miércoles, 23 de noviembre de 2011

Nueve - Don Quijote

En algún lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.


El Ingenioso Hidalgo en persona. La línea repetida hasta el hartazgo, salvo que no puede hartar nunca. ¿Por qué? Tres palabras: No. Quiero. Acordarme. El narrador por sobre el texto, el nacimiento de la novela (en Occidente), el momento fundacional con cara de español terco. Cervantes escribiendo a todas luces, probando desde la nada y la humildad. Cuando fuere a escribir ese prólogo para el segundo volumen de las aventuras del Ingenioso Hidalgo, lo escribiría sobre la ola de su éxito, dando cátedra de cómo escribir una novela, entregando consejos. Aquí no, aquí está el desplante soberbio (propio de la personalidad del novelista estándar, o quizás fundando también lo que se volvería la personalidad del novelista estándar) diciendo "No quiero acordarme". Aquí mando yo.

Lo leí en el colegio, con un profesor que antes de asignarnos la novela nos exorcizó todos los demonios del prejuicio literario y se encargó en sus clases de que pudiéramos aterrizar los capítulos para hacer algo fundamental: pasarla bien con el libro. Y lo pasé bastante bien. Un poco muy bastante bien porque nunca le tomé el peso literario, si es que lo tiene; consciente de su peso histórico la respeto, pero, francamente, la respeto más porque es una Novela Muy Entretenida.

Si estás en esto y el lector no quiere dar vuelta la página, dedícate a otra cosa. Consejo Fundacional.


Por qué es número 9: Porque es alto y rápido. No le veo mucho futuro con la pelota en los pies, pero es un buen cabeceador. De los tres libros de mi ligera delantera, es el más pesado y con más prestancia para hacer cosas como recibir una pelota y meterla en el arco rival (los otros dos punteros son mejores para conducir la pelota (Narnia) y rematar desde lejos (Vonnegut).

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