martes, 22 de agosto de 2006

Mi patria

Como podía ser medio intuído en otros posts y en otros momentos, a la hora de partir y echar de menos, tengo más o menos claro por donde viene la línea editorial. Nada de la supuesta idiosincracia chilena, ni el poder llegar atrasado a todas partes, ni a nuestra escena rock local. Lo único que echaré de menos en ese ámbito podría llegar a ser a mi amado equipo de fútbol, pero espero remediarlo de alguna forma en los Estados. Mal que mal, la señal internacional de canal 7 pasa los partidos y...cómo no podré pagarle a alguien por ver el 7.

Lo que realmente echaré de menos será aquél conjunto de calles y casas al que yo le digo Los Cerezos y que es lo más cercano a una noción patria que tengo.

Teniendo como eje central la calle Los Cerezos, este sector de Ñuñoa no es otro que el lugar donde mis abuelos se instalaron hace ya casi 40 años, y donde he pasado buena parte de mi vida en ires y venires. Porque siempre hemos vivido cerca de ellos y han habido temporadas en que he vivido con ellos, no hay ninguno de mis 25 años que no tenga un momento asociado a este barrio. Las primeras caminatas que di solo por la ciudad las dí de mi casa a donde mis abuelos, las veces en que la tensión en casa era tan grande y yo no podía estar en la misma habitación con mi padre me refugié ahí, en la casa del pasaje Los Cerezos 617; ahí anuncié que estudiaría Letras; ahí descubrí que jamás fumaría tabaco en mi vida; ahí cultivé mi infántil amor por Mafalda, Narnia (porque Papelucho es más de mi departamento) y me adentré en el mundo del comic; quizás la verdadera razón porque mi fiesta de cumpleaños a los 5 fue un fiasco fue porque era mi primera celebración y no la hice ahí.

Nada voy a echar más de menos que caminar por esas calles, donde por los últimos 8 años he caminado cada vez que necesito relajarme, descomprimirme, o simplemente tomar aire en esos días en que lo único que hago es estar acostado hasta las 19hrs. momento en que la vergüenza y mis pulmones, hastíados de la densidad atmósferica de mis cuatro paredes, me impulsan a caminar por Los Cerezos en pos del Parque Juan XXIII.
Y nunca, pero es que nunca Nunca, soymás feliz que en aquellas semanas del año en que los cerezos florecen con el fin del invierno, para que el primer viento de primavera bote sus flores, tapizando el piso de confetti orgánico en lo que es el auténtico Año Nuevo Vegetal. Estar ahí cuando sopla ese viento y el aire tibio ya le está regalando los mejores atardeceres a Santiago es una cosa que ya hecho de menos y lamento perderme este año. Al menos, y en el espiritu de "hágalo porque puede" me he dedicado todos estos días a caminar y tomarle fotos al barrio que considero mi patria, en tanto es el lugar al que quiero volver. Un día, hace años ya, precisamente un Septiembre nublado y de viento tibio, caminaba por esas calles cuyos árboles ya tenían la mitad de sus flores cubriendo las veredas y descubrí en una auténtica epifanía made-in-Chile que si algún día me iba del país, no iba a querer volver ni a la segunda economía menos riesgosa de America Latina, ni a la tierra de Juan Luis Martínez, Juan Emar y Roberto Bolaño, ni mucho menos a la tierra de Neruda, sino ahí, a esas calles, a ese momento del año que, si uno lo piensa un poco, es la auténtica prueba de la no-circularidad del tiempo. Y si uno no baja dos veces al mismo río, al menos tiene derecho a pasar dos primaveras viendo volar los pétalos al viento.
Por estos días mis abuelos hablan de cambiarse, vender la casa y comprar un departamento que sea más fácil de mantener a su edad. La posibilidad me inquieta y si bien la intuyo medio inevitable, sólo me hace saber que es inevitable que en algún lugar del futuro gastaré los ahorros de mi vida en re-comprar esa casa. Caminando por Los Cerezos y otros barrios aledaños en Ñuñoa entendí porque los gringos suelen decir "they don't build them like that anymore".

Porque la verdad es que ya no las hacen así y punto.
Aunque, el verdadero rey de los cerezos es este aromo, que todo lo sabe y todo lo responde desde el pasaje Lo Plaza, uno más al Oriente y un toque más al Sur.

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