lunes, 3 de octubre de 2011

Motores, calentando.

El fin de semana que recién se acabó, casi para celebrar el final de temporada del Doctor en medio del Monument Valley en Utah, agarré camas y petacas y partí al Valle de la Luna, en las cercanías de San Pedro. Fue ahí donde tuvieron lugar una serie de acontecimientos, algunos planeados, otros no tantos. Fiestas "clandestinas", niños molestos, sensaciones de tiempo detenido, toma de decisiones profundas.

Silence will fall...



Estoy escribiendo esto ahora, como parte de esas decisiones profundas.


Sucedió el sábado en la noche, post-Valle de la Luna, post-fiesta "clandestina" (sucede que en San Pedro los lugares cierran increíblemente temprano para ser un sitio turístico, pero siempre se organiza una fiesta abiertamente secreta donde la gente de las empresas de turismo te lleva en sus buses y se reúne buena parte del pueblo y su población flotante. Detalles por otro medio, más adelante): hallábame mirando el cielo, medio en pos de estrellas fugaces, medio sintiendo la rotación del suelo cuando sentí que todo se prolongaba, en una suerte de continuo. Por unos minutos las estrellas más que moverse parecieron arrastrarse y el tiempo mismo se dilató. De fondo sonaba el disco de boleros de Carlos Cabezas.

Habiendo pasado los últimos siete meses en un trabajo que fue bueno en tanto experiencia diferente, pero que estaba lejos de satisfacerme y hacerme sentir todo lo valioso y conectado con la realidad que un trabajo debe hacerte sentir, y teniendo una novela que a veces se diluye en sus tiempos de reescritura al punto que se está volviendo insoportable lo cerca y lejos que se ve su final (en un punto pensé que terminaría de reescribir la primera parte el fin de semana del 18, y de ahí en más todo se ha esfumado) y considerando todas, todas las circunstancias del caso como sólo se pueden considerar bajo la luz de las estrellas cuando estas se arrastran, dejando una estela a su paso en medio del cielo ralentizado; he decidido dejar mi trabajo para dedicarme a escribir.

Así como lo oye.

Es tremendamente incauto, pero no alcanza a ser insensato. Tiene la dosis justo de riesgo calculado y salto de fe. Que es lo que se necesita en estas cosas. . .

FLASHBACK CON FORMA DE ACORDEÓN

Jo y yo en una cafetería. En unas cafeterías. En países distantes, en comunas disímiles. El mismo momento plegado como un dibujo en el fuelle del acordeón a través de los años. A veces empieza ella, a veces empiezo yo, el diálogo toma más o menos la misma forma.

- A veces siento que lo que se necesita es tener esa experiencia de escribir con hambre.
- Como [Inserte autor aquí, pero por lo general es Dostoievski]
- Sí... tenerle esa dedicación exclusiva, no tener la excusa de la falta de tiempo, tener el apremio de escribir por escribir, porque la vida, literalmente, se te va en ello.

Y de ahí la conversación derivaría en el estado de la industria editorial u otras cosas que no tuvieran nada que ver con la situación....

           pero la premisa quedaría.  Y queda. Aquí vamos, aquí voy.


Deséeme suerte. No va a estar de más, mi querido lector.

[El Autor] usa sombrero y garantiza así no tomar decisiones insolado



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