viernes, 31 de diciembre de 2010

Neverending.

El problema con pretender un proyecto de resumen de este año es que al año como medida de ciclo no está funcionando nomás. Semestres, trimestres quizás. Cada porción de este año pareció estar tan cargada de cosas que da para un recuento en sí. Un vistazo simple incluye cinco cambios de vivienda, uno de país, el final del trabajo y el comienzo del estudio; inestabilidades sentimentales, financieras y geológicas; un total de partidos jugados que no da para los dos dígitos, una semifinal de Copa Libertadores y una sucesión de desastres después de eso; la atomización del núcleo familiar y la cohesión de otros sectores de la familia. Fue el año de Doctor Who, de Kanye y de Grant Morrison. El año del lujo excesivo y del hambre en la pobreza. Fue un año con un verano y fracción, dos otoños, dos inviernos pero sin primavera.
Fue un año de muchas derrotas, en retrospectiva, y eso me hace atesorarlo y quererlo más que a otros años. La inmensa mayoría de las derrotas fueron más bien devastadoras y buena parte de las victorias fueron pírricas. Así, pude conocer más de mis límites y expandirlos en formas que un buen año no me habría dejado. Eso es lo más satisfactorio de todo. Satisfactorio así como un pan crocante y recién horneado, expediendo un vaporcito suave de entre cada mascada.
El más grande de los triunfos.



Ahora mismo, me tomo un descanso. La ODP de anoche me tuvo en pie hasta el amanecer y más allá. Ese fue el auténtico fin de mi año. Todos, pero es que todos los detalles más adelante. Mañana, sin falta.
Hoy descanso, disfruto de empezar el año no desde el uno, sino desde el cero.

La última del año la trae Marvin. Me la encontré en un Potbelly (mejores sandwiches en masa de DC hasta el momento) poco antes de partir mi periplo fuera del tiempo. Más que adhoc para los días que se fueron y, espero, más aún para los que están por venir.

(feliz año nuevo, mi querido lector)
(gracias por leer)
(siempre)

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