jueves, 19 de julio de 2007

Roja de rabia, Roja de verguenza

Ok, tras haber contado hasta treinta y siete mil en frente a la pantalla vacìa, respirando hondo, repitiendo el mantra que dicta que "la vida no es sólo fútbol" (¡MENTIRAAAAA!!!), creo estar en condiciones de decir lo que quiero decir.


Me carga alegar contra los árbitros. Lo encuento de equipo chico. Y quizás ese fue el principal problema de Chile hoy, haber tenido temperamento de equipo chico, a ratos. En los peores ratos. Después del gol, la Roja entró en una histeria colectiva que terminó con la expulsión de Medel ante los gritos del desaforado capitán Tosselli. De equipo a equipo el partido era ganable, como quedó claro durante largo rato después de la expulsión. Argentina No Era Mejor Equipo. Solamente tuvo la cabeza más clara. Cuando dos fuerzas iguales chocan, son estas las cosas que desequilibran.


Es eso nomás. Nos faltó clase y temperamento. Argentina esperó, pegó con el primer gol y después siguió esperando que Chile se deshiciera entero. Y eso fue exactamente lo que hicimos. Que Medel no le pega, o que la jugada era para echarlos a los dos son cosas anécdoticas. Por mucho que le haya pateado la pelota, sencillamente No Se Puede ir a tirar patadas así, al lado del layman. Dice mucho de nuestro carácter que las dos expulsiones hayan sido en jugadas donde la pelota ya no estaba en juego.

Y si bien el trámite del partido quedó condenado con la primera expulsión, también nos faltó algo de cabeza a la hora de hacer las cosas en ataque. Con el orden defensivo más o menos incólumne, faltó hacer algo más con las pelotas detenidas, mover más las piezas.

Lo del temperamento, de nuevo, no ha de ser confundido con garra. Eso sobró y quedó claro en la cancha. Pero la garra no basta sino va con algo de seso. Harta garra tenían los Nigerianos y como tal se fueron goleados la fase anterior. Nico Medina se corrió todo lo que podía ser corrido, al punto que en el segundo gol estaba de lateral derecho, Arturo Vidal pegó todo el partido, pero supo pegar lo suficientemente bien para quedarse en la cancha los 90 minutos.

Da rabia quedar eliminados así, ante un rival ganable en un partido que pudo haber sido tanto más. Da rabia porque el abultado resultado no tiene nada de injusto. Perdimos de puro giles, atarantados y, porque no, de hueones. Eso hizo la diferencia esta noche en Toronto. Dos equipos salieron a matarse en la cancha, pero uno tuvo sangre fría y el otro perdió la cabeza. Fin del asunto.

Después, la verguenza. Que el árbitro tuviera que salir corriendo como bailarina en desgracia, que volcáramos toda la frustración contra el pobre alemán que sí, tenía un criterio extraño y un temperamento histérico, pero que no tiene en absoluto la culpa de lo que pasó esta noche.

Una pena profunda en el alma, este mundial. El partido de este Domingo está de más y espero que lo ganemos por goleada o lo perdamos por desdén. Si algo quedó claro con esta selección es que estábamos para campeones del mundo y que cualquier otra cosa es un fracaso. Da gusto hablar en estos términos de nuestro país, así es que no nos deshagamos en compadecencias y excusas. Perdimos por no estar acostumbrados a querer siempre más. Ahora que tenemos la mentalidad ganadora, sólo nos queda temperar la maña y el temple del auténtico campeón.

Y si algo podemos agradecerle a esta selección es eso, esta profunda sensación de derrota, este sentir que el partido por el tercer lugar vale callampa. Sentir, de una buena vez, que lo único que importa es ser campeón, lo demás son excusas.



Y las excusas son para los equipos chicos.



Y nunca, nunca más vamos a ser un equipo chico.

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