martes, 23 de noviembre de 2010

Todavía los hacen así: El Último de Kanye

Filtrado a la red la semana pasada, las críticas y evaluaciones para el nuevo disco del bueno de Kanye se dispararon a los cielos. En términos de estrellas y todo. Hacía mucho, mucho que no veía a tanta gente soltar tantas líneas de halago, tanta crítica repartiendo 9.8 de 10, cinco estrellas de cinco y así. Como es mi costumbre, y a pesar del mucho gusto que me han traído las producciones del egótico rapero, desconfíe de tanta maravilla proclamada.


Llegué a casa hoy, bajé el disco como buen hijo de vecino y lo puse de fondo mientras trabajaba. Naturalmente, le puse más atención al principio, siempre con esa mirada de ojos entrecerrados y el sonido de un "Hmmmm" de fondo, listo para tomar apuntes de todo lo que no me gustara.


Me duró, exactamente, 25 segundos.


Y yo que pensé que ya no los hacían así: My Dark Twisted Fantasy es de esos discos que, en efecto, te obligan a escucharlos pista a pista. Tiene un ritmo interno y a veces la tentación de adelantar un track, con ganas de descubrir una pista aún mejor después, es grande, pero el mismo disco se impone y te da el respectivo varillazo en las manos. Quédate tranquilo, con mesura se disfruta más.

Y como en todas partes van a hablar del sonido "épico" del disco, de la realización final tras años de berrinches del Sr. West, del bizarro dream team del hip-hop que se pasea de invitados (mitad clásicos como RZA, mitad novatos), de esas orquestaciones acompañando, de la forma en que este disco pareciera mezclar todo lo mejor de los anteriores, de ese momento en que parece que las canciones no se pueden poner más depresivas y aparece Chris Rock con unas líneas de comedia desquiciada, y así; este humilde espacio, que siente genuinas simpatías por todos aquellos que se reconocen egocéntricos y no les puede importar menos porque saben que el mundo, en efecto, gira alrededor de nadie más que de ellos, toma este disco como, precisamente, un triunfo para los que creen en sí mismo, a pesar de todo. Y a pesar de todos, a veces.

Porque cuando Kanye West debutó con ese impresionante "The College Dropout" se llevó todos los laureles de niño prodigio y como todos los niños prodigio se encontró un par de años más adelante con una horda de gente pidiéndole más y más de lo mismo. Y West nunca dio más de lo mismo. Empujando siempre hacia adelante, buscando nuevas cosas que hacer, el rapero que no escucha rap sino a Thom Yorke porque "tras un día de trabajo lo último que quiero escuchar es más rap todavía ¿Porqué habría de escuchar siempre lo mismo?" aguantó todos los golpes y todos los quiebres tras su disco anterior, que para colmo venía precedido de la muerte de su madre y la ruptura con su novia. Un año a la fecha, Kanye parecía haber perdido todo lo que lo había distinguido en sus comienzos como un músico diferente, particularmente en el medio del hip-hop: la diferencia en sus temáticas, el estilo en el vestir, la cordura en general de tener una relación estable en medio de un mundo de plástico. Remató con un disco con extraños beats y auto-tuning, un disco en bruto, que pudo haber sido tanto mejor si sólo su autor se hubiera dado el tiempo de pulirlo. Pero Kanye no estaba ni por ahí, al parecer.

En medio de esto, su mántrica repetición de que era el mejor artista del mundo o que iba camino a serlo parecía cada vez más paródica. El Kanye de College Dropout o Late Registration, incluso de cierto Graduation podría haber dicho eso y ser tomado más menos en serio, el de 808 and Heartbreaks lo decía y recibía todas las burlas del caso. Hoy, de nuevo, está para darle algo de crédito. Aunque no lo diga, está ahí, a lo largo de todo el disco. La metáfora es más que evidente, tras la trilogía dedicada a la universidad y el disco sobre rupturas y pérdidas, que es de esas cosas que suelen venir cuando uno termina la universidad, sale un disco duro, maduro, recopilando lo mejor de épocas pasadas para generar algo nuevo. Si Graduation era un disco para alegrar los días de fiestas, de The Good Life y The Glory (y the Hot 'n Drunk Girls), My Beautiful Dark Twisted Fantasy es un disco para levantarse en las mañanas en que no hay más que el vacío de la adultez. Ese perfecto vacío que viene acompañado con la responsabilidad de ser llenado día a día, antes de que te lo llenen. El disco no es sino la respuesta de un hombre a esa pregunta e inquietud. Y hace un tremendo soundtrack para todos los demás. Can we get much higher?




Ahora vaya y bájelo de su forma favorita, porque el audio de este video no le hace justicia al quiebre de entrada de un gran disco.

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