lunes, 4 de junio de 2007

Un día Normal

El Sábado a la una era la hora señalada para el asado en casa de Daniel Mosquera, profesor del departamento de español acá en el Union College. Los invitados eramos un selecto grupito hispanófilo, o sea Ryan, Colin, Alessandro, Kaytlin (nuestra conductora asignada) y yo. El grupito terminamos siendo Ale, Kayt y yo porque Ryan se fue a NY y Colin tenía visitas.

Kayt me llama a las 11, para asegurarse de encontrarme despierto una hora y media después, cuando me pase a buscar. Una ducha corta para matar el infernal calor, me visto y voy saliendo (muy de pantalones, camisa abierta y sandalias) cuando Amina me ve y se despacha la frase "Uh, Leonardo, ¿para adónde vas tan metrosexual?". Vergüenza y Vanidad aparte, le respondí, con toda la honestidad del mundo, que tenía un asado con colombianos, lo que significa que el vestir no era algo que pudiera descuidar. Si hay algo peor que sentirse feo, es sentirse con poco estilo. Y vaya si los individuos de países tropicales no pueden hacerle eso a uno.

Frivolidad aparte, el día prosiguió su curso. Kayt llevaba unas galletas, así es que Ale y yo pasamos a comprar vinos. Un tinto para la carne y un blanco para la previa, como dios mandó tras crear el mundo y mientras Adán se entretenía poniéndole nombre a los animales. Al pasar por la registradora me enteré que el socito dueño, el tío de la licorería, había nacido en Chile. No hablaba una jota de español, pero nació en Chuqui el 29, así es que todos sabemos cuando se fue del país. Antes de partir, mientras Ale y Kayt me miraban con cara de "ya poh", me dijo que desde sus años en Chuqui su madre juró nunca más ver un grano de arena. Le podría haber nombrado la cantidad de jugadores que se fueron de Cobreloa diciendo lo mismo, pero para qué, pensé, y marchamos.

Si Kaytlin Tagarelli te lleva a ciertos lugares de Albany, has de esperar demorarte un poco más de lo previsto y darte un par de vueltas de más. Esta no fue la excepción, y terminamos llegando a lo de Mosquera a eso de la 1.30, tras haber escuchado por completo un CD que un ex-novio le había grabado a Kaytlin, compuesto en un 40% de reggaetón y en un 60% de Juanes.

No, no hay fotos.

Pero fue una gran tarde. Llegaron más amigos colombianos (bastante menos estilosos que mi amigo y mi profe, lo que confirma que generalizar es malo e impreciso - aunque sirva para hacer comentarios sabrosos), nos contamos todos la vida entre todos, Daniel se sumó a la campaña "llevemos a Leo a estudiar a St. Louis"(campaña que este blog no difunde por su imparcialidad a toda prueba), comimos cebiche de camarón, ensaladas aliñadas como la gente (y no como los yankees) y una rica carne con longanizas y pebre (o "ají" como le dicen en el país de Sudamérica que da a los dos Oceános). Todo muy bien acompañado por dos botellas de blanco y dos de tinto (Daniel nos esperaba también con una de cada una). Por momentos, ese ambiente transplantado: los colombianos riéndose de sólo imaginar como estarán los argentinos porque el Cúcuta le ganó a Boca, acordándose del mítico 5-0 en el monumental, el pelambre clásico a nuestras autoridades educativas y esa pequeña complicidad de sabernos miembros de culturas tanto más ricas emocionalmente. Desde que estuve en Virginia Beach que no comía con gente hechando chistes de doble sentido a mi alrededor. Impagable.

Resulta que los únicos que tomábamos eramos Alessandro, Daniel y yo. Cosas del destino, el trabajo y ser conductora asignada, que le dicen. Entremedio se nos largó a llover y el cambio de ambiente más las 4 botellas de vino y la gratísima conversación hicieron que nos fuéramos de vuelta a las 9, cuando tuvimos que decidir si en definitiva nos quedábamos a comer o no (cosa que nunca estuvo en nuestros planes). En algún momento del camino de vuelta, Ale dice "pasamos ocho horas ahí dentro". Y así había sido.

De vuelta, Kaytlin y su CD. Después de mi tarde de inmersión en la comunidad, ahora escucho a Juanés y le siento el acento.

En serio, y también puedo distinguir entre las variantes léxicas del colombiano (y porqué es que Juanes dice que si me enamoro sea de VOS, duda que he de confesar me carcomía un poquito, esto de encontrar voceo tan lejos del Río de la Plata).

No me pida que le enumere las tres ciudades que conforman el Eje Cafetero del país. Fueron, después de todo dos de blanco y dos de vino.



Aunque la culpa, obviamente, la tiene el reggeatón de ida y de vuelta.

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