martes, 16 de noviembre de 2010

Mi amigo Mac.

Lo confieso de entrada: nunca vi mi amigo Mac. Teníamos un compañero cachetón y medio rubiocolorín y le decían mi amigo mac y se lo de la pose de las manos y el silbito llamando, intuyo, a la nave madre. Me pareció siempre una versión B de ET y como el mismo ET mucho no me interesó (y eso que la fui a ver al cine Pedro de Valdivia en su re-edición), la verdad es que la única posibilidad que Mi Amigo Mac tiene conmigo es si su raza entrara en conflicto con la de ET. Podría ser una buena película. O la peor de todas.

Pero no se trata de alienígenas arrugados este post, sino de mi más seguro servidor, el computador en el que estoy tipeando estas líneas. Adquirido a mediados de 2007 en Schenectady, NY, donde no está la acción, marcó mi paso de entrada al mundo de los productos apple. Mentira, tenía un ipod antes, pero el cambio de sistema operativo, el nunca-nunca-más-windows vino ahí. Torpe, como cachorro, pasé un mes creyendo que el botón Enter iba a activar las cosas o cerrando con el botón rojo...y me tomó seis meses descubrir como hacer el segundo click (básicamente porque me las había ingeniado sin él, si Sonia no me dice cómo, todavía no lo estoy usando. Y ahora que la menciono, Sonia Ortiz, la otrora voz del menú de Tevito, fue parte importante del comité de "no quiero influenciar tu decisión y quiero que lo evalúes y lo pienses bien peeeero....mi mac no lo cambio por nada"). Mitad interés personal y mitad designio del destino (el lector arcano recordará que yo le iba a comprar su PC nuevo a Amina, la que así iba a poder comprar este Mac), comencé mi relación con la que fue, además, mi primer computador nuevo, sacado de la caja y todo. Las cajas de los macs además suelen venir con una serie de instructivos del corte "¿Nervioso? Ya falta poco" en sus dobleces. Una delicia.

Hoy, más de tres años después, mi computador de compañía ha visto innumerables horas de películas conmigo, ha aguantado un cambio de disco duro y tres de sistema operativo, ha tocado y albergado por lo bajo quince mil canciones y me acompañó durante la concepción y escritura de ese elefante dormido que es Otra Torre se Levanta, producto del cuál, de hecho, sus teclas "a", "s" y "l" empezaron a perder color. Sala las alas, ¿La sal? ¡Allá, lasa!, pareciera ser una expresión muy repetida en el texto.

La buena onda, socito, pareciera estar
diciendo este genuino camel cricket.
No sólo tiene las teclas gastadas y no sueña nunca con volver a ser blanquito como cuando recién salió de su caja, también tiene algunas trizaduras (porque sino no sería un electrónico mío) en su marco y su ventilador parece estar poseído por el espectro de un camel cricket, a juzgar por el ruido que mete.

Y aún así, en esta noche que pasamos en vela haciendo nuestra presentación sobre los documentales de Patricio Guzmán, mi amigo Mac ripeó dvds, cortó y pegó subtítulos, transfirió imágenes y las juntó, mezcló y edito de un lado para otro, sin chistar. Cuando ripeaba hizo una invocación al camel cricket y sería. Pero aún así, tres años, quince mil canciones, todas esas series y noches de películas, todos esos cómics y clases y presentaciones y papers después, se portó como un crack. Esta es mi nota de agradecimiento.

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