martes, 13 de marzo de 2007

...y mi padre.

Así, con los puntos suspensivos, cerrando una frase, cerrando una fase. Yo...y mi padre. Mi madre... y mi padre. Mi abuelo...y mi padre.

Cuando yo era más chico trataba de explicar la historia de mi vida basándome en los postulados de que A) Mis padres son radicalmente opuestos B)Mi abuelo y mi padre son radicalmente opuestos y C)Yo llevo el nombre de mi padre y de mi abuelo. Me sentía como una suerte de sintesís sincrónica y diacrónica entre estos polos.

De estos polos, el polo de la pólvora y la explosión, qué duda cabe, le toca a mi padre. Me cuesta hablar de él sin hablar de mí. Me cuesta no verme en él y no verlo a él en mí, a pesar de que los años nos han hecho divergir en tantas cosas.

Mi padre al principio era considerablemente más rebelde que yo. Eterno adolescente, se las ingenió desde temprano para hacerme entender lo que sería su lección fundamental: a veces, muchas veces, casi siempre, la gente que tiene autoridad se equivoca. Tremenda lección para aprender de un padre, pensará usted. Yo pienso lo mismo.


Pienso también que si no fuera por él yo sería una persona absolutamente más plana. El niño engominado, el adolescente retraído, el adulto viviendo en silenciosa desesperanza. Habría sido abogado o alguna otra profesión profundamente cabezona que me hubiera hecho profundamente infeliz. De chico no tuve esa admiración superheroica hacia mi padre, pero si que supe que mi papá, al negarse a trabajar para nadie más que para sí mismo, la había hecho de oro.



Desafíar a la autoridad, ser independiente, no trabajar para nadie má que para uno mismo. Cosas como esa. Con los años vendría amar a la U como solamente se ama al gran amor de tu vida (se lo dije a Kay, al poco tiempo de conocernos, hace ya tanto tiempo), rechazar las religiones, tantas otras cosas...

Una anécdota que me gusta y que algún día ficcionaré: Ocurrido el maracanazo del 89, estamos con mi papá escuchando la radio, esperamos que mi mamá salga de su oficina. Por los parlantes alguien menciona al condor Rojas y mi papá que dice qué como se le ocurre hacer eso en el Maracaná, delante de veintitantas cámaras, sabiendo que es Imposible que no haya una toma que lo denuncie, que lo exponga. Me acuerdo de pensar, ahí mismo y por muchos años que si acaso con ese incidente a muchos niños no les enseñaron que no es bueno mentir, mientras mi papá me estaba diciendo "si vas a mentir, miente bien".


Bienvenida la ficción a mi vida.


Podría seguir hablando y llenándome de anécdotas. La vida de una persona es un mapa y las anécdotas como el territorio mismo. Nadie con más anécdotas que mi padre. Cuando muera, esparciré sus cenizas en donde quiera que la U haga de local y guardaré su consciencia en ese momento de "La Frontera" cuando el Profesor y su hijo se encuentran separados por una balsa y cantan, en diferido dueto "Ser un romántico viajero"...

¡FELIZ CUMPLEAÑOS, PAPÁ!!!

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