viernes, 12 de noviembre de 2010

En una sentada : The Clash - London Calling

Señora, señor, ¿Siente usted acaso que la era del disco terminó? ¿Se levanta por las mañana con una inexplicable pulsión que sencillamente lo compele, más allá de su propia voluntad, a seleccionar "shuffle" o presionar ese botón con la doble F en medio de una canción que, después de todo, tan mal no está?

La solución puede ser tan simple como adquirir un reproductor de vinilos. O escuchar el disco correcto. Porque, es cierto, cuesta dar hoy en la era del single con una obra que pida ser escuchada entera, cuesta no sentir un extraño prurito en la punta de los dedos cuando, digamos, Lady Gaga canta "Teeth", o Bloc Party empieza con "On". Siempre he admirado a la gente que se sienta a escuchar música. Y no hace nada más que eso por un disco entero, una unidad de tiempo sublime y ahora un poco en desuso. Dado el adviento de la descarga digital canción por canción los propios artistas han entendido cómo es que la gente accede a su música y se han adaptado como tal. Así, ganamos todos. Todos menos el disco como unidad. Lejos de pensar en esos trabajos "conceptuales" como el Pet Sounds de los Beach Boys, el hiperinflado Sgt. Pepper de los Beatles, el Dark Side of the Moon de Pink Floyd (a The Wall mejor mirarlo de lejitos nomás) o incluso el Killroy Was Here de Styx, pienso en esos discos que, sencillamente, no se pueden soltar. Esos que te hacen sentir mal de haberlos dejado, que cuando uno dice "ya, esta es la última", te hacen quedar escuchando la misma canción, al punto de oponerse incluso a la fórmula de repetición de las mejores canciones, porque la siguiente es mejor o al menos distinta en la mejor forma posible que la anterior.

Como el London Calling, de los Clash.

Esta, la primera entrega de nuestra serie de treinta y cuatro capítulos de "En una sentada" está dedicada a este, un serio contendor a Mejor Disco de la Historia. Para el 79 los Clash tenían bien fusionado el punk con el ska y hacían de ello un sonido que sería, además, un sonido de ellos. Hoy uno escucha ciertos beats de Los Fabulosos Cadillacs o incluso los tempos más acelerados de los Auténticos Decadentes y dice, en vez de "esto es ska", "esto suena a los Clash". El disco parte con la canción que le da titulo, que con los años se ha desgastado un poco a base de ser usada ad infinitum en programas y campañas varias, pero que aún tiene punch en su letra, con esa perspectiva de clase trabajadora propia del grupo, la misma que lleva a la mina de Brand New Cadillac a robarse el auto y partir para no volver más. De ahí en más el disco no para, afloja apenitas en Hateful, como tomando el respiro justo para disfrutar del combo Rudie Can't Fail-Spanish Bombs, la última siendo el mejor ejemplo de una letra inteligente puesta en conjunción con música animada para generar por yuxtaposición el efecto justo de tenerte repitiendo una y otra vez parte de la historia de la guerra civil española.
Por ahí uno puede querer saltarse Lost in the Supermarket, particularmente en un mundo post-Diamela Eltit, pero no es tan infumable y, de nuevo, es uno de esos momentos de pausa, inmediatamente seguida por Clampdown y Guns of Brixton, otro combo de aquellos. Así, pista a pista, el disco compone una buena trama sobre la cual descansar y escuchar canción tras canción, hasta el remate final con I'm Not Down- Revolution Rock - Train in Vain. La experiencia digital nos priva de las pausas necesarias entre lado y lado del vinilo o cassette de este disco doble, pero aún así uno puede intuir los altos y bajos, la forma en que están delineadas las pausas y los momentos de mayor intensidad de este, para mí, el mejor disco de, por lo menos, la segunda mitad del siglo pasado.

Está aquí, por si acaso. Hágase de una hora y cuatro minutos. Y disfrute.
EDITADO PORQUE YA NO ESTÁ MÁS AHÍ. COSAS DE LA INDUSTRIA DISCOGRÁFICA ¿SABE?

2 comentarios:

Lute dijo...

lo bajo, pero the clash es uno que me cuesta más que los otros. Escuchar en disco.

De verdad me da un poco de lata no haber escuchado antes discos de los rolling. Ni de los velvet. Y hace poco conversaba con todo el que me quisiera escuchar que quería entender el disco como una unidad, que desde antes de la internet, el disco no legó a mi como el single. Claro, tuve el tubthumper, el fome y otros. Pero pocos. Los discos eran cosa de papás. Ahora veo.

Y sin desmerecer el shuffle, la caza de emociones de andar adelantando para pillar algo o las playlists, que son todas formas bellas y con una funcion propia, hay algo en el disco armado con una intencion o al que se lepuede atribuir una especie de mensaje o sensacion global.

Ya escuchaste el castaways and cutouts de the decemberists? Y el something for everybody de devo?

Creo que lo que másmeacercaré alguna vez a escuchar un disco sentado, o al menos sin hacer nada más en cualquier posicion, es cuando tratamos de entender el metal music machine. O de sentirlo si quieres.

LV dijo...

Uf.
Es lo que digo cada vez que siquiera pienso en el Metal Music Machine.

Y...son experiencias distintas las del shuffle, la persecución aquella, y el disco ¿no? La diferencia entre guiar y ser guiado, supongo. Mientras más pasa el tiempo, más difícil parece hacerse eso de escuchar un disco entero. Pero se puede.
Yo el concepto de disco lo tuve adoctrinado desde chico, si bien mi papá ya era un hombre de singles. Lo que nunca me entró realmente en la cabeza fue la idea del famoso Lado B, concepto que sólo me empezó a hacer sentido porque eran las canciones más difíciles de encontrar en internet, o las que nunca llegaban a los discos en vivo o de grandes éxitos.

Anoche tuve una desagradabilísima experiencia emocional con el Under the Iron Sea, de Keane (de toda la gente), medio por accidente... igual prefiero eso a las cosas que no te despiertan emociones, siempre.

Ah, y siendo las 11:58 del sábado, EST, mientras escirbía el párrafo anterior, el ex-guatón de Keane cantó "I guess I'm a record you're tired of". Go figure.