jueves, 8 de octubre de 2009

450 - Gestos Reconciliadores

(Uf, jadeó él tras pasar mucho, sin lugar a dudas demasiado tiempo inmerso en el universo de tres dimensiones. Es un hecho de la causa que los músculas se atrofian cuando son sometidos a tanta restricción...)

La inscripción inicial de un gesto puede, claro está, dar pie a todo tipo de juicios prematuros. Los contextos en los que conocemos a la gente, esuchamos un disco o vemos algún diseño suelen influenciarnos más de la cuenta y terminamos descartando de plano cosas o individuos que, en otras coordenadas espacio temporales, podrían haber hecho un aporte significativo a nuestras vidas.

Y si bien uno aspira a la construcción/existencia de un supercontexto donde TODO tenga cabida y adecuación, esto a duras penas es posible en la página en blanco, por lo que su implementación en la "realidad" cotidiana está, por decirlo menos, difícil. Luego, uno comete errores, da vuelta sus opiniones y termina descubriendo que, tal como el matrimonio para siempre, los juicios personales son un constructo extremadamente inestable.  Esto se aprende con los años, al menos para los que hemos sido más bien tercos y burros, como Yours Truly.

En estos días vivo hartas de estas re-lecturas. Me ha tocado redescubrir personas, y me ha tocado ser beneficiario de la paciencia infinita de personas que tienen todos los motivos y agravantes para no hablarme más. Se siente bien.


Todo esto no es más, como siempre, que una simple excusa para introducir nuestro post número 450. En vez de tomar portadas de cómics que han alcanzado esta marca, quiero inmortalizar dos gestos que terminaron por hacerme amar una canción odiada con gusto. Corría el año 2002 y mientras yo contaba sílabas contra reloj para terminar mis décimas del optativo de Domingo Román, Creatividad y Lenguaje, alguna parte de la población movía la pelvis al compás de una sarta incomprensible de sonidos, que decían algo parecido a

Aserejé ja deje dejebe .... y un resto irreproducible, en ago así como 28 sílabas de tormento.

Uno tiene que tener reparos con los one-hit wonders, pero de los one-hit wonders españoles hay que huir, pensaba yo. Todavía lo pienso, con un poco más de mesura, eso sí. Y así me empeciné en odiar al aserejé, con másmenos la misma intensidad con la que odiaba y odio al axé, quizás la peor manifestación cultural de la historia del Brasil.

Y después apareció Claudio López y su tripleta ante el Inter.


y las cosas empezaron a cambiar. El zurdo, tan favorecido por las obsesiones técnicas de Bielsa en esos años, se las había ingeniado no sólo para redimir lo irredimible, sino también para hacerme caer en cuenta de la extensión de los poderes curativos del fútbol. Reemplace "fútbol" con su religión de turno, o con nada si prefiere. Está todo en la mente.

Y el golpe de gracia, que ha llevado a la horrible composición de (uugghhh) Las Ketchup a estar presente en al menos dos de mis tres ipods históricamente fue este, que es mi titular favorito de La Cuarta. De todos los tiempos.





Los redactores de La Cuarta han sido siempre de los pocos periodistas que no defraudan en su uso del lenguaje y que, bendecidos por el afrecho que les da la línea editorial, se las ingenian para no caer en el burdo estilo de sus colegas de los así llamados periódicos "serios". Por lo mismo todavía me entretengo dándole vueltas a ese "y su hermosa letra".

1 comentario:

Jesusísima dijo...

mi historia es al revés. Al principio digamos que toleraba la canción, y sí, la cantaba y bailaba de vez en cuando.
El problema vino después. Estábamos en medio de las famosas alianzas de mi colegio, y típico que hacen pruebas en que tienen que participar profesores... un día... un día... cuatro profesoras bailaron la canción esa... y nunca más fue lo mismo... nunca más.