miércoles, 18 de octubre de 2006

Los peligros del reduccionismo

Y sí, tengo recontra claro que mi estilo de escritura ES reduccionista. Amo hablar en absolutos (un hobby que practico desde hace 9 años más o menos) y creo en escribir crónicas como cuadros cubistas: dar una idea de significado mediante el contraste de dos perspectivas dísimiles y extremas.
La cosa no es tan fácil cuando saltamos de la página a la cotidianeidad de los hechos. Cuando lidiamos con personas y emitimos juicios orales, siempre es mejor opción (nótese el absolutismo del "siempre" por favor) jugar con la paleta de grises, pastel e incluso colores fluor pop en vez de guiarse por los viejos blanco y negro. Es mejor quizás que una persona se siente incomprendida en un mar de posibilidades a que esa misma persona se siente juzgada y estereotipada bajo formatos simples y simplistas.

Todo esto a propósito de ser latino.
O, por qué no decirlo, de las identidades en latinoamérica. Tema del que nuestra intelectualidad (des)afortunadamente parece haberse cansado. Afortunadamente porque nos tenían un tanto chatos la verdad, desafortunadamente porque no llegamos a nada conclusivo.

Acá en los estados unidos del norte de México y el Sur de Cánada, existe una visión profundamente cerrada y reduccionista (a nivel de la calle, no hablemos de esos selectos individuos abiertos y comprensivos que hay en todo el mundo y que por algo a veces reciben el nombre de "gente de mundo") de lo que significa ser latino. Esto más allá del hecho a que todo lo que está al Sur de México(que México es otra cosa) hasta Punta Arenas sea percibido abiertamente como un sólo bloque con matices internos, más que como un conjunto de bloques, sino que también alcanza a cubrir aspectos más sútiles (y mas terribles, por ende) como que todo y todos caigamos bajo el rótulo de lo "latino".
Lo terrible de esto es que el movimiento de cesgo es doble. Porque no sólo se nos unifica en una mazamorra a todos los habitantes de cada uno de los países de Centro y Sudamérica, sino que además buena parte de los juicios que gobiernan la percepción de los estadounidenses de "nosotros los latinos" viene dada por esta comunidad de godos del imperio, que me gusta mucho llamar "latinous". Los "latinous" son aquellos que crecieron lejos de las patrias de sus padres o sus abuelos, tienen algunos recelos a la hora de decir que son estadounidenses (fenómeno inverso al de los indios (de India) que reaccionan diciéndose "americans" a una velocidad fulminante, de esas que no deja seguir la conversación) y hablan un español que va desde el chapurreo hasta un híbrido extraño de hipercorrecciones: el español de Univisión, el español de Miami, el español que no tiene tierra si no ondas de radio y telecomunicación...
Predeciblemente, los jovenes "latinous" están construyendo una identidad. Tienen sus propios mitos y se refugian entre ellos, con un gregarismo ligero pero útil. Alegan discriminación y le dan el chivo expiatorio perfecto a todo el mundo para discriminarlos o abogar por ellos. Al volverse colectividad se han hecho más fuertes, pero también un blanco más visible para las comunidades que buscan definirse en antagonismo: así, los "blancos, poderosos y conservadores"(un grupo tan espectral y fantasmagórico como el KluKluxKlan mismo) se hacen festín criticando la "amenaza latina", amenazándolos a su vez y poniéndole un poco más de candela a esta Troya que está que arde (diosmío, si alguien me pagara por patentar frases tan chantas como esta última, sería rico...o periodista o publicista).
La cosa es que en mi mes y medio acá empiezo a sentir el peso de esas identidades nacionales que nuestros intelectuales extraviaron en medio de tanta conferencia y tanto fondo gubernamental para la investigación. Me doy cuenta como nos educaron para olvidarnos de CentroAmérica (en la media todos somos capaces de nombrar los países de Sudamérica y una persona moderadamente educada en Chile sabe más o menos donde quedan los "países importantes" de Europa, pero ¿quién puede recitar las 11 naciones de CentroAmérica? ¿Diferenciar Costa Rica de Puerto Rico, El Salvador, Nicaragua o Belice?)...le comentaba a una profesora de acá el otro día como en Chile creemos que Europa es el pasado, E.E.U.U. el presente y China el futuro, y como hemos sido tan astigmáticos como para no ver jamás a nuestros vecinos....de estas cosas me doy cuenta porque me arde el alma que me metan al mismo saco con "ellos". Hemos establecido un "nosotros" y un "ellos" con CentroAmérica...y también, obviamente con México y todo lo que esté ligeramente más allá de Venezuela.
Es en medio de este ambiente, donde todo el mundo espera que los latinos sigamos el mismo estereotipo (un estereotipo que ni siquiera es propiamente latino, sino latinou) es que me muevo.
Las administradoras de la casa donde vivo, que supuestamente algo se preocupan de "fomentar la diversidad", compraron decoración para la casa, entre ello algunas banderas...les pedí la de Chile y a la hora de decidir por otros no fueron capaces de entender la diferencia y la importancia (más aún la cercanía inmediata) de países como Bolivia, Argentina, Perú y Colombia... insistieron en esa CentroAmérica que para ellos se parece tanto al Cono Sur que filo, da lo mismo tener una bandera panameña que una uruguaya; esa CentroAmérica que irónicamente, a mi me enseñaron como una gran selva irreconocible, donde se perdieron los mayas y punto...
Choques culturales aparte, me duele que esta gente cuelgue sus luchas de aceptación interna (muy válidas todas, en efecto) tras el escudo del fomento a la diversidad. Los latinous acá mezclan peras, manzanas y se apropian del canasto discursivo completo(¡ting!) para reivindicar su agenda. No quieren fomentar una diversidad real, abierta y amplía de mente, con cabida "incluso" para "nosotros, los latinos". Quieren sencillamente pegarle de vuelta a una sociedad que los trata injustamente y los margina, para lo cuál se marginan más aún y esgrimen todas estas banderas...y uno al medio, que mira esto un poco como pollo en corral ajeno por un rato, pero que no puede dejar pasar las semanas sin sentir una profunda rabia ante tanta necedad junta.
No deja de ser terreno peligroso, como minoría desechable dentro de la minoría. Tenemos algunos rasgos comunes es cierto (ese inevitable machismo y expresión abierta ante la mujer como objeto de deseo) pero la última vez que Amina me preguntó algo sobre las reivindicaciones de los latinos le mandé un discurso parecido al que usted acaba de leer, pero que empezaba con un colérico "no soy latino, soy sudaméricano y chileno. Por favor no me vuelvas a decir latino".

Y es que a estas horas de la noche da lo mismo que nadie le haya dado el palo al gato con eso de qué significa ser sudámericano ni menos aún con los paupérrimos intentos (ad infinitum, ad nauseaum) de definir la chilenidad. Sean lo que sean, creánme, son profundamente diferentes de aquello que llaman latinou acá.

Apuntes para la chilenidad más adelante, quizás. Buenas Noches a todos, y por favor no le digan "gringo" a todo aquél que no habla español...

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