domingo, 10 de septiembre de 2006

I wanna be black

Fiebre de primer sábado por la noche acá en el Union College y tras un día marcado por la lectura de "Lord Jim", qué mejor que irnos todos de parranda, o en las palabras de Pancho, el de la Sonora Colorada "¿Y qué tal si salimos todos a bailar?".
Tras el ya-clásico meeting con los chico checos en torno a la bandera, y aprovisionamiento de alcohol (solamente cerveza, muy a mi pesar) mediante, arribamos a eso de las 10 a lo de Slava, Caitlin y Janelle, la porrista. Como buenos extranjero, fuimos los primeros en llegar, pero lentamente el flujo de gente se volvió respetable y de pronto la cosa como que prendió, llegaron una serie de gringos ahora en su magíster, una de las alemanas y un cuanto hay de gente la verdad y lo estamos pasando muy bien, ea ea ea eh, esto es magnífico y todo eso, cuaaandooo

Llegó la seguridad del Campus y todo terminó.
Para fuera todos y qué hacemos ahora.

En busca de la eterna fiesta, llegamos a una fraternidad, pero había una cola descomunal y donde no lo habíamos pasado ni tan bien la noche anterior como para mamarnos la cola, así es que partimos nomás. Agradecimientos en todo caso a Maria, mi amiga rusa que se la jugó para que yo entrara a la famosa fiesta de fraternidad.

La siguiente parada fue la casa de un amigo del arquero belga Stefan, (amigo que, acaba de pasar a mi lado en la biblioteca en la que escribo) ahí conocí a un nuevo set de gente un poco menos fiestera, un poco más relajada, entre ellos finalmente un estudiante de literatura(!!). Los checos, alemanas y belgas subieron en pos de un eventual vodka en el segundo piso y yo me quedé abajo conversando con esta buena gente. Arriba parece que todo pasando y yo que quería algo más relajado y, dígamoslo, más individual y menos tribal, estaba harto contento con el nuevo grupo con el que hablé. Eran un poco como la panda del San Agustín, sólo que más con mujeres y no creo que supieran mucho de los méritos del Obispo de Hipona. En todo caso lo estabamos pasando muy bien cuaaandooooo

Llegó la seguridad del campus y todos para afuera.
Todos menos uno. JA!

Como la fiesta revoltosa y ruidosa estaba arriba se fue todo ese lote y yo me quedé feliz de la vida en el living del primer piso con esta extraña conjunción de personajes. Habré pasado media hora más con ellos cuando opté por irme en pos de la tropa internacional. Mi sentido arácnido me llevó a buscarlos en el bar más cercano pero fue un desacierto, AUNQUE me encontré con Doug, un amigo-gringo que me dijo dond estaban (Doug estaba teniendo una "conversación de rutina" con la seguridad del campus). Estaban en casa de Stefan, así que para allá los boletos.

La casa de Stefan mantuvo su record de ser la anfitriona de las mejores fiestas y nos quedamos hasta prudentemente tarde por ahí. Es decir, con el correr de las horas y según la ecuación cansancio+responsabilidades futuras-entusiasmo/efectos del alcohol, los checos fueron sigilosamente retirándose uno a uno. Hacia las tres de la mañana y con Emily, antes conocida como la alemana piola, en brazos de Doug, dejamos la casa. Jef, un belga profundamente buena onda e idéntico a Kyle Maclaghlan (el de Twin Peaks, Terciopelo Azul, Los Picapiedras(!!) y ahora Desperate Housewifes) pero rubio, y yo seguimos caminando hasta toparnos con ruido de música en la Memorial Chapel que está en el Centro-Sur del campus. Como buenos caballeros que somos, no pudimos dejar pasar la oportunidad de entrar y ver de qué se trataba todo ello.

Y ahora se entiende el título de este post.

Porque lo que había dentro de la capilla (vuelta salón de baile) me dió el batatazo de todo esa cultura blanca que flota alrededor de los negros. Entendí porqué Lou Reed cantaba I wanna be black y porque tanto blanco gusta de hacer el ridículo adoptando el estilo gangsta o porque Kevin Smith decía en una entrevista que "había pasado por esa fase natural de estar enamorado de todo lo que se acercara remotamente a la cultura negra".
En la Memorial Chapel sólo había negros (y Jef y yo y uno de los ya mencionados gangstas blancos) bailando al ritmo de la mejor música que he escuchado en fiestas desde llegar aquí (y ojo que escuché hasta "you make me feel like dancing" lo que es mucho decir): Michael Jackson en su mejor momento, el mismo cuando niño con sus hermanos, James Brown, y una horda de funk y disco del bueno, de ese que cae por gotitas pero que anoche estaba de vendaval. La fiesta era un cuento aparte, todos bailando con una sonrisa de oreja a oreja, coreografías que parece que vienen en los genes, movimientos propios de Ronaldinho Gaucho, todo carnaval y celebración...genuino, a falta de mejor palabra. De la seguidilla de escaramuzas fiesteras que he podido vivir en mi breve estadía, esta fue la primera en que ví gente divirtiéndose con el alma. Uno de esos tónicos para el alma a las tres de la mañana.
Tras tontear un rato, acompañé a Jef (que no compartió mi apreciación sobre lo que acabábamos de ver, pero con quien sí tuvimos una interesante conversación acerca de las fiestas como extranjeros y porque uno queda siempre con la idea de que lo bueno está empezando cuando todo se acaba en este país) y de ahí me fui a casa, sin mucho sueño, así es que leí un rato mi abandonado "Jonathan Strange & Mr. Norrell" (que es BUE-NÍ-SI-MO) y a dormir se ha dicho.

Espero mis lectores perdonen lo recursivo de este diario y lo a veces quisquilloso que me pongo con los detalles. Es, mal que mal, una muleta para la memoria.
Salud.

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