miércoles, 23 de agosto de 2006

Apuntes para una Ley Anti-tabaco

Con tanta vuelta de la vida, había olvidado ciertas pequeñas consideraciones sobre la recientemente promulgada ley anti-tabaco. Esta mañana, pasando por el blog de Javi Cifuentes, me fue recordado el tema. A modo de disclaimer: Nunca he fumado tabaco, cuando era chico solía tragarme el humo en las fiestas de cumpleaños de mi padre y pasar la semana entera con el asqueroso sabor en la garganta; buena parte de mi vida he odiado acérrimamente a los fumadores y nada me indigna más que en esos días en que el cielo de Santiago es una gran manta color plomo ver a la gente fumando en espacios cerrados, regalándonos una réplica a escala del centro de la ciudad.
UNO. Aun considerando lo anterior, no puedo, sencillamente, estar de acuerdo ni mucho menos ponerme contento con una ley tan drástica.
DOS. Porque si bien las leyes están para normar la conducta humana y regular nuestra vida en sociedad (kilos de filosofía clásica por acá), al menos un mínimo de esa regulación ha de venir más de algo llamado educación que de un puñado de textos legalizados ante los tres poderes del estado.
TRES. Porque al final del día, aquí hay algo más grande en juego que "la salud de nuestros niños" o la salud de cualquier adulto responsable que sabe lo que hace al meterse un rollo de nicotina en la boca. Lo que hay en juego es aquella conducta social medio en extinción y conocida desde hace un par de siglos como 'tolerancia'.
CUATRO. No hay ejercicio más cotidiano de la tolerancia o la hospitalidad, de la comprensión y apertura hacia El Otro en definitiva, que la actitud hacia el cigarrillo. Desde quienes no fumamos enfrentando a aquellos quienes se están muriendo por un cigarro, y desde aquellos que aman su hábito y se enfrentan a quienes no aguantan ni el olor a pucho en la ropa de alguien que estuvo hace 3 días con un fumador.
CINCO. Quizás porque un enorme porcentaje de los fumadores se inicia en el hábito a escondidas, lejos de casa, o quizás porque el hábito es socialmente 'tolerado' más que bienvenido, no tenemos una normativa cultural muy clara respecto al cigarro. A nadie le enseñan a fumar acompañado con preceptos sobre cuándo fumar y cuándo no. No existe un 'es de buena educación fumar cuando' ni tampoco un 'es de mala educación cuando'. Luego, se cae en la dicotomía de poder o no fumar. Se fuma cuando se puede, no se fuma cuando es prohíbido. Y ahora sí que lo prohibieron.
SEIS. Lo que una ley así de dura contra el tabaco consigue no es más que regular 'a la mala' algo que debiera nacer de un proceso social. Si bien siempre es más fácil promulgar leyes que gastar en campañas educativas, encuentro que el peligro que yace tras actos legislativos como este es tan grande que bien vale gastar plata en una campaña 'aprenda cómo y cuándo fumar mejor'.
SIETE.** El año pasado, leyendo la biografía de Roland Barthes por Jean-Luis Calvet me sorprendió una de las fotos en particular: Barthes junto al pizarrón, haciendo clases, algunos fundamentos de Levi-Strauss en la pizarra, la tiza en una mano, y en la otra un cigarro. Lo encontré sencillamente majestuoso, el viejo profesor fumando frente a sus alumnos. Como las casas en Los Cerezos, ya no los hacen así.
OCHO. Porque al final del día el problema del cigarro se reduce a ser lo suficientemente consciente, unos, de que es un hábito para mucha gente y que como tal tiene derecho a ejercerlo en público o donde quiera;y , otros, de que existen personas cuyos cuerpos o psiquis rechazan profundamente su hábito. Si yo pudiera, hablaría de fútbol todo el día, pero entiendo que hay gente que detesta el tema y gente que se sentiría ofendida con mis visiones sobre sus equipos o sus hinchadas. Mejor callar. Asímismo, deberíamos poder confíar en que todo lo que se necesita para que alguien apague su cigarro es que alguien más se lo pida de buena manera. ¿Qué tanto cuesta ser civilizados? ¿Se requiere una multa de 32 millones por no ser buena gente?
NUEVE. Uno no puede pretender entender al otro ni que el otro lo entienda si no está dispuesto como mínimo a adentrarse en su mundo. Leyes como esta no hacen más que acentuar de manera negativa las diferencias entre las personas. Ya era desagradable salir a cenar con un fumador y verte obligado a decidir entre las zonas para fumadores y para no-fumadores. ¿Acaso mi acompañante y yo no íbamos a tener el civismo necesario para convivir en el mismo espacio? o ¿Acaso mi acompañante iba a ser tan cretino/a como para no apagar su cigarro si al lado nuestro estaba una mujer embarazada? Tomar decisiones de conciencia como esta última es algo que la nueva ley le quita a los individuos. Otra ley para sacarle un peso a las ya profundamente ligeras consciencias santiaguinas.
DIEZ. Con todo este despotricar sé que corro el riesgo de sonar profundamente idealista y extremadamente poco realista. Asumo ese riesgo, y no quiero reducir tampoco los riesgos de las enfermedades pulmonares y no dejo de odiar el olor a nicotina y tabaco, pero no por eso dejo de creer que es más lo que se pierde que lo que se gana con leyes que fomentan el no-entendimiento, la poca tolerancia y exacerban negativamente las diferencias entre los miembros de una sociedad.
**Edité la entrada para agregar la foto, donde se aprecia claramente la distorsión de mi memoria, gracias a la chica que postea siempre por apuntar la dirección de ambas.El observador atento notará no sólo que Barthes No tiene el cigarro en la mano, sino que la clase no versa sobre Levi-Strauss (cosa poco probable, considerando su contemporaneidad) sino sobre Genette y sus tipos de narrador con todo el structural style - shame on me **

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