lunes, 21 de noviembre de 2011

Interludio: Las Expresiones.

Interrumpimos nuestra programación un poco en luz de la contingencia y un poco porque esto me ha dado vueltas por la cabeza desde que el Alcalde de la comuna de Providencia, el ex-CNI Cristián Labbé comunicó que realizaría una suerte de homenaje a su otrora camarada, el asesino y torturador convicto Miguel Krassnoff. 

En medio de la agitada escena local, del movido año de protestas e indignación generalizada al punto de la efervencia, el gesto de Labbé se siente, naturalmente, como una provocación al medio. Un ejercicio menos que atinado de su libertad de expresión, y un claro error en tanto política edilicia. El dedo del medio para todos los que, dadas sus avasalladoras políticas autoritarias, lo han ridiculizado y pedido su salida a gritos. El gesto de un auténtico hijo de puta. De los de verdad, de esos que nacieron así, se educaron y perfeccionaron así. A niveles, ciertamente, indignos. 

Hace unas horas se realizó una contramanifestación en forma de "funa" al evento, donde una vez más las fuerzas del así llamado orden público hicieron de las suyas y descargaron todas sus manías (de nuevo: qué clase de credenciales psicológicas hay que tener para aceptar un trabajo que incluye en su descripción "apalear gente") y su comandad furia entre los manifestantes. Hay prensa herida, embarazadas expuestas a gases abortivos. Lo peor de lo nuestro. Lo cada vez más cotidianamente peor de lo nuestro.

Los partidarios de Labbé, que cada día son menos, en verdad es él mismo y alguien más que le presta ropa de turno, hacen apología del acto diciendo que el edil está en su derecho y que en Chile perseguimos al que piensa diferente y le hacemos la vida imposible y bla, bla, bla.

Y tienen razón. En las dos cosas

Lo irónico es que la persecución al que piensa diferente ha sido instigada una y otra vez por el mismo Labbé y qué decir por el "homenajeado" del día; pero sí, este es un país donde todavía no aprendemos a disentir. Todavía prevalece la idea, tan de la dictadura, de que tiene que haber Una Razón, Una Verdad, Una Forma de Hacer las Cosas (como el ex-ministro de educación que decía que marchar "no es la forma de dialogar"). 
Y el alcalde está en su derecho de homenajear a quién quiera, siempre y cuando no comprometa su condición de elegido por la ciudadanía, como en este caso. Y he ahí la falta, más allá de la falta de tacto que, siendo sinceros, no le podemos pedir mayormente a un ex-CNI. Esta es gente cuya descripción de trabajo era "seguir, secuestras, torturar y asesinar gente". Esta es gente que, si nos hubiéramos hecho cargo de las heridas de la dictadura como corresponde, estaría toda siento tratada en psiquiátricos. 

Y hoy se paran, delante de todos, a pedir la tolerancia que nunca han tenido con nadie más. La que les hace abusar de su poder y sofocar manifestaciones a punta de violencia, Con toda la cara de palo del planeta, o como futbolistas bien adiestrados, se tiran al piso y lloran.

Y uno tiene que concederles la razón.


Porque de eso se trata la tolerancia, de eso se trata la libertad de expresión. Valores y situaciones a todo evento que, sí, permiten que los abusadores las explotan y hagan trampa con ellas y a veces se rían en nuestras caras. La salida al círculo vicioso de las recriminaciones empieza por poner la otra mejilla y aceptar que el Otro, ese retorcido y odiado otro que sabemos que no está haciendo esto de buena fe y que lo hace sin ningún afán de cambiar sus siniestros modos de vida, puede tener la razón. 

Lo que pasó en la funa de hoy me asusta, ciertamente. Me asusta el ímpetu de mis conciudadanos de salir a sabotear, sin importar lo justa que pueda ser su causa, la manifestación de alguien más. Me asusta ver los odios, de tantos años sin hacernos cargo de nuestro pasado, volviendo a atormentarnos de la peor manera. Y si hace unos meses me encontraba avalando la destrucción de propiedad pública por parte de gente oprimida y enrabiada, hoy me encuentro temiendo los odios desatados y personificados en las manifestaciones, por pacíficas que sean.

Porque una cosa es liberar la rabia rompiendo un paradero y otra, más sutil, más aceptada y más profunda es salir a sabotear la manifestación de alguien más. Idealmente, una puede terminar potencialmente el día que cese la opresión; la otra es una máquina de movimiento perpetuo. La misma que nos puede llevar a donde estábamos hace casi 40 años. 

No, no está bien rendirle homenaje a un torturador. Pero sabotear un homenaje, intentar interrumpirlo y cortarla... es algo que la CNI estaría feliz de endosar, creo yo. Si el homenaje o el homenajeado te ofenden, vas y haces un homenaje a alguien contrario; o realizas un anti-homenaje exponiendo al asesino por sus crímenes. De eso se trata la democracia.

Creo yo.

2 comentarios:

Lute dijo...

Claro, si la funa hubiera sido en realidad algo contra el derecho de Labbé de homenajear, es peligroso.
Pero me parece que es solo mostrar descontento con su manera de actuar. Es como hacer callar a alguien después de que ha sido muy mierda y ha dicho muchas weás. Es verdad que en general uno no debería hacer callar. Pero después de un rato, es la respuesta obvia.

LV dijo...

El problema, siento, es cuando uno se pone a hacer callar precisamente tras haberse callado tanto rato. O porque se ha callado tanto rato.
Es como si, pudiendo rebatir o hacer algo creativo que se eclipse la postura de la otra persona, le echaras un par de garabatos nomás: rebaja el discurso y le da al otro la excusa perfecta para responderte, pegarte, o tirarse al piso.