jueves, 4 de noviembre de 2010

La Pareja Perdida.

Llovía. Era tarde (para los estándares de acá). Yo venía de vuelta de comer algo, tras haber tenido un par de tutorías al hilo tras mi clase del día tras las lecturas del libro que debía seguir leyendo y que de hecho había estado leyendo mientras comía tras haber tenido un par de tutorías al hilo tras mi clase del día. No era una de esas lluvias para repensar mi posición frente a los paraguas, pero lo suficiente para dejar el piso algo jabonoso. 
Cuando digo que "venía de vuelta" quiero decir que iba a tomar el bus que me dejaría en el metro para venir a casa. Estaba oscuro y las nubes rojas, extrañamente, no iluminaban mucho. Había una luz de reflectores por ahí. La Batiseñal sólo funciona si Batman sabe dónde mirar. Pero puede llegar a funcionar, y eso que es uno de los verosímiles más difíciles de dejarle pasar al superhéroe de las orejitas. Quizás por su cercanía con la realidad concreta. Si es que existe tal cosa. 
En medio del patio, donde había escuchado el teléfono, justo en medio de mi camino, había un pequeño bulto que no era una hoja ni una ardilla aplastada ni nada por el estilo. Supe de inmediato qué era. Un guante, café, de lana. Me arrodillé y lo levanté, tomé nota de que era un guante derecho y pensé traerlo a casa, pero al levantarlo su silueta seca en medio del patio mojado me pidió por favor que lo dejara ahí mismo. Accedí, porque al parecer aquella porción de ladrillo realmente necesitaba protección. Y porque se veía lindo el contorno, para qué le voy a mentir.

Llegué a casa y abrí mi cajón, el primero de esa cómoda inserta en mi pieza. Ahí estaba, el otro guante café, de lana. No hay nada que lo marque como el izquierdo, pero siempre lo he pensado así. Pasa lo mismo con el otro, que aún yace cubriendo el piso, protegiéndolo para que no se resfríe quizás. 


No creo que me compre un paraguas. Nunca.

2 comentarios:

Lute dijo...

Siempre he pensado que los guantes tirads son màs tristes que los zapatos tirados, aunque supongo que debería ser al revés.

Por un tiempo los junté, de varios tamaños guantes de colores raros y a veces bordados.

LV dijo...

Todo esto sin siquiera entrar en esa tradición donde "recoger el guante" es aceptar el desafío, el duelo, la confrontación.