En Georgetown el día estuvo más tranquilo aún. Biblioteca, consultoría de escritura y el día entero leyendo a Fanon (Boris Vian es mi copiloto: A Tiro Limpio puede no ser del gusto de todos, pero si usted no se ríe en voz alta un par de veces debiera cuestionarse un poco su humanidad. Un poquito). Me cae bien Fanon, sobretodo ahora que estoy más viejo y menos amarillo. Por esas cosas de la vida, cuando tenía 22 y lo pasé como ayudante, tomaba distancia de él y lo miraba con mi cara de "bien, gracias, que le vaya lindo". A mis 29 estoy harto más dispuesto a tomar partido por las cosas y disfruto más de su escritura intelectocombativa. Buen espejo triangular.
Desde lejos sigo un poquito de lo que pasa en Chile. Me cuesta. Me cuesta por las mismas razones que me costaba cuando estaba allá: me da vergüenza. Me da vergüenza el payaso que encabeza el ejecutivo y también me da pena ver como el país tiembla en su mestizo debatir entre el conservadurismo oficial y el gusto por el desenfreno postrepresión. Los dobles discursos, las alegrías forzadas, la tontera generalizada, todas las cosas que me han molestado siempre, con los años, como mi lectura radicalizada, se han exacerbado. Y claro, impera esa sensación del casi-casi: ese sentir que las piezas están todas dispuestas para que el país surja o se decida a hacer algo, y que falta una chispa pequeña, un giro sutil. Pero ese pequeño paso es precisamente la bisagra inquebrantable , el punto ciego y la idea del desarrollo se me hace una aporía.
"Mi hoy inexistente país de origen"
Que es la forma en que Fresán nombra a Argentina a lo largo de toda su obra. Mi país de origen también es inexistente, pero eso es cierto en virtud del paso del tiempo para todos nosotros. En mi país de origen mandaba una dictadura y teníamos uno de todo: un animador, un programa de televisión, una forma de pensar oficial, un grupo musical que se escapaba de los cercos comunicacionales,y así. Me da gusto que ya no exista más ese país la verdad. No es que me den gusto sus vástagos, los hijos de la constitución del 80, los alumnos del mercado de las privadas ni los zombies que marchan por ahí. Que son mayoría nacional, lo que explica en buena parte la elección del actual jefe del ejecutivo. Pienso en toda la gente que hace esfuerzos sobrehumanos para pagar el cable o recurre a peripecias diversas para colgarse a este y al final termina viendo el estelar de turno, el programa aquél que habla del otro programa aquél. Y también en nuestras clases acomodadas que, sin apuro ni apremio ni excusa, van y hacen lo mismo. Que los ricos son tan imbéciles como los pobres fue una de las primeras lecciones de vida que aprendí, por allá por el 91, cuando alternaba entre mis mañanas como el niño acomodado del curso y mis tardes como el niño pobre del curso. Los Prisioneros la habían cantado clara unos seis años atrás, eso sí.
Otra Torre se Levanta, alías mi aporreada primera novela, se debate en la UTI mientras hablamos. Básicamente porque tengo que hacerle una transfusión del párrafo anterior y no sé cómo irá a reaccionar. Detalles, obviamente, más adelante.
A propósito de reflexiones nacionales: Seguimos a un nuevo blog, en donde sus tres autoras utilizan, cada uno en su estilo, aquello que Scott McCloud llamaría el lienzo infinito del cyberespacio para desglosar desde las cosas más locales hasta la más globalmente interconectadas. Mi más favorita es quien va bajo el nomme de plume Caracolambo. Su prosa está ahí, al ladito de la del Roland Barthes y la de trece mil patadas a la de [El Autor] de este blog. Disfrútela.
A propósito de reflexiones internacionales: Jon Stewart entrevista a Bill Clinton. Y es un buen pedazo de periodismo, un poco cargado, pero se lo dejamos pasar. Clinton no deja de ser un individuo bien brillante, y por ser ex-alumno de Georgetown no le vamos a sacar en cara Kosovo, sólo por esta vez. Ya que mencionamos a Kosovo, revise la entrevista del mismo Stewart a Tony Blair. Funciona Blair con su parada de liberal resignado, medio gastado, que escucha y llega a ese momento en que consigue hacer tablas y admitir que, naturalmente, decisiones como el bombardeo de un país y el derrocamiento de un régimen se vuelven el producto lógico de una pequeña diferencia en los principios de cada quién.
Desde lejos, hablar de la caída e imposición de regímenes es tan fácil.
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