martes, 9 de noviembre de 2010

El punto en que el tiempo no importa.

Anoche, mientras veía mis películas para la clase del miércoles y apuraba el tranco con un par de cuentos para hoy, esas cosas de la comunicación y descomunicación a distancia me hicieron conectarme al viejo y querido artilugio que es Messenger. Alcancé a estar en línea algo así como tres segundos completos, lo que bastó para ver el mensaje de estado de mi prima (que tiene dieciocho y pocos meses). 

"you know I'm such a fool for u"(sic)

Y nada iba a ser lo mismo después de eso. A veces basta con una línea de una canción, un momento capturado en el tiempo, para que todo el edificio se venga abajo. Todo. Construimos y edificamos personalidades y modelos descriptivos de la realidad, pero aún así, en las cosas más pequeñas, que suelen ser un libro o una canción, esas cosas más pequeñas que suelen contener historias y universos muchísimo más grandes que ellas mismas (bigger on the inside, como dice un amigo mío) para que uno quede descolocado, descuajeringado y desestructurado.

Por uno, me refiero a mí, claro está, pero a generalización es una invitación, al menos en este caso.

Lo primero que pensé fue en todo lo genuinamente adolescente que era el gesto escritural de mi prima, lo que me devolvió las reverberaciones de mis propios gestos adolescentes ¿con la misma canción? Revisé y claro, la canción tiene ya diecisiete años. Me sonreí de pensar en la ecuación de mi prima con los Cranberries y yo con Serrat. Después, simultáneamente después, pensé "DIECISIETE AÑOS" y después pensé ". . .", y también "...". Para ese entonces, revisando esos diecisiete años quizás, el edificio se vino abajo completo. 
Lo curioso, mi querido lector, es que Linger no es precisamente mi canción de los Cranberries. O no mi canción estrictamente adolescente (esa es "When you're gone"), pero recordé los veranos en el Norte, con ese disco, cuando todavía soplaba las velas de mi cumpleaños pidiendo que la U fuera campeón por primera vez en mi vida, me acordé de ese verano y esa chica que me gustaba, y ese verano en que mi tomo de compañía era Reign of the Supermen, cortésmente cedido por Perucca, con esos préstamos de fin del año escolar que se vuelven por todas las vacaciones. Lo curioso, mi querido lector, es que Linger es una canción que iba a llegar con toda su fuerza años después, cuando la adolescencia era más una condición emocional que algo marcado por la estadística etaria. Es la canción de alguien indescriptiblemente importante en mi vida y portadora de sus historias y de su imaginario. Y de la forma en que yo me imaginaba sus historias cuando me las contó por primera vez y cómo las fui reinventando con los años, siempre en torno a esa canción. Es también la canción de alguien con quien no hablo más, por lo que encontrármela así fueron las reverberaciones de esa voz, la voz de una persona que ya no existe más, porque seis años son un buen tiempo para decir que una persona no existe más. Así como ya no existe el muchacho tímido que escuchaba las historias y el niño aún que fue tan feliz de que hubiera una luna llena sobre el mar para su cumpleaños ya no son más. Pero las reverberaciones vienen ahí, desde el pasado, expandiéndose y pegando más fuerte quizás por la distancia, una onda expansiva afinadamente entretejida entre verso y verso.  

Diecisiete años. Cuando era chico el número estaba asociado indisolublemente a la dictadura. Quizás por lo que me costó sacarme de la cabeza la inexactitud del cántico de barra que decía "Son quince años, son quince años..." y algo más que no recuerdo ya. Es una pequeña eternidad, uno de esos bloques de tiempo que probablemente uno llegue a multiplicar por cuatro nomás. Y sin embargo, qué importa.

A veces, Siempre, es la experiencia la que importa, el tiempo se deshace en torno a aquello que no podemos reproducir de forma más que parcial y nos hayamos conectados por atajos simples, como una canción, con las personas que fuimos y que dejamos de ser. El tiempo se contrae entero y si uno sólo consiguiera asomar la cabeza un instante, seguro que lo entendería todo. Todo de todo.

Mientras tanto, trato de pensar que mi frase favorita pasó a ser "Oh, I thought the world of you" o esa siempre segundona "But I'm in so deep". Trato de creer que puedo usar la canción como un punto para hacer trigonometría y encontrar todo lo que he cambiado en estos años con exactitud y precisión.

Pero no, "I'm such a fool for you" nomás.

Damas y Caballeros, del disco que venía apenitas detrás del No Need to Argue, The Cranberries, Linger:

3 comentarios:

Lute dijo...

Estos weones están vetados para mi, como mucha otra música.

Hay tanto contaminado y tantas weás que me gustaría estar seguro que ya no soy.

LV dijo...

Qué pena, Lute. ¿Quién te los vetó? Dime para ir a buscarlo y tener una seria charla con él/ella.

Lute dijo...

Varias canciones se me ensucian y cagan, pero es un equilibrio en realidad, una transferencia necesaria.

No hay necesidad de serias charlas.