martes, 1 de noviembre de 2011

Seriales.

Adoro las historias seriales. Y serializadas. Me gusta la forma en que imitan la forma de la vida misma: conocer a alguien es entrar en su vida en el capítulo 14 y tener que retroceder a hacer lecturas detalladas, escuchar anécdotas como flashbacks y construir una imagen del otro que se parece mucho más a comprender lo que está pasando en los X-Men este mes que a una novela de Flaubert. Uno podría ponerse puntillosamente deconstructivista y decir que toda novela remite al pasado y bla, bla, bla. Pero no. La ficción serial, particularmente cuando uno llega a la función para encontrar que esta ya ha empezado, cuando se requiere precisamente del esfuerzo consciente para llegar al pasado (un viaje que es más realizable pero igual de sacrificado que el viaje al futuro, ciertamente) tiene un gustillo especial. Al menos para mí.

Esto porque este ha sido, por paliza, mi año más serializado. Si existe tal cosa como Alguien Escribiendo Esto, estos meses, estos diez meses completos y contando, parecen ser una colección de historias intersectándose en ángulos imposibles, inverosímiles a veces, sobre un espacio muy reducido. Como si Alguien estuviera ordenando su pieza, su casa, su vida, y se hubiera quedado repasando su colección de revistas antiguas, distraídamente: el deporte acá, las del corazón por allá (y qué divertido era el término "revistas del corazón" durante los 50s), las de actualidad, las políticas y así. Todo entrecortado, esperando el momento de gracia en que todo haga sentido.

O no.

Después del Gran Colapso del Disco Duro Removible, quedaron, me doy cuenta, tres canciones de los Pet Shop Boys en mi iTunes. El remix Blank & Jones de Love Comes Quickly (mejor que la versión del disco), Left to my Own Devices (cortesía de algún cuento de Fresán y de que, por sí sola, una Gran Canción), y To Face the Truth. En alguna red social alguien menciona el Behaviour como un #discoperfecto (sí, esa red social) y yo me quedo pensando, reviso mi discografía y encuentro que, después del Gran Colpaso del Disco Duro Removible, quedaron, me doy cuenta, tras canciones de los Pet Shop Boys en mi iTunes. Siento que ya he hablado de las otras dos por aquí y tengo la duda de no haber hablado de To Face the Truth... un vistazo rápido en google me dice que no, así es que aquí os va.

To Face the Truth es una de esas canciones para llegar a casa. Sábado en la noche, tarde, mas no al final de la noche. Completamente sobrio, encontrar la casa vacía o, si hay alguien más, descubrir que duerme. Salir al balcón y escucharla suave. Es una canción para cuando los invitados se van o para cuando uno está escribiendo. Una canción, por fuerza de asociaciones en mi vida, para las noches de Noviembre. 


Uno tiene, siento, una cierta obligación de aportar con su visión de las cosas al mundo, de tomarlo, tranformarlo y devolverlo de forma ligeramente distinta. Citar vs retweetear. Cortar y pegar menos y parafrasear más. Usar menos expresiones formulaicas o usarlas para cosas que las pobres jamás pensaron que alguien las usaría.

Otra Torre está, ahora sí que sí, a un mes de estar lista. En serio. Enserio. En-serio-en-serio-en-serio. Trabaje moderadamente en ella este fin de semana, y tengo el hilo bien enrollado y depurado y pronto podré cortarlo. Algo así como dos años después de haberme sentado a escribir furiosamente esa primera parte, como el primo gordito de la novela de Jo, corriendo sin seguirle el paso. Y claro, cinco años de la primera vez que me senté y escribí lo que era la primera página y ahora está ahí, comenzando el primer capítulo. Es una novela profundamente adolescente, en tema y ejecución, me doy cuenta ahora, y está bien que así sea. La próxima será mejor.

De la próxima tengo la primera escena y a sus dos protagonistas. Eso y una eventual gira por el mundo. Y hartas tardes de lluvia. Y una gata en celo. Detalles... bastante más adelante.



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