viernes, 8 de junio de 2007

La Última.

Hace dos semanas lo tuve claro. Un pequeño instante de lucidez. Pilar me pasó unas hojas con los verbos que nuestros pequeños estaban aprendiendo en el subjuntivo y pude verlo todo con la claridad de un francotirador bien posicionado. En tres segundos supe que mi penúltima sesión de ayudantías la pasaría repasando el subjuntivo, usando para practicar décimas y romances compuestos especialmente para la ocasión, esperando que el esquema de rima y el ritmo les diera a mis alumnos algo de que aferrarse a la hora de construir su vocabulario. También supe como me despediría de ellos y cuál sería mi última actividad como ayudante de español en Union.

Hoy pasó.

A las cuatro treinta y cinco repartí las hojas. A las cuatro treinta y cinco puse play por última vez en la consola. Dos minutos con treinta y siete segundos después me sentaba en la mesa para empezar, con un suspiro a ver que tal les había ido completando la canción. Perfecto. Lejos de pensar que cómo no se me había ocurrido usarla antes y recriminarme por ello pensé que era, de hecho, perfecto poder cerrar el año y la experiencia así. Después el envoi, que me había venido tan claro camino a casa desde la oficina de Pilar:

"Esa fue 'Te Recuerdo Amanda' de Victor Jara, cantautor chileno de por ahí por los 60's y 70's. Cuando les hablen de mi país es probable que oigan hablar de Pablo Neruda y el premio Nobel y toda la cosa. Pero entonces podrán decir, ya sea para hacer conversación o sencillmante alardear con sus amigos, que alguna vez conocieron a alguien que venía de Chile y que creía firmemente que hay más poesía y belleza en esta canción de Victor Jara que en la obra completa de Neruda.

Y con esto, queridos míos, termina de una vez y para siempre el laboratorio de Español."

Después la informalidad, la última lección: distinguir entre decir "hasta nunca" y decir "hasta siempre". Las sonrisas y los "aaaaaw". Pasarle la sala a Amina para que hiciera una de sus clases particulares. Salir con las piernas aún un poco tiritonas a respirar el aire. Quizás, once horas después, escribir un post al respecto. Quizás regalarme el sábado para salir a caminar por Schenectady y, lejos de todo rostro conocido, mirar atrás.


Y saber, en algún lugar, que algo llegó a su fin.

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