viernes, 3 de septiembre de 2010

Weebly wobbly, timey wimey

Hoy fui al cine. Pero este post no se trata del cine. Al menos no tan directamente.

Se trata de los trailers y los extraños caminos del inconsciente. Este post comienza con la frase "Hoy fui al cine" y termina con una recomendación y la palabra "tranquilo".

Hoy fui al cine y entre los trailers, pasadas ya las atracciones locales que en acuerdo comercial con la cadena de establecimientos promocionaban las series de CBS, alguna película Paramount con Jamie-Lee Curtis y Sigourney Weaver (todo lo que queríamos ver veinte años atrás) y otras tantas más, figuraban, como es costumbre, un par de secuelas, algunas adaptaciones, y otras cosas de las que ya no me acuerdo, probablemente porque tenía los ojos cerrados.

Siempre refunfuño contra la enorme cantidad de secuelas, adaptaciones y remakes que pululan por Hollywood en estos días. Afortunadamente la película que vi, Inception, no era ninguna de las anteriores. Pero este post no se trata de la película. Al menos no tan directamente.

El primer trailer era de la secuela de Wall Street, con un avejentado Michael Douglas saliendo de la prisión donde terminó la original. Habría sido interesante traer de vuelta a Charlie Sheen, pero parece que sólo le tocó cameo esta vez. Esta vez, el ingenuo que cae en las garras de Mike "fui un adicto al sexo" Douglas no es otro que el infumable Shia LaBouef, cuyo personaje sería el yerno de Douglas, pues está casado, como suelen estarlo los yernos, o comprometido al menos con la hija de.

Y entonces aparece la hija de.

Y yo digo en voz alta, pero baja, pues estaba en el cine, mal que mal: "Me encanta ella". Dicho con toda la propiedad de quien se reencuentra con una chica que le gusta. El trailer se puso de súbito interesante, la chica en cuestión me gustaba, pero no sabía dónde la había visto antes. Si es que.
Un ángulo, otro ángulo, tomas de fondo, tomas en las que se veía a la sombra de Michael Douglas, tomas en que se alejaba de LaBouef. Nada. Se sabe, mi reconocimiento de rostros no es el mejor de mis atributos.

Finalmente, los créditos.

Michael Douglas

Shia LaBouef

Algún otro tipo de nombre lo suficientemente masculino para no ser ella.

Carey Mulligan.

¿Quién carajos es Carey Mulligan? Ni la conozco, ni, al parecer, me gusta tanto. Extraño que se me haya salido la frase tan entusiasta. En español. En un cine gringo. Extraño. Llegar a casa a investigar.

Nueve horas después llegué a casa y ni me acordé de la tal Carey, que no era ni tan linda ni nada. Cansado y muerto de sueño, pero con la tranquilidad de haber terminado la semana de estudios, me decidí regalar un capítulo del buen Doctor Who. Lejos de partir a ver los que no he visto con Eccleston haciéndolas del noveno doctor, me repetí Blink, con Tennant en el papel principal. Lejos el capítulo mejor logrado de la serie, un unitario para el que no hay que tener casi conocimiento previo de la serie para disfrutar al máximo. Con una joya de guión, méritos de sobra para que ahora su guionista sea director ejecutivo de la serie, me eché en la misma cama desde donde ahora escribo esto y me dispuse a disfrutar de mi capítulo favorito de mi serie favorita.

Sally Sparrow pierde a su amiga Cathy Nightingale (sí, Nightingale&Sparrow) en el tiempo, aparece un señor negro de acento africano que no puede ser más encantador (y que tiene el tino de despacharse una de las mejores pick-up lines de todos los tiempos a la tal Sally Sparrow, que es digna precisamente de tales líneas) y una historia bien redondeada, donde el doctor además saca a relucir por primera vez su frase típica "weebly wobbly, timey wimey" mientras explica como es esto del tiempo no-lineal. Una delicia.

La que es una delicia también es la tal Sally Sparrow y, como la primera vez que vi el capítulo, terminado este me fijé con especial atención en los créditos.


En efecto, era una tal Carey Mulligan la que hacía de Sally Sparrow.


A mí la cosa no me cerró hasta que busqué las imágenes en google.

Después, para cuando me enteré que es la novia en tiempo real de Shia LaBoeuf, la cosa ya era anecdótica.

Bien por mi cerebro, que me permite irme a dormir tranquilo. Yo le devuelvo el favor, poniendo el episodio por escrito, para poder irme a dormir tranquilo.

¿La recomendación?
Aquí os va:

Ahora sí, a dormir tranquilo.

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