domingo, 27 de agosto de 2006

Breves deportivas -

Si bien la historia de esta última semana, semana de despedidas, fiestas, comidas, compromisos y adioses, espero contarla más en detalle pronto, sí quiero hacer un alto y dejar este pequeño hito aquí. Pequeño básicamente porque apenas puedo teclear del cansancio, tres horas en el estadio y cada vez que ganamos un clásico salimos sintiendo que el partido lo ganaron los jugadores y la barra por igual, que en verdad si no hubiera gritado aquí o allá a lo mejor las cosas hubieran sido distintas.

Lo que pasa es que hoy fui por última vez antes del viaje a ver a la U. Estadio Nacional, Andes Sur. Seis fechas sin conocer victoria terminaron hoy. Y fui feliz, inmensada y desproporcionadamente feliz como sólo el fútbol puede hacerme. A mediados del segundo tiempo y a medida que bajaba las escaleras rumbo a casa no pude evitar ese estremecimiento de saber que falta tanto para volver. He estado más tiempo lejos del estadio, lo sé, pero fue distinto. Tan distinto y emotivo como por vez primera estar muerto de calor, con el sol de fin del verano en la cara, y sentir una escalofrío a cada canto de Los de Abajo, como pasar susto cuando Chandía le llevó la botella que cayó cerca de Arrué al veedor del partido, como estar con mi padre ahí como durante buena parte de mi infancia, como sentir que lo más grande que tiene la U es su gente y que no hay nada pero nada en el mundo que se le parezca, y nada en Chile que siquiera le llegue remotamente a los talones.
Hace unas semanas, con motivo de su cumpleaños, vino a almorzar Nico Cornejo. Antes de sentarnos a la mesa hablábamos del fútbol y, admirados en esto de ser azules, le dije "No podría tener un hijo que no fuera de la U. No podría, sencillamente no podría. Porque es TANTO lo que se perdería y tan pero TAN distinta la forma de ver la vida cuando se es de la U. Te juro que no concibo tener un hijo de otro equipo". Y es cierto. Por parcial que suene, esas no son las palabras de un fanático desbocado ni de un hooligan furibundo.
Son las palabras de cualquier hincha de la U. Si no pregúntele a cualquiera de los 25,000 que estuvimos hoy en la cancha.

No hay comentarios: