jueves, 31 de diciembre de 2009

Para el mañana...

Llegué a mi destino, último almuerzo del año en Normandie, cuyo cerdo hindú, papas rösti y creme brulee son de mi total agrado. El taxímetro marcó Dos mil doscientos, me dispuse a pagar...

Y tenía dos billetes de cinco, como el cambio más cercano. Uno era el nuevo, más pequeño, más parafernálico, el otro el clásico, el que va camino al desuso. Hice la finta de pasar el antiguo, porque el nuevo todavía tiene eso de limitado y especial. Entonces lo recordé...

Recordé almorzar en otro lugar, también con nombre de localidad. Al llegar a la caja del Budapest, reparé en el billete de quinientos que tienen en ese pecera con propinas. Joey me dice "hace rato que quiero que me lo den". Y el muchacho de la caja nos mira con cara de AntesMuerto.

Así es que le pagué con el billete nuevo. En unos años más, mi billete de cinco puede estar ahí, a la entrada de mi casa o en un lugar muy lejano. Alguien lo verá y me lo pedirá. Y yo, no lo voy a mirar con cara de AntesMuerto, ni mucho menos, le voy a decir



-Seguro, pero te doy cuatro mil quinientos nomás. Dame el vuelto en billetes.

1 comentario:

Lute dijo...

that is cunning, that is.