miércoles, 26 de octubre de 2011

Anoche soñé contigo.



Soñé que nos encontrábamos, tras todo este tiempo, medio de sorpresa, medio premeditadamente. Llevabas puesto un traje de fiesta blanco, con líneas diagonales negras. Bien horrible, pero los sueños tienen esas cosas, como la percepción en la vida misma, de hacer que la impresión pueda más que la realidad de las cosas; y te quedaba perfecto.

Después nos veníamos a casa, a esta de todas las casas, y conversábamos hasta el amanecer, porque tenías que irte, a algún lado (nuestra vida es así, de pasajeros en tránsito) y el vuelo se iba temprano. Así es que te acostabas al lado, de frente, me tomabas la mano y conversábamos como quienes se miran en el reflejo de una vidriera.

Y hoy desperté, en la misma posición, feliz de haberte visto, aunque fuera así, efímeramente. Después me reí de lo ridícula de mi pose. Y el día partió, hacia cualquier otra parte.






(- Querido lector, el arte de la escritura se parece mucho al cierre de la pelea entre Muhammed Ali y George Foreman, según lo describe Norman Mailer por ahí. Detalles más adelante)

2 comentarios:

Lute dijo...

¿Leiste hardboiled wonderland and the end of the world?

Al comentar ese episodio de sueños que siempre cuento, donde tuve la elección de quedarme o de irme de un mundo de los sueños muy consistente, fui hipervinculado a ese libro.

LV dijo...

No lo leí, lo pondré en la lista de pendientes, muchas gracias.

La pregunta de rigor es: ¿Quién hipervincula a los hipervinculadores?

Derrida estaría feliz.