lunes, 2 de abril de 2007

Miami LVice

Lo que pasa cuando uno deja una crónica para más adelante es más o menos lo siguiente: Uno termina, inevitablemente, queriendo escribir de otra cosa, queriendo terminar luego, con la cabeza en otra parte. Escribir dejar de ser un placer y se vuelve horas de oficina. Mala cosa.

Yo quiero contarle todo sobre mi viaje a Miami - sobre como pienso que es una República Bananera viviendo en medio de Estados Unidos, por ejemplo - y Orlando. Yo sé que usted quiere ver esas fotos con el Ratón Miguelito y yo sé que le prometí un kilo y medio de posts. La verdad es que cuesta....miro mis apuntes y encuentro cosas tan sintómaticas como que con Kay nos miramos y nos sonreímos en el taxi camino al aeropuerto cuando sonó "Basket Case" de Green Day en la radio. Yo me había quedado intrigado unos segundos antes cuando sonó "Don't look back" de Boston.
La riqueza de Miami proviene del culto a Kikiri-bú, como lo demuestra esta estatua en pleno corazón del centro de negocios.

El viaje fue objetivamente impecable. Subjetivamente, estuvo plagado por un dolor de cabeza infernal, propiciado por el hecho que mi último trabajo del trimestre lo había terminado a las 4:15 de la mañana, con el despertador programado para las 4:30. Pasé algo de susto en los aterrizajes, donde la sangre se movía taimada por mi cerebro dándome los peores dolores de cabeza de mi existencia. No exagero.

El curso de los días siguientes me dió relajo suficiente para dejar cualquier dolor de cabeza atrás. Desde nuestra llegada en el aeropuerto y la mágica y misteriosa aparición del Tren que conecta Ft. Lauderdale con Miami mismo, las cosas empezaron a tomar un tinte distinto. La ciudad era harto diferente a todo lo que conozco de los Estados: (descontando el hecho de que quedaba nieve en Schenectady y de que en Detroit nos encontramos con una tormenta que iba camino a reforzar la nieve , en perfecto contraste con el aire tropical que nos dió la bienvenida) el idioma, la gente...español mestizo por todos lados, más español que inglés...y a mí que mi estadía en los Estados ha hecho poco por sacarme el prejucio contra las valiantes del español que alticulan la "r"como l.

Nos quedamos en casa de Vivi, otrora psicoterapeuta de la pequeña Ariadne (la hermana de Kay, para aquellos que acaban de llegar de la misión a Marte). Vivi vive (¡ja!) en el lado sur de Miami, en un condominio con un par de lagos artificiales. Los lagos artificiales no son la gran cosa en Miami, mal que mal el terreno pantanoso hace que no cueste nada crear uno. Es cosa de cavar nomás, dicen.

Con el correr de los días, conocimos el centro, las playas, comimos de la pizza más rica y más barata que yo haya probado acá (4.45 por 6 trozos de exquisita pizza rectangular con ajo, cebolla, tomate y camarones....mientras Domino's cobra 15 dolares por llevarte una miseria con tres ingredientes (ni soñar con e(/span)l tomate) a domicilio) visitamos una serie de lugares turísticos como el Sea Acquarium, el barrio-isla de Key Biscayne (donde, mientras nosotros íbamos y veníamos en bus, el androide del tennis perdía por segunda vez consecutiva contra Guillermo Cañas - la noticia nos llegó esperando el bus para volver al centro, donde una manada de argentinas de secundaria se puso a esperar con nosotros y una gritó "ché, va ganando el Willy"). Todo esto a lo largo de los 8 días que pasamos en la ciudad misma (los otros dos los pasamos en Orlando) donde tuvimos tiempo de sobra para ver lo bueno, lo malo y lo feo de Miami. Una ciudad donde se mezclan, a mi juicio, lo peor de dos mundos : Hispanos y Yankees. Una ciudad donde además (como en todos los Estados Unidos del Norte de México) se hace especialmente patente las divisiones entre los dos mundos que conviven (y que a grosso modo, uno puede asociar con el transporte privado y el transporte público) el mundo para el turista, tan exagerado, extravagante, construído con el dinero de las pensiones de todos los que se vienen a retirar a Florida (como regla general si uno ve un Porsche carrera en la calle (y mira que se ven hartos) lo maneja por lo menos un setentón) y el otro Miami, el de los problemas de atochamiento, el de los tiroteos en los bares. Primera ciudad en la que estoy en que escucho hablar, a viva voz, a alguien sobre la mafia. "No, es que ese está protegido por la mafia" le decía una señora a un hombre, ya mayores ambos, mientras con Kay andabamos en el MetroMover, el trencito elevado gratuito del centro de la ciudad.

Orlando es otra cosa, y por ende otro post, Miami es...como decirlo...es una buena ciudad para escribir sobre ella, pero no para vivir. Ayer leí a David Lynch diciendo como "la rabia y la depresión son hermosas en una historia, pero no son estados deseables". Así es Miami, exagerada, extrema, de
plástico, silicona y edificio sin detalles. Michael Mann la tenía clara, ya lo he dicho, qué mejor lugar para ambientar una serie con una estética de exagerado fulgor, como los 80s mismos.

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