martes, 8 de agosto de 2006

Chile, Chile lindo o "El tiempo pasa..."

...y nos vamos poniendo localistas, o adoptando esas mañas de los viejos patrioteros que tanto detestamos, no sé...

Anoche, por cosas de la vida, tuve el gusto de leer el discurso de aceptación del Nobel de Harold Pinter, del año pasado. (Aquí hay una traducción moderadamente decente para los hispanófilos). Eran las 3 de la mañana de una noche en la que me había ido a dormir, cansado y resfríado, a las 11 y media. Estragos del insomnio mediante, el texto de Pinter me atrapó. Escrito en un inglés de ritmo perfecto y dotado de una sensatez y sentido de la historia impecables, lo fui devorando línea tras línea, con las adecuadas pausas para reflexionar y todo.
Hasta que apareció Neruda.
Aquél, nuestro más sobrevalorado escribiente, aparece citado en gloria y majestad. Y yo que ya me había quedado pensando en ese "y, por supuesto, Chile" de Pinter y cómo nuestra dictadura es tan tristemente célebre; me quedo pasmado, in awe, ante el poema traducido de mi compatriota. Me emociono y me estremezco, línea tras línea, más que con todo el buen juicio e inglés de perfecto ritmo de Pinter.
Ya pensar en alguien en términos como "mi compatriota" era algo impensado para mí hace unos años, mucho menos sentir esa suerte de preocupación o sentido arácnido titilando cuando alguien menciona a "mi "país.
Le echo la culpa a los años, la concientización de "el extranjero" y el contacto con otras culturas. Anoche me dormí pensando "quizás yo debería leer algo más de los poetas clásicos antes del viaje". Quizás no...debería llevarles una fotocopia de la Nueva Novela a los gringos, hablarles de Emar, Couve, Bolaño, y de como cuando se trata de Literatura, nuestra relación con Argentina es más o menos igual a la que tenemos en fútbol.

Día Gris en Santiago, amenaza de lluvia. Me dispongo a leer "El Lector" de Bernhard Schlink, por recomendación directa de Ana Clara y logística literata de Jesu Blanco. Detalles más adelante.

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