irme a dormir sin dejar un par de líneas por escrito, tuve ganas de mirar hacia la cuarta pared y ver colgando, al revés, flamantes, unas letras que señalaran que esta es, en efecto, la segunda parte de tres.


Ahí están, dándole título a este post. Dos (de tres). El tipo de frase que uno quiere leer mientras suena una fanfarria de John Williams, mientras lo consume una sensación de presura por seguir leyendo y que la historia termine rápido para no terminar nunca. Para saber en que termina. Y para tener un espacio para descansar. Hoy me las ingenié para leer un texto de Washington Irvine llamado "The Voyage", donde comparaba los viajes por mar y los viajes por tierra. El continuo inmenso de recorrer grandes distancias por tierra, en contraste con el viajar por mar, donde la discontinuidad es semejante al cierre de un volumen, con un largo ocio para ponderar, reflexionar y esperar en suspensión el tiempo para tomar el otro.

Cerrar el volumen dos. Abrir el volumen tres.

Y entremedio, un largo intersticio.

Pronto, espero.

2 comentarios:

Jesusísima dijo...

iba a decir algo que importa poco dp de haber leído la tercera etiqueta de la entrada. Obvio que ese debió ser el nombre.

LV dijo...

Cuando estoy contigo se me ocurre que, de salir, las letras serían en tonos celestes y verdes (ja! creéme que conozco la diferencia), en formato grande como de los cómics de los 70s... y a veces, cuando dices esas cosas que ameritan efecto de sonido, se ven un poco así http://www.coverbrowser.com/image/promethea/12-1.jpg